Conservar un amor supone entregarse mucho, perdonar mucho, tener una paciencia infinita
Efectivamente, el precio de la electricidad nos afecta a todos. Ya era muy cara y no quiero pensar en lo que ha subido. No entiendo mucho de estas cosas, pero me llama la atención que casi igualan los impuestos añadidos al costo de consumo, un 45%. Si vamos a los carburantes, lo mismo: la carga impositiva es del 55%. Ahora nos gusta el todo gratis, que pague el Estado: sanidad, autovías, colegios…Queremos el estado del bienestar, pero todo lo que vale, cuesta.
Un poco de coherencia y de sentido común vienen bien. Jauja es un lugar imaginario, inventado por Lope de Rueda, aunque existe el Jauja real a la vera del Genil, cerca de Lucena. En la Jauja ideal, “a la gente se le paga por dormir, se castiga a los que trabajan, hay un río de miel y otro de leche, las calles están pavimentadas con yema de huevo…”. En la real las cosas funcionan de otra manera. Sabemos de sobra lo que cuestan las cosas. Sin sacrificio y trabajo no hay cosecha.
El sábado subí a las Ermitas de Córdoba con unos amigos y sus hijos. Las criaturas rondaban entre los cinco y diez años. Fue una excursión simpatiquísima. Me admiró su espíritu de sacrificio, su competitividad, su inocencia. Pero más todavía, ver que los mayores los animaban a ser fuertes: descansamos dentro de un rato, luego bebemos, ánimo… Un claro contraste al yo te llevo la mochila, toma un donut, te subo a caballito, bebe un poco… Parece que el amor se demuestra mimando, evitando el esfuerzo, facilitando las cosas.
Una sociedad consumista que confunde la felicidad con tumbarse en el sofá, con el placer, con el pelotazo, pide que se lo den todo hecho. Solo sabe de derechos y exigencias. Es un mundo enfadado, triste. Como un niño mal educado que, cuando no consigue lo que quiere, berrea y patalea. Lo propio del ser humano, libre, con dignidad es ganarse el pan con el sudor de su frente. Dice el Salmo: “Los que sembraban con lágrimas, cosechan entre cantares. Al ir, iba llorando, llevando la semilla; al volver, vuelve cantando, trayendo sus gavillas”. Lo que llena de gozo es contemplar el fruto de nuestros esfuerzos, no que me lo den todo hecho.
Nos cuesta comprender el valor del sacrificio, del dolor, del fracaso. El pensamiento light prefiere la superficialidad, lo débil. La gente quiere vivir bien, divertirse, anclarse en una eterna adolescencia. Los muchos años de paz y de bonanza en Europa han propiciado esta mentalidad, quizá olvidando que superar los totalitarismos, las guerras y penurias ha costado mucho esfuerzo y trabajo. Ahora vemos el huerto florecido lleno de frutos pero, si no lo cultivamos se transformará en un erial.
El odio a la Cruz, el empeño por arrancarla de todo lugar público, no es solamente una intolerancia al cristianismo, también manifiesta el rechazo a lo humano. Es un olvido de lo que somos: criaturas limitadas, imperfectas, que van alcanzando su esplendor con mucho esfuerzo. Parecido a cómo una pareja de mirlos saca adelante su camada, a cómo logran subsistir con un esfuerzo constante. La vida es lucha, siempre lo ha sido y lo será.
Hoy leemos estas palabras de Jesús: “Si alguno quiere venir detrás de mí, que se niegue a sí mismo, que tome su cruz y que me siga. Porque el que quiera salvar su vida la perderá; pero el que pierda su vida por mí y por el Evangelio la salvará. Porque ¿de qué le sirve al hombre ganar el mundo entero, si pierde su vida?”. Suena duro, pero más triste es vivir sin sentido, sin dignidad; contemplar las manos y verlas vacías.
Constatar que, por egoísmo y comodidad, no logramos hacer feliz a nadie, que nuestra desidia y falta de compromiso ha arruinado la hacienda, que no tenemos un hogar, por rica que sea nuestra casa. Conservar un amor supone entregarse mucho, perdonar mucho, tener una paciencia infinita. Educar bien a unos hijos no es tarea fácil, pero es un reto apasionante. Los amigos exigen tiempo, dedicación, favores. Sacar adelante un negocio, cualificarse profesionalmente, reclama un esfuerzo ímprobo.
Así es la vida, por eso decía san Josemaría: “Algunas veces se habla del amor como si fuera un impulso hacia la propia satisfacción, o un mero recurso para completar egoístamente la propia personalidad. Y no es así: amor verdadero es salir de sí mismo, entregarse. El amor trae consigo la alegría, pero es una alegría que tiene sus raíces en forma de cruz”.
La factura de la luz hay que pagarla, ciertamente que a un precio justo, pero pagarla. Mejorar supone una lucha para crecer en virtudes. El Cielo está en lo alto y subir requiere esfuerzo; en cambio, deslizarse hacía los infiernos es más fácil. También el dolor nos hace solidarios. Nos acordamos especialmente de todos aquellos que sufren las consecuencias del covid-19.