Hoy creo que puede ser bueno que hablemos de nuestra actitud ante el dogmatismo de los relativistas
Déjame que comencemos con una sonrisa. Seguro que recuerdas el chiste.
Es una madre que le dice a su benjamín:
− Vamos, hijo, levántate ya, que tienes que ir al cole.
Y el hijo remolonea y remolonea en la cama, cubriéndose con las sábanas hasta la nariz y diciendo:
− ¿A la escuela? ¡No tengo ganas! ¡No quiero ir! ¿Por qué?
La madre suspira y le contesta, armada de paciencia:
− Hay tres razones por las que tienes que ir: la primera, porque es tu obligación; la segunda, porque tienes cincuenta y dos años; y la tercera, porque eres el director del colegio.
Te lo tomas a broma. Pero nos puede pasar.
Me explico: hay una epidemia de la que nadie habla, pero que se extiende silenciosamente: la de mantener actitudes inmaduras y no querer asumir las responsabilidades personales: las de cada uno. Y un virus que la incentiva, creado en un “laboratorio”: el de algunos poderes fácticos.
Los mismos que cada día ponen más difícil lo de salirse de lo políticamente correcto.
Los que mandan, y los que mandan los recados (los medios de comunicación paniaguados por los primeros).
Quienes pretenden moldear nuestro cerebro están creando un clima social, cultural y, en ocasiones, hasta normativo del que es difícil discrepar. Salvo que quieras ganar muchos puntos para ser tildado de fascista, homófobo, machista o defensor del heteropatriarcado supremacista. O sea, que te llamen de todo menos bonito.
Y, por tu bien −siempre por tu bien−, se preocupan desde en qué colegio has de escolarizar a tu hijo, hasta el detalle de si aquel ha de ser mixto o no. Por cierto, ¿qué sentido tiene que desde el poder impongan criterios de sexo biológico en tiempos en que, más allá del cuerpo “en que estés encerrado” −sic− eres chico, chica, chique, o lo que quieras ser?
Y, encima, luego van presumiendo de defender los derechos y libertades de todas y todos (y todes). Y de que (te leo un tuit reciente del PSOE) “la diversidad nos hace más libres”. Les traduzco: que puedes ser lo todo lo diverso que quieras (siempre que ello encaje en el ámbito de lo que ellos marcan como políticamente correcto). Porque si eliges querer ser otra cosa, prepárate: te va a caer la del pulpo.
Así que, inmaduros, o narcotizados por los mass media, o domeñados por otros canales de adoctrinamiento -esa escuela única, pública y laicista que pretenden…−, o por sus normativas sectarias… como dicen en Cuba, “no nos podemos quejar”. O, al menos, eso creen.
Olvidan que los españoles somos −espero−, si no un poco quijotes, sí, al menos, un poco Quevedos. Cuando escribía:
No he de callar por más que con el dedo,
ya tocando la boca o ya la frente,
silencio avises o amenaces miedo.
¿No ha de haber un espíritu valiente?
¿Siempre se ha de sentir lo que se dice?
¿Nunca se ha de decir lo que se siente?
Pues eso. Aplícatelo. Que −por bajar al detalle− nos están disparando y disparatando la factura de la luz, y las buenas gentes andan poniendo la lavadora pasadas las doce de la noche o de madrugada, mientras nos dicen que lo importante no es a qué hora hayamos de poner la lavadora, sino quién la pone.
Y, aquí, apenas rechista nadie. Me recuerda −acabo como empecé− otra cosa que se dice que parece ser de chiste: “Si, pasados los cuarenta años, te despiertas y no te duele nada es que estás muerto”.
Y, si huele a muerto −que parece que oler, huele−, yo digo como en la película: “Aquí huele a muerto. ¡Pues yo no he sido!”.
Que no esperen mi silencio sepulcral hasta que me toque pasar a mejor vida. Que dice un amigo que, tal y como están poniéndonos esta, no va a ser difícil… (lo de mejor).
Estoy convencido de que se equivoca. Porque tenemos razones para el optimismo.
Una de ellas eres tú. No lo olvides.
¿Compartes mi visión? ¿Te animas a difundir? ¡Es importante!
Nota. Este post es prácticamente idéntico al artículo que publiqué recientemente en Mundo Cristiano, magnífica revista mensual. No te la pierdas.
José Iribas, en dametresminutos.wordpress.com
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