Iñigo Pirfano, director de orquesta; ha dirigido la Jove Orquestra Simfònica de Barcelona
Tengo 48 años: dirigir bien es haber sufrido –y ayudado– lo suficiente. Nací en Bilbao, mi padre era director de orquesta. Éramos ocho hermanos, no necesitábamos juguetes. He dirigido ‘A kiss for the world’ en hospitales y orfanatos, de Guinea a Panamá, con la 9.ª de Beethoven con la Sinfónica y el coro
El cuarto movimiento
Todos podemos tararear el Himno de la alegría , el cuarto movimiento de la 9.ª de Beethoven, que une a la humanidad con la oda de Schiller. Y, sin embargo, para escucharla con sentido hay que haberse vaciado, explica Pirfano, del sinsentido narcisista que define nuestra época. En el primer movimiento contemplamos el comienzo de nuestra vida y cómo nuestras acciones nos transforman en lo que somos con momentos de dolor y de placer; el scherzo del segundo nos brinda las distracciones de la vida que hemos de evitar que nos desvíen de nuestro propósito final: mirarnos ante el espejo, en la catarsis lentísima del tercero, superar nuestro egoísmo para abrirnos a quienes más nos necesitan. Y, entonces sí, fundirnos con nuestros hermanos, la humanidad entera, en el abrazo emocionado universal y eterno del cuarto movimiento.
De dónde procede el poder de la música?
El hombre fue Homo faber , capaz de fabricar herramientas y armas para cazar, al mismo tiempo que fue Homo poeticus .
¿Por qué?
La creación cultural surge de la angustia de saberse mortal.
¿Nuestro primer canto fue funerario?
Y amoroso: cantos epitalámicos, cantos elegíacos. Celebraban la boda, la vida, el sexo, el nacimiento y la muerte, desafiando a la brevedad del momento, intentando prolongarlas en la memoria.
¿Tarareando?
Es la vox clamantis que afirma nuestro deseo de perdurar y encierra, como el amor, una promesa de eternidad en nuestra frágil existencia.
¿La música es placebo o curación?
Oliver Sacks demostró que cura. Y yo lo he podido comprobar durante nuestra gira A kiss for all the world . con el que llevamos la 9.ª de Beethoven a colectivos vulnerables de todo el planeta. Así que he visto cómo transformaba y sanaba.
¿Cómo?
He visto cómo la sinfonía de Beethoven se convertía en personas concretas que resultaban sanadas y transformadas. Nos abrazaban, lloraban... Habían dejado de estar solas en su sufrimiento y eso es una curación.
¿Dónde observó ese resultado de escuchar la 9.ª?
En el hospital Oncológico de Panamá o en el 12 de Octubre de Madrid o en el Psiquiátrico de Lima... O en tantos otros hospitales donde lloramos con Beethoven abrazando a personas a las que les quedaban apenas semanas de vida.
¿Pero interpretaban ustedes la sinfonía en un hospital con toda la orquesta y coro?
Con todo lo que requiere de orgánico-sinfónico: 70 músicos más 100 de coro.
¿En los salones de actos y auditorios?
A menudo en el lobby de hospitales y psiquiátricos. El primer impacto terapéutico era el visual. Lo esencial era sacar a Beethoven de los teatros y meter la 9.ª en calles y plazas y estaciones de tren y en cualquier lugar donde el sufrimiento la hace imprescindible.
¿Un lugar inolvidable donde la dirigió?
En el Congo tocamos en un orfanato pisando arena, porque ninguna calle estaba asfaltada. Tampoco había escenario ni auditorio, pero sí 900 niños huérfanos rodeándonos con los ojos y los oídos tan abiertos que podíamos escuchar el eco del canto de la alegría de Schiller en sus corazones. Lo bailaron.
Entonces allí fue del todo universal.
Este himno de la humanidad fue allí el de todos, aunque yo creo que no es una obra fácil.
¿Quién no la sabe tararear “escucha hermano la canción de la alegríííaa...?”.
Pues es una obra muy exigente. Es una composición emblemática, monumental de la literatura sinfónico-coral y musicalmente es profunda, elevada y difícil. Antes de los conciertos, yo dedicaba unos pocos minutos a ayudar a desentrañarla.
¿Se anima ahora a darnos las claves?
Está planteada como un proceso de transformación personal sin el que no harás tuyo el clímax final del cuarto movimiento, la oda a la alegría de Schiller.
¿Cómo?
Abriéndote con generosidad a los que sufren; pero antes tienes que haber vivido un proceso de vaciamiento. El primer movimiento de la 9.ª, con esas quintas neutras del inicio, son el comienzo de la vida de cualquier humano: todo está por decidir.
¿Pero la sinfonía se va cerrando??
Son nuestras acciones las que nos van haciendo lo que somos. Dos bebés parecen iguales, pero uno paso a paso mejorará nuestras vidas, el otro puede hacerse terrorista.
¿Qué dice la 9.ª entonces?
Irrumpe el acorde de re menor, el primer mazazo de la vida, el primer dolor. Pero no ese es el final. Y es que llega el tema femenino que cantan los vientos con dulzura.
¿Acaba el primer movimiento?
Han sido momentos de dolor, frustración, enfermedad, muerte y otros de iluminación, que, cuando amamos, le dan sentido. El primer movimiento de la 9.ª es el claroscuro en el que vivimos los humanos.
¿El segundo no es ya más alegre?
Porque es el scherzo, que tiene un marcado carácter de danza. Habla de las humane varietates , cuanto hace a nuestra vida entretenida, llevadera, pero no debe desviarnos de las prioridades de nuestra realización como personas.
¿Y entonces llega la catarsis?
En el tercero, lentísimo, llega la purificación en la que la persona se mira al espejo y se plantea las grandes cuestiones: ¿qué decisiones voy a tomar en mi vida ahora que he visto de qué va todo esto? Entonces, estas preparados para abrirte a quienes más te necesita y fundirte con la humanidad entera en el abrazo del cuarto movimiento.
Lluís Amiguet, en lavanguardia.com/
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