“Sobre las cosas que no se conocen siempre se tiene mejor opinión”. -Gottfried Wilhelm Leibniz-
Los ultracrepidianos son esas personas que opinan sobre todo sin tener conocimiento de casi nada. Son esos perfiles que no dudan en corregirnos, en minimizar nuestras valías para destacar en cualquier circunstancia y en medio de toda conversación.
Los ultracrepidianos, lejos de estar en peligro de extinción, aparecen más cada día. Son esas personas que opinan sobre todo sin tener conocimiento de nada. Son los que nunca se callan, los que nos corrigen, los que tienen sugerencias para casi cualquier tema, los que quieren arreglar el mundo casi cada día y aquellos que infravaloran a los auténticos expertos en un área.
Resulta curioso lo rico que es nuestro lenguaje y los términos de los que disponemos para definir esos comportamientos que vemos tan a menudo. Ultracrepidarianismo parece sin duda una de esas palabras tan complicadas de recordar como de pronunciar. Sin embargo, resulta sorprendente saber que lleva con nosotros desde épocas muy remotas y que la usan en casi cualquier lugar de mundo.
En inglés es ultracrepidarianism, en francés ultracrepidanisme, en bosnio ultrakrepidarianizam… Entre todos nosotros hemos dado nombre a ese perfil con una tendencia casi obsesiva a opinar y dar consejos sobre áreas de las que generalmente no siempre se conocen ni controlan. Ahora bien, queda claro no obstante que todos tenemos pleno derecho a dar una opinión sobre cualquier aspecto.
Sin embargo, hacerlo con humildad y desde esa óptica desde la cual entender que no dominamos todas las materias de la vida, puede decir mucho de nosotros. Así, es interesante saber que el comportamiento de los ultracrepidianos es una materia de gran interés para el campo de la psicología. Veamos más datos a continuación.
“Sobre las cosas que no se conocen siempre se tiene mejor opinión”. -Gottfried Wilhelm Leibniz-
Si das tu opinión sobre las imágenes de la cara oculta de la Luna facilitada por la sonda china Chang’e-4, los ultracrepdianos intentarán darte un comentario propio de Carl Sagan. Asimismo, si opinas de política, subirán a su atril y aspirarán a darte un discurso propio de Winston Churchill. Si hablas de fútbol, economía o física cuántica, ellos aspirarán siempre a demostrarte cuánto saben.
Los ultracrepidianos tienen respuestas para todo. No se callan. Tampoco son conscientes de sus limitaciones y lo que es peor, no respetan. Asimismo, son de los que buscan destacar a toda costa y, para ello, no dudan en descalificar a los demás.
Si nos preguntamos ahora cuál es el origen de esta palabra debemos remontarnos a Apeles de Colofón, un exquisito pintor del año 352 a. C.
Cuenta la historia que en una ocasión mientras el artista preferido de Alejandro Magno estaba enfrascado en una de sus obras, entró un zapatero a su taller para dejarle un encargo. Cuando este vio las pinturas y los murales, empezó a criticar muchos de los detalles.
Ante ese comentario, Apeles de Colofón le dijo lo siguiente: “Ne supra crepidam sutor iudicaret” (que el zapatero no opine más arriba de los zapatos). De ahí también la clásica expresión “zapatero a tus zapatos”.
Los ultracrepidianos y el efecto Dunning-Kruger
Los ultracrepidianos se caracterizan básicamente por un principio muy elemental: cuanto menos saben más creen saber sobre algo. Esta relación responde a lo que en psicología se conoce como efecto Dunning-Kruger.
El efecto Dunning-Kruger es un sesgo cognitivo muy común por el cual las personas con menos competencias cognitivas e intelectuales tienden (por término medio, pero no en todos los casos) a sobreestimar sus propias capacidades.
Desde la psicología social y a través de estudios como los llevados a cabo por los psicólogos Marian Krak y Andreas Ortman, de la universidad de Berlín, nos señalan lo siguiente. En primer lugar, los ultracrepidianos pueden llegar incluso a ostentar puestos de poder.
Hay personas en nuestra sociedad que ocupan puestos para los cuales, no tienen las suficientes competencias. Sin embargo, esa autoevaluación inflada, sumada a una actitud extravertida y resuelta, puede permitirles llegar a posiciones que otros más aptos no consiguen.
No hay que infravalorar a los ultracrepidianos: su efecto puede ser muy nocivo
A veces el comportamiento de los ultracrepidianos puede quedarse en lo anecdótico. Es muy famosa, por ejemplo, la historia de McArthur Wheeler, un hombre que atracó un banco en Pittsburgh en 1990. Cuando las autoridades lo apresaron él quedó muy sorprendido: no entendía cómo podían verlo.
Decía haberse aplicado zumo de limón sobre el rostro y el cuerpo para ser invisible. Queda claro que el joven Wheeler sufría un trastorno psicológico, pero la rotundidad con la que defendía la relación entre el zumo de limón y la invisibilidad, llamó la atención de los expertos.
Ahora bien, más allá de estos casos puntuales hay algo que debemos tener claro. Los ultracrepidianos son capaces de hacer mucho daño. Tener a un padre, una hermana, un jefe o un vecino obsesionado en boicotear nuestras habilidades, en descalificar y apostillar cada uno de nuestros comentarios, puede generar un gran agotamiento psicológico.
Lo ideal es no caer en sus provocaciones, lo sabemos. Sin embargo, si estamos obligados a tenerlos cerca a diario, deberíamos tomar otras medidas más drásticas para frenar su efecto. Dejarles claro que sus comportamientos son dañinos y ofensivos es una estrategia, la otra sería ya más contundente y requeriría sin duda mantener una adecuada distancia de este tipo de perfiles. Pensemos en ello.
Valeria Sabater, en lamenteesmaravillosa.com/
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