Una persona honesta lo es porque vive otras cualidades que permiten llevar una vida digna. Se convierte en fiable porque se sabe que no cambiará de criterio, aunque reciba presiones
Los actos contra la naturaleza traen
disturbios contra la naturaleza (Shakespeare)
Se llama honrada, honesta, a la persona que piensa y obra con justicia, rectitud e integridad; la sinceridad es una muestra de honestidad. La persona íntegra no miente ni incurre en falsedad. Valora más ser coherente con sus principios que el beneficio que pudiera obtener si se los salta. Sigue una pauta de vida coherente y en su entorno es conocido por su integridad. No siempre resulta fácil actuar así; en algunos ambientes, predomina lo contrario y negarse a cometer fraudes puede causarle problemas. Su conducta no depende de lo fácil o difícil que resulte ser descubierto en el fraude, sino de seguir el dictado de una conciencia que no pacta con la corrupción, le descubrieran o no.
La credibilidad de esa forma de comportarse es alta, pero también lo es el riesgo de ser excluido de algunos proyectos, en los que su rectitud sería un obstáculo. ¿Cómo formar en la práctica estas cualidades? Una persona honesta lo es porque vive otras cualidades que permiten llevar una vida digna. Se convierte en fiable porque se sabe que no cambiará de criterio, aunque reciba presiones. Para formar personas así hay que apoyar ese valor en los motivos que la ética sugiere para una vida honesta; entre otras áreas, es preciso forjar la voluntad para resistir las presiones personales o las de un ambiente corrupto.
La persona honesta cumple los acuerdos, no se aprovecha de leyes injustas ni de vacíos legales, etc. En algunos países, en donde la corrupción está muy extendida, es motivo de burla quien tras ocupar un cargo público, no se ha aprovechado de su situación para robar con impunidad. Esas personas trabajan bien, aunque nadie las supervise. Se aprecia en muchas áreas pero un ejemplo se aprecia al construir edificios, en los que resulta sencillo sustituir unos materiales por otros, o variar los porcentajes en la mezcla de materiales. Para quien no actúa así, esa forma de vida puede causar recelo; no entiende que pudiendo aprovecharse no lo hagan. Esto no se refiere solo al dinero, sino al nepotismo en el nombramiento de cargos, en la toma de decisiones, etc.
Tenía razón Manzoni, el autor de Los novios, cuando escribió: Una de las alegrías de la amistad es saber en quién confiar. El verdadero amigo ni pide ni ofrece lo que es deshonesto. Esta forma de actuar puede llevarle a perder el trato de personas que no entienden sus principios; más todavía, piensan que ellos no reciben favores porque no están en su entorno. En cada país varían las muestras de corrupción, pero es reducido el abanico de vicios que empujan a conductas innobles: la avaricia y la falta de compromisos éticos, son dos rasgos; ser firmes en el principio de que el fin no justifica los medios; a veces puede ser heroico seguir esta pauta. Algunos piensan que, en el fondo, todos tenemos un precio y es cuestión de buscar el flanco débil para llegar a acuerdos inmorales.
Quien es fiable, pide el salario justo por su trabajo; esa retribución debe no solo ser acorde con la ley, sino también con la justicia; hay actos legales pero inmorales; puede haber contratos que se ajustan a la letra de la ley, pero que son contrarios a la justicia. Ojalá que las leyes fueran siempre justas, pero no lo son siempre. Es deseable que las personas que ocupan cargos públicos reciban un sueldo digno; así se valora su trabajo y se evitan factores que llevan a la extorsión. Cuando el trabajo en la vida pública está mal retribuido o valorado, quienes tienen capacidad no se quieran dedicar a esas tareas, pues ganan más en otras profesiones mejor valoradas. Quevedo, con su agudeza habitual, escribió que: aquel hombre que pierde la honra por el negocio, pierde el negocio y la honra. La honradez no siempre es elogiada. Ceder una vez significa abrir una puerta cuya llave no debiera usarse; quizá ni debiera haber puerta, sino una pared.
Vale la pena recordar lo que Cicerón llamó la primera ley de la amistad: pedir a los amigos solo cosas honestas; pedir algo innoble es mancillar la amistad y poner en situaciones incómodas a quienes reciben esas peticiones. Un relato ilustra cómo evitar esos compromisos incómodos: en el cumpleaños de un gobernante, se recibieron en su casa muchos regalos. Durante la cena de celebración, esa persona encargó a otra de su confianza que separara aquellos en los que venía el nombre del donante de aquellos que no lo ponían. Cuando vio que había terminado su tarea le pidió traer los regalos. Abrió primero los regalos en los que ponía el nombre del donante; algunos eran muy valiosos. Después de abrir cada uno, llamaba al donante y le decía: “Te agradezco tu regalo, pero no debo aceptarlo” y lo devolvía sin excepción. Al terminar ese grupo, abrió los regalos de aquellos que venían sin nombre y comentó: “Estos los acepto porque no comprometen mi forma de gobernar”. Glosó su actuación diciendo que en su puesto, no había que atarse favores.
