Dentro de cada persona, hay una selva de ruidos, temores, añoranzas, ilusiones, fracasos, deseos, amores, pasiones y sentimientos, que van surgiendo y madurando en la experiencia y la convivencia diaria.
La madurez humana consiste en ordenar esos ruidos al fin, a la visión, a la jerarquía de valores de la persona, enseñoreandose así el ser humano, de su propia vida para alcanzar la realización y la felicidad.
Si definimos a la persona a nivel fenomenológico, observando de ella la cotidianeidad, podemos decir que un ser humano:
La persona, tomando como base lo que ES (sus potencias) debe ir poniendo orden a los ruidos, a la selva interior, para que esas potencias sean convertidas en acto, en realización.
La inteligencia debe preguntarse por el descubrimiento de LA VERDAD, el corazón debe atreverse a conseguir y a AMAR esa VERDAD, la libertad debe guiarse por esa VERDAD, de otra manera, no se está siendo congruente con el propio SER y por lo tanto, no se puede alcanzar la finalidad más esencial de la persona: SER FELIZ.
Desgraciadamente nuestra sociedad no está asumiendo la verdad de la esencia del ser humano. No responde a lo que somos ni a lo que nos falta, ni a lo que deseamos.
La persona no es un objeto para ser exhibido y usado en reallity shows, no es un objeto consumible de placer, no es una piel bronceada y tersa, no es un cabello liso y brillante, no es un momento de pasión, no es una canción sensual, no es un instrumento económico, no es un ser por y para el sexo. Esos son algunos MEDIOS o elementos que comportan una pequeña parte del ser humano, pero no son fines y menos de largo alcance.
Esta visión, solo conduce al subjetivismo, individualismo, utilitarismo, egocentrismo, hedonismo, materialismo, que se refleja en leyes y acciones sin verdad, sin visión de largo plazo, sin amor, sin apego al bien, sin rechazo al mal, sin congruencia, ni testimonio, ni trascendencia.
El ser humano es un ser por amor y para amar…
¿Te ha pasado que alguien te pregunta porque lo amas, lo procuras, lo quieres, lo proteges, lo disculpas y te brindas sin interés por su felicidad? ¿Has encontrado la respuesta? Por más vuelta que le des, solo hay una y radical explicación: TE AMO PORQUE ERES TU, POR EXISTIR, POR SER COMO ERES. Se ama en la medida en que se capta lo verdadero, lo bueno, lo trascendente, y se le quiere como es, para que sea feliz: ESTE ES EL AMOR.
C.S. Lewis en su obra “Los cuatro amores” define:
Hay que recuperar el sentido de la vida de la persona: LA PERSONA VIVE POR AMOR Y PARA AMAR . Hay que recuperar el sentido del sentimiento, el sentido del amor en todos los ámbitos de la vida, el atreverse a vivir conforme a la propia naturaleza y manifestarlo sin miedo, saber decir TE QUIERO, TE AMO, sin pena, sin cochambre mental o espiritual. Hay que recuperar la seguridad de la belleza objetiva de la vida que radica en el amor sin condiciones con la seguridad de una meta común: la realización y felicidad en esta vida para alcanzar a Dios en la otra. ESTA y solo esta, es la razón de la existencia, y por lo tanto, la razón del sentimiento, del amor.
“Amar significa dar y recibir lo que no se puede comprar ni vender, sino solo regalar libre y recíprocamente” (Juan Pablo II). Hay que educar para regalarnos, para servir, para atrevernos a ser libres en el amor, para ser auténticos viviendo con fidelidad y con compromiso la vida y la propia misión.
Educar los sentimientos, es educar a la persona en el servicio, es educar a la persona en la solidaridad firme y perseverante para conseguir el bien común, el bien de todas y de cada una de las personas que nos rodean. Educar los sentimientos es ayudar a comprender el mundo y la verdad de las relaciones humanas. Educar los sentimientos es saber entender lo que otro siente, aun cuando creamos que nosotros tenemos la razón. Educar los sentimientos es dotar de fuerza la intimidad humana que ilumina la propia existencia para poder llevar esa luz a otros. Educar los sentimientos es provocar que la persona tenga una imaginación creadora, una mente lúcida, un corazón infinito, y los afectos más puros. Educar los sentimientos, es poner orden a la selva, es regar terrenos áridos para que broten amores exquisitos que iluminen y marquen la vida de la humanidad. Educar los sentimientos es alentar, contemplar, escuchar, aprender, ceder, comprender. Educar los sentimientos es forjar personas para las personas, formar amores para los amores. Educar los sentimientos es amarnos para amar y servir aún más a los demás.
Rosa Martha Abascal de Artón, en autorescatolicos.org/
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