El 15 de agosto más de mil poblaciones de España celebran la Asunción de la Virgen
Hace unos años, el exministro Jorge Fernández Díaz tuvo una entrevista con el Papa emérito Benedicto XVI en la que este afirmó que el diablo quiere destruir España, cosa que lamentablemente vamos constatando. Pero aseguró también que no lo conseguirá si utilizamos estas cuatro herramientas: “Humildad, oración, sufrimiento y devoción en la Santísima Virgen”.
Cuando en su última visita a España Juan Pablo II entró en el aeródromo de Cuatro Vientos, más de un millón de voces jóvenes le aclamaron entusiasmados. Se creó un clímax muy especial y emotivo que alcanzó el culmen con el canto del Avemaría por Niña Pastori. San Juan Pablo II se despidió de su amada España con estas palabras: “Hasta siempre tierra de María”. Y eso es España, la amada tierra de María. No hay rincón de nuestra patria que no esté presidido por una imagen suya. En esta bendita Andalucía su patrocinio está especialmente presente. Por eso tenemos esperanza. Sabemos que estamos en buenas manos.
El 15 de agosto más de mil poblaciones (1.184) de España celebran a su patrona, la Asunción de la Virgen. Copio un titular: “el día en que (casi) todos los pueblos de España tienen verbenas”. En pleno verano este acontecimiento nos llena de alegría. Fiesta muy humana, conmemoramos el final de la vida de María, la madre de Jesús y nuestra. Es bonito saber que no acaba todo aquí abajo, que el ansía de vivir para siempre se realiza. Que todo el bien que hemos sembrado propiciará una espectacular cosecha, nos iremos con las manos llenas, rebosantes de amor y de agradecimiento, como le sucede a la Virgen. El tránsito, la dormición, la muerte tiene también su gloria, es el momento de subirse al podio, escuchar el himno y recoger la medalla, es este caso de oro y brillantes.
La dormición de María es un episodio de gracia, de esperanza, de alegría. Sube al encuentro de su divino Hijo, a recibir el abrazo del Padre eterno, a encontrarse con el Espíritu de Amor, a estar con su querido esposo José. En premio a todos sus méritos asciende al cielo en cuerpo y alma, como su Hijo querido, que siendo Dios y Hombre no esperó el final de los tiempos para llenarla de besos. En este caso, la proverbial paciencia divina, es maravillosamente impaciente.
El papa Francisco se expresaba así: “La fiesta de la Asunción de María es una llamada para todos nosotros, especialmente para los que están afligidos por las dudas y la tristeza, y miran hacia abajo, no pueden levantar la mirada. Miremos hacia arriba, el cielo está abierto; no infunde miedo, ya no está distante, porque en el umbral del cielo hay una madre que nos espera y es nuestra madre. Nos ama, nos sonríe y nos socorre con delicadeza”. Tenemos una Madre de misericordia, que es vida, dulzura y esperanza nuestra, y “jamás se ha oído decir que ninguno de los que han acudido a vos haya sido desoído de vos”.
Confiados en su protección, le rogamos que conserve la fe en España, cuide de nuestras familias, se respete el sentido común y sean los padres los responsables de la educación de sus hijos, se cuide a los enfermos y ancianos, y todos puedan vivir con dignidad teniendo un buen trabajo. Siguiendo las indicaciones del Papa emérito, practiquemos la humildad respetando a todos y haciéndonos respetar. Colaboremos al bien común aportando nuestro grano de arena en los pequeños detalles de cordialidad, de trabajo bien hecho, de simpatía y de servicio. Seamos luz en medio de tanta oscuridad.
La oración ha sido siempre nuestra fuerza, de un modo especial la oración familiar: la bendición y acción de gracias en las comidas, el rezo del rosario, la asistencia a misa. En sus apariciones la Virgen siempre nos anima al rezo del rosario, oración favorita de María. Dice el papa Francisco: “El Rosario es la oración que acompaña siempre la vida, es también la oración de los sencillos y de los santos… es la oración de mi corazón”. Una gran cadena de oración alcanzará el favor divino.
La cuarta herramienta sugerida es el sufrimiento, procuremos dar sentido a todo lo que nos desagrada, ofrezcamos nuestras dificultades y privaciones. Nos hemos acostumbrado a unos niveles de vida que ni son justos ni convenientes. En primer lugar, porque tenemos que pensar en los demás, hay mucha gente que no tiene lo necesario mientras a nosotros nos sobra mucho y estamos llenos de caprichos. El ser buenos hijos de María nos lleva a considerar a los demás como hermanos, a compartir con ellos. Después porque el consumismo, el hedonismo no nos hace felices, lo que llena es hacer el bien. Nuestra Madre nos lleva de su mano por ese camino.