Es conocida la fama de incorruptible que tenía Tomás Moro. Cuando ejercía como juez, le llegó un regalo de origen desconocido y que, por esa razón, no pudo devolver al donante; lo entregó de inmediato, para no lucrase con algo que no era fruto de su trabajo. No fue posible acusar a Moro de corrupción. Cuando se intentó, al oír la acusación de aceptar regalos siendo juez, hubo una gran carcajada en el parlamento. Era pública la corrupción del acusador y la rectitud de Moro. Moro fue condenado por no ceder a una petición injusta del rey; lo hizo a pesar de los beneficios que éste le prometía, si cedía. Como buen abogado se defendió. Cuando supo que la condena ya estaba fijada de antemano, Moro tomó la palabra e hizo un breve discurso que muestra la integridad propia de un buen gobernante. Lo fácil hubiera sido ceder, pero hubiera sido actuar contra el derecho y su conciencia.
No se trata de hacer elencos de criterios; si bien, las personas con poca experiencia en un puesto, pueden pedir consejo para saber cómo actuar en ocasiones dudosas para ellos. El dinero es pegajoso y conviene usarlo con criterios de trasparencia; si hubiera que hacer un arqueo de dinero, es bueno hacerlo con una persona honesta. Tomar un dinero, ante una situación de apuro económico, con intención de devolverlo, puede ser el comienzo de una cadena de préstamos que llevan al precipicio. No pedir favores que supongan compromisos con subordinados, es el modo de evitar cadenas.
Los medios para corromper a las personas son tan antiguos como la historia. En las escuelas diplomáticas se dan consejos que se podían dar hace un milenio; las deudas de juego, la prostitución o el abuso de alcohol siguen siendo usadas con éxito. Varía la estrategia, pero las personas somos vulnerables por los mismos flancos. Cambian las personas que ocupan los puestos, pero no la naturaleza humana. Decía un escritor, Montaigne, que una persona honrada prefiere perder el honor antes que la conciencia.
No es lo mismo que lo anterior, pero guarda relación. Un padre, una madre, un educador será escuchado en la medida que sea coherente. Hace medio siglo, dijo el actual san Pablo VI que: el hombre contemporáneo escucha más a gusto a los que dan testimonio que a los que enseñan o, si escuchan a los que enseñan, es porque dan testimonio. Un pequeño detalle que se cuenta de Gandhi da idea de hasta dónde se puede exigir uno a sí mismo. Una madre veía que su hija tomaba muchos caramelos al día, lo que ponía en riesgo su dentadura. Ella acudió a Gandhi para pedirle que le convenciera a la joven y cambiara esa costumbre. Este pidió una semana de plazo; causó sorpresa, pero como era posible, esperaron a la semana siguiente. Gandhi dijo a la joven lo que la madre pedía. Esta quiso saciar su curiosidad y le preguntó el motivo del retraso; la respuesta fue: yo hace una semana también tomaba muchos caramelos. Consideró que para tener autoridad moral para hablar debía corregirse él antes.
Cuenta Havard en uno de sus libros, que dando un curso de gestión a miembros de un gobierno, uno le dijo: habla usted a un público que no es el suyo; somos políticos, precisamente porque no somos virtuosos. En ese país quizá era cierto, pero la respuesta del ponente debió llegarle al corazón. Ese político falleció de una grave y rápida enfermedad meses después. En esa etapa final de su vida tuvo un cambio profundo, fruto de convertir su corazón. Quizá los argumentos de este formador de directivos le ayudaran a rectificar. Estas ideas son válidas, las vivan muchos o pocos. Se aprecia en este suceso: En varias ocasiones el general Lee habló en términos elogiosos de otro oficial. Un militar presente le dijo sorprendido: General, ¿no sabe que es uno de sus peores enemigos y que no pierde ocasión de hablar mal de usted? Sí, respondió Lee, pero me pidieron mi opinión sobre él, no la que él tiene de mí.
Para leer:
Covey, S.R.: El liderazgo centrado en principios. Ed. Paidós. 2013.
Para ver:
El puente de los espías. EE.UU, 2015. Dirigida por Steven Spielberg.
Rafael Lacorte Tierz / José Manuel Mañú Noain
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