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Tres lecciones desde la experiencia y el discernimiento personal y eclesial; tres propuestas para el camino evangelizador
En su balance del Sínodo sobre la nueva evangelización, el periodista Sandro Magister recoge tres intervenciones que expresan de algún modo el ambiente que allí debió de vivirse, al decir de los participantes.
Educación en la fe, los sacerdotes y los jóvenes
La primera intervención fue la que recibió más aplausos en la sala. Tommaso Spinelli, joven catequista, laico, de Roma, habló de la educación de la fe (la catequesis), del papel de los sacerdotes y la respuesta de los jóvenes (la traducción es mía):
«La nueva evangelización necesita sustancia: catequesis con densidad, que sepa decir algo serio a nuestra vida, pero también y sobre todo, vidas con densidad (referentes), que muestren con los hechos la solidez de quien es cristiano. Con mayor razón hoy, cuando las familias están desunidas y con frecuencia renuncian a su papel educativo, los sacerdotes testimonian a los jóvenes la fidelidad de una vocación y la posibilidad de escoger un modo de vivir alternativo y más bello respecto al propuesto por la sociedad.
Lo que me preocupa —añadía el joven catequista— es que, sin embargo, tales figuras referentes de calidad se están convirtiendo en minoría. El sacerdote ha perdido confianza en la importancia del propio ministerio, ha perdido carisma y cultura. Veo sacerdotes que se adaptan al pensamiento dominante. Lo mismo en la liturgia que en la tentación de hacerse originales, y se vuelven insignificantes. Sacerdotes, os pido que encontréis el coraje de ser vosotros mismos. No temáis, porque allí donde seáis auténticamente sacerdotes, allí donde propongáis sin miedo la verdad de la fe, nosotros, los jóvenes, os seguiremos. Son nuestras, de hecho, las palabras de Pedro: “Señor, ¿a quién iremos? ¡Sólo tú tienes palabras de vida eterna!” Y nosotros tenemos un hambre infinita de algo eterno y verdadero».
Formación sacerdotal, Catecismo de la Iglesia Católica, liturgia
«Por tanto —prosigue Tommaso— propongo:
1) Aumentar la formación de los sacerdotes, no solo espiritual sino también cultural. Con demasiada frecuencia vemos hoy sacerdotes que han perdido el papel de maestros de cultura que les había hecho importantes en toda la sociedad. Hoy, si queremos ser creíbles y útiles, debemos volver a tener buenos instrumentos culturales.
2) Redescubrir el Catecismo de la Iglesia Católica en su conciliaridad: en particular la primera sección de cada parte, donde los documentos del Concilio iluminan los temas tradicionales. El Catecismo muestra la sabiduría de anteponer a la explicación del “Credo” una sección inspirada en la “Dei Verbum”, en la que se explica la visión personalista de la revelación; a la explicación de los sacramentos, la “Sacrosanctum Concilium”; y a la de los mandamientos la “Gaudium et spes”, que muestra al hombre creado a imagen de Dios. La primera sección de cada parte del Catecismo es fundamental para que el hombre de hoy sienta la fe como algo que le afecta de cerca y que es capaz de dar respuesta a sus preguntas más profundas.
3) Finalmente, la liturgia: con demasiada frecuencia se la pasa por alto y se la desacraliza; debe volver a ser el centro de la comunidad parroquial o territorial».
Una Iglesia en crecimiento
Las otras dos intervenciones fueron citadas por el Papa en su breve alocución del 27 de octubre, como testimonio —dice Magister— de una Iglesia que “crece y vive”, precisamente donde es pequeña y pobre. Son las del obispo croata de Tromso (Noruega) y el obispo de origen francés, de Phnom-Penh, Camboya.
Así se expresó Berislav Grgic, obispo prelado de Tromso, Noruega: «En los países nórdicos —Dinamarca, Finlandia, Islandia, Noruega y Suecia— la Iglesia católica es una pequeña minoría y, por tanto, no tiene ni las ventajas ni las desventajas que se encuentran frecuentemente en las regiones en las que el catolicismo es tradicional y/o prevalente. A pesar de su limitada importancia, desde el punto de vista numérico y social, la nuestra es, sin embargo, una Iglesia en crecimiento. Se construyen o adquieren nuevas iglesias, se establecen nuevas parroquias, se añaden ritos no latinos, el número de las conversiones y de los bautismos de adultos es relativamente alto, no faltan las vocaciones para el sacerdocio y la vida religiosa, el número de los bautismos supera con mucho al de los difuntos y a los que abandonan la Iglesia, y la presencia en la misa dominical es bastante alta».
Más aún, prosigue: «En algunos sectores de la sociedad hay gran interés por la fe y por la espiritualidad, bien sea por parte de los no creyentes que buscan la verdad, bien sea por parte de los cristianos comprometidos de otras confesiones, que desean profundizar y enriquecer la vida religiosa. Además se observa que en los últimos años son más bien numerosas las órdenes contemplativas que han abierto casas propias. Sin embargo, la transmisión de la fe se ha hecho más difícil por las grandes distancias. Nuestros sacerdotes deben viajar mucho (quizá hasta 2000 kilómetros al mes), para visitar a los fieles que viven lejos y celebrar con ellos la misa. En los meses invernales esto se hace muy costoso».
Los supervivientes anuncian la fe
El testimonio de Olivier Schmitthaeusler, vicario apostólico de Phnom Penh, Camboya, no es menos sugerente: «El genocidio perpetrado por los Khmer rojos acabó con obispos, sacerdotes, religiosos y la mayor parte de los cristianos. Desde hace veinte años, vivimos nuevamente en la época de los Hechos de los Apóstoles, con un primer anuncio de la Buena Nueva, practicado por los pocos supervivientes y sostenido por la llegada en masa de misioneros. Hoy tenemos alrededor de 200 bautismos de adultos cada año. La pequeña Iglesia de Camboya es en cierto modo un laboratorio de evangelización en un mundo budista, que se ha adherido plenamente al proceso de secularización traído por la globalización, un poco como los dragones asiáticos. La misión ‘ad extra’ está íntimamente ligada a la misión ‘ad intra’. ¡‘Ad extra’ y ‘ad intra” se enriquecen recíprocamente exhortándonos a servir a una sola y única misión evangelizadora!».
A lo que añade: «He aquí algunos puntos significativos para un primer anuncio de Jesucristo, que también pueden ser apropiados para la reflexión sobre la nueva evangelización. Dos son fundamentales: 1) El verdadero encuentro con Jesucristo abre el corazón a la caridad y a la experiencia del perdón, para conducir al redescubrimiento del don de la vida; 2) los laicos son apóstoles en este mundo». (“Apostolicam actuositatem”).
Y termina: «¿Y cómo será la Iglesia sacramento de Cristo en el mundo para una nueva evangelización, de hecho y en verdad? 1) Una Iglesia que toca el corazón; 2) una Iglesia sencilla; 3) una Iglesia acogedora; 3) una Iglesia orante; 4) una Iglesia alegre».
Tres lecciones desde la experiencia y el discernimiento personal y eclesial. Tres propuestas para el camino evangelizador. ¿Qué propondríamos nosotros en nuestro ambiente?.
Ramiro Pellitero. Universidad de Navarra
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