Los tecnificados y científicos hombres del siglo XXI no debemos cerrarnos al don de la fe
DiarioDeCadiz.es
Si pretendemos resolver cuestiones importantes y decisivas; temas como la vida, la familia, la relación con Dios, las relaciones con los demás, o exigencias de justicia o de la verdad, no las podemos meter en moldes de "plástico" prefabricados con nuestras ideologías
Cuando en el lenguaje coloquial nos referimos a la fe, a tener o no tener fe, o hablamos de la fe de la Iglesia, o del desmantelamiento religioso de la cultura occidental contemporánea, normalmente estamos indicando el mensaje y la persona de Jesucristo, el Mesías, el Salvador, el Hijo de Dios que tomó nuestra naturaleza humana, se hizo igual a nosotros en todo menos en el pecado, para que nosotros nos identifiquemos con Él, vivamos como hijos de Dios en la verdad y en el amor, y alcancemos la bienaventuranza eterna.
El Año de la fe, desde el 11 de octubre hasta el 24 de noviembre de 2013, que ha proclamado Benedicto XVI es una invitación a profundizar en el conocimiento de la fe y acrisolarla, en el pensamiento y en la actuación. Es una ocasión para agradecerla, disfrutarla y difundirla, como magnífico don de Dios en Jesucristo, «por el que se hicieron todas las cosas en los cielos y en la tierra» como apostilla San Pablo.
Los tecnificados y científicos hombres del siglo XXI no debemos cerrarnos al don de la fe; no somos autosuficientes, hemos de dar espacio a Dios dejándole intervenir en nuestras vidas, abriéndonos a la luz de la fe. Las técnicas y las ciencias positivas, por desarrolladas que estén, no agotan el espacio, ni agotan nuestro entendimiento; son antesala o preámbulos de la fe en el mejor de los casos, y herramientas de la inteligencia y del quehacer humano, que, vale la pena decirlo, tienen su origen y fundamento en Dios, y también en Él su perfección y acabamiento. La riqueza de la creación artística y literaria, el alcance de los debates científicos o políticos no escapan al origen y al fin de la creación; a la verdad y al amor de Cristo, Hijo de Dios y Luz del mundo.
Por eso cuando hay identificación con Jesús, cuando se le sigue de cerca, la vida del fiel, del hombre de fe, se llena de fuerza vital, de sabiduría, de capacidad de juicio y de adelantarse al futuro, como se hace patente de mil maneras diferentes en las vidas de los santos. De otro modo, también se manifiesta en las actuaciones magisteriales del Papa o bien para todo el Orbe o en sus viajes apostólicos, como en el más reciente a Líbano.
En un momento agitado por la violencia y en un ambiente difícil, Benedicto XVI no ha dudado en acudir para atender las dificultades de los fieles en los países del Oriente Medio. Y lo hizo con una profundidad, una oportunidad e incluso brillantez extraordinarias, dejándonos unos discursos, mensajes y la Exhortación Sinodal especialmente interesantes. En el acto culminante de su visita, la Misa del domingo, aglutinó a 350.000 personas de 17 países y a 75 obispos. Como suele ser habitual, se dirigió a los fieles de la Iglesia y a toda persona de buena voluntad. Habló de la dignidad humana, de libertad religiosa, de respeto a los demás, del valor sagrado de la vida humana, de paz y convivencia, etc. Todo ello engarzado de manera estupenda, que convertía sus palabras en un mensaje novedoso, atractivo y luminoso, que no dudo que habrá calado y seguirá calando a corto y a largo plazo.
Vale la pena saborear como golosinas algunas de sus afirmaciones. Decía en el avión de ida que el objetivo de su viaje era «invitar al diálogo, a la paz, a caminar juntos para encontrar solución a los problemas». A la vez que condenaba las ofensas recientes a los creyentes musulmanes, decía con claridad: «El fundamentalismo es siempre una falsificación de la religión...»«Si no es raro en el Líbano que en una familia haya miembros de dos religiones ¿por qué no lo va a ser con respecto al conjunto de la sociedad?»«No olvidemos que la libertad religiosa es el derecho fundamental del que dependen muchos otros. Profesar y vivir libremente la propia religión, sin poner en peligro su vida y su libertad, ha de ser posible para cualquiera». Otro de los temas importantes abordados por Benedicto XVI es el de la guerra:«¿Qué podemos hacer contra la guerra (...) Difundir siempre el mensaje de paz, evidenciar que la violencia no resuelve nunca un problema (...) Importante aquí es el trabajo de los periodistas, que pueden ayudar mucho para mostrar como la violencia destruye, no construye, no es útil a nadie».
Y de otras cosas más habló Benedicto XVI que cada uno puede leer y meditar. Baste lo anotado para percibir que los problemas y oscuridades que nos acechan, se desvanecen a la luz de Cristo. Si pretendemos resolver cuestiones importantes y decisivas; temas como la vida, la familia, la relación con Dios, las relaciones con los demás, o exigencias de justicia o de la verdad, no las podemos meter en moldes de "plástico" prefabricados con nuestras ideologías. No sirven, somos más dignos, somos diseño divino y destinados a ser asumidos en Dios por Cristo ¡Nada menos!