Su pontificado, de solo 33 días en 1978, abrió la puerta a Juan Pablo II
El Papa aprueba la beatificación de 16 españoles «mártires» de la Guerra Civil
Se cumplen 11 años de la muerte de Juan Pablo II, uno de los Papas más carismáticos
El Papa Francisco ha aprobado este miércoles la elevación a los altares de Albino Luciani (1912-1978), quien tomó el nombre de sus dos grandes predecesores -Juan XXIII y Pablo VI- cuando fue elegido el 26 de agosto de 1978, en un cónclave que duró solo un día. El lugar y fecha de la ceremonia de beatificación será fijada y anunciada en breve.
El pontificado de Juan Pablo I, que aceptó el mandato a pesar de una dolencia cardíaca, duró solo 33 días que trajeron una oleada de optimismo y abrieron la puerta a la elección de Juan Pablo II, el primer Papa no italiano en casi medio milenio.
La «luz verde» del Santo Padre a la beatificación del «Papa de la sonrisa» ha consistido en el reconocimiento del carácter milagroso de la curación repentina y médicamente inexplicable -el 23 de julio de 2011 en Buenos Aires- de una niña de doce años a punto de morir por «grave encefalopatía inflamatoria aguda», crisis epilépticas diarias y ‘shock’ séptico por una infección broncopulmonar.
El hijo de un modesto trabajador véneto, antiguo emigrante en Suiza, fue ordenado sacerdote a los 22 años. Más adelante, cuando san Juan XXIII le nombró obispo, Luciani no escogió para su escudo una frase sino una simple palabra latina: «Humilitas».
Pasados los años, San Pablo VI lo nombraría patriarca de Venecia en 1969 y cardenal en 1973, pero Albino Luciani nunca perdió la alegría ni la sencillez.
Siguió siendo una persona afectuosa, preocupado por las personas pobres de su diócesis, y excelente comunicador como se nota en su libro ‘Ilustrísimos’, una colección de cartas escritas por él a grandes personajes del pasado.
Ya como Papa, Juan Pablo I abandonó el uso del plural mayestático «nos» en los discursos y documentos oficiales, y comenzó a pronunciar sus catequesis semanales sin texto escrito, de modo sencillo y coloquial.
El Vaticano empezaba a adquirir un aire más casero y familiar, en una línea que seguirían sus sucesores, Juan Pablo II y Francisco.