La huida de Afganistán de miles de afganos despavoridos, la angustia por salir del país de tantos afganos y occidentales, para los que el 31 de agosto es una fecha límite en el aeropuerto de Kabul, y las trabas para la acogida en países occidentales, reflejan un dramático atentado contra la dignidad y la fraternidad humanas.
Poco más de seis mil kilómetros separan Madrid de Kabul, 14 horas de avión. Desde Roma y el Vaticano, algo menos. Y desde Ginebra, sede de la oficina de Naciones Unidas en Europa, similar. Pero la distancia en materia de derechos humanos se ha hecho casi infinita estos días.
Lo acaba de señalar el encargado de asuntos de la Misión Permanente de la Santa Sede ante la ONU, en Ginebra, Mons. John Putzer, quien, en su intervención en la 31 sesión especial del Consejo de Derechos Humanos, ha instado “a reconocer y defender el respeto de la dignidad humana y los derechos fundamentales de toda persona, incluidos el derecho a la vida, la libertad de religión, el derecho a la libertad de circulación y de reunión pacífica”.
“En este momento crítico”, añadió, “es de vital importancia apoyar el éxito y la seguridad de los esfuerzos humanitarios en el país, con un espíritu de solidaridad internacional, para no perder los progresos realizados, especialmente en las áreas de salud y educación”. Según la Santa Sede, el “diálogo inclusivo” es “la herramienta más poderosa” para alcanzar el objetivo de la paz, y desea realizar un llamamiento a toda la comunidad internacional para que “pase de las declaraciones a la acción” acogiendo a los refugiados “con un espíritu de fraternidad humana”.
Monseñor Putzer recordó de este modo la llamada a la oración del Papa Francisco el pasado 15 de agosto, implorando a buscar soluciones en la mesa del diálogo, y a que cese el ruido de las armas. Sus palabras textuales en el rezo del Ángelus, fueron las siguientes: “Os ruego que recéis conmigo al Dios de la paz para que cese el ruido de las armas y se encuentren soluciones en la mesa del diálogo. Sólo así la población martirizada de ese país -hombres, mujeres, ancianos y niños- podrá regresar a sus hogares y vivir en paz y seguridad con pleno respeto mutuo”.
La toma de Kabul nos afecta
El regreso al poder de los talibanes ha supuesto el fin de veinte años de presencia de Estados Unidos y sus aliados. Y como ha escrito Andrea Riccardi, fundador de la Comunidad de Sant Egidio, “la toma de Kabul también nos afecta” (Famiglia Cristiana). La vuelta de los talibanes afecta a todos en cualquier sentido, pero desde luego en un primer momento, en el meramente físico, la lucha por la vida, primer derecho humano. Basta ver las imágenes de centenares de afganos metidos en las bodegas de los aviones, o las palabras de afganos recién llegados a nuestro país, como la capitana de la selección afgana de baloncesto en silla de ruedas, Nilofar Bayat, quien ha manifestado en Bilbao: “Soy la prueba de que en Afganistán no hay futuro ni esperanza”.
En efecto, el 31 de agosto está cada vez más cerca. Es la fecha que pactaron Estados Unidos y los talibanes para la retirada de las tropas, pero siguen quedando miles de personas pendientes de evacuación y podría ser necesario extenderla. Para los talibanes esta posible extensión “es una línea roja”, “o habrá consecuencias”. La inestabilidad y la sospecha de atentados son crecientes en un aeropuerto al que intentan acceder de manera desesperada miles de personas.
Fraternidad humana
Las amenazas del régimen talibán a la vida, la dignidad y la libertad de las personas suponen una fuente de enorme preocupación para miles de personas, en un país con escaso número de cristianos, y desde luego para el Papa Francisco, que mantuvo en marzo de este año un encuentro histórico en Irak, en la milenaria ciudad natal de Abraham, Ur de los Caldeos, con representantes de judíos y en mayor número de comunidades musulmanas, y les instó a recorrer un camino de paz, fraternidad y perdón.
La crisis afgana supone también, en la misma línea, un golpe a las enseñanzas del Papa Francisco en la encíclica Fratelli Tutti, firmada por el Santo Padre el 4 de octubre del año pasado en Asís. Como subrayó el profesor Ramiro Pellitero en este portal, al tratar de la fraternidad y la amistad social, “el Papa declara que se detiene en la dimensión universal de la fraternidad. No en vano una de las claves del documento es el rechazo del individualismo. ‘Todos somos hermanos’, miembros de la misma familia humana, que procede de un solo Creador, y que navega en la misma barca. La globalización nos manifiesta la necesidad que tenemos de colaborar para promover juntos el bien común y el cuidado de la vida, el diálogo y la paz”.
La acogida y esfuerzo de integración de tantos miles de refugiados que huyen despavoridos de su propio país va a suponer una piedra de toque para visualizar el apoyo a la dignidad de la persona humana, sea cual sea su raza, religión o nacionalidad, y la adhesión a las enseñanzas del Papa.