Álex Rosal entrevista al escritor José Luis Olaizola
José Luis Olaizola es muy conocido en su faceta de escritor gracias a sus 82 libros publicados, de los que ha vendido millones de ejemplares. Además ha recibido varios premios como el Planeta, Ateneo de Sevilla, Barco de Vapor o el Grand Prix de la Academia des Lecteurs, entre otros… Pero la mayoría de sus lectores no saben que ha estado casado con Marisa durante 68 años, ha tenido nueve hijos, 21 nietos y 5 biznietos, y que a través de su Ong Somos Uno ha salvado a más de 2.000 niñas tailandesas de la prostitución. ¡Ya muchas de ellas son universitarias!
Y que ahora tiene 93 años y se ha lanzado a escribir un nuevo libro: Diario de una nonagenaria (LibrosLibres), del que dice que será “el último”, pero que pocos en su familia creen que cumplirá con esta decisión… Es un homenaje a Marisa, la mujer que le cambió la vida por completo, y le proporcionó los mimbres de una vida plena.
Infancia, muerte, cristianismo, familia, matrimonio, política, “Somos Uno”… son algunos de los temas que José Luis Olaizola trata en esta entrevista. Vale la pena leerle…
Cuando tenías un año muere tu madre dejando 9 hijos por criar, y con 8 años estalla la guerra civil. No fue una infancia fácil. ¿Qué recuerdos tienes de entonces?
Ahora me doy más cuenta de que mi infancia, fue muy singular. Cuando volvía del colegio no había una madre esperándome. Esa es una carencia muy dolorosa que quizá influyó en mi desastrosa conducta en el colegio. Yo creo que era un tío raro.
Tu padre era un ateo tan recalcitrante que se negó a asistir a tu Primera Comunión, arrastrando a la mayoría de los hermanos… ¿Qué pasó para que los Olaizola, con fama de ateos, pasarán a cristianos?
Y para colmo con un padre ateo, buena persona, pero que no quería saber nada de Dios. La única razón que encuentro es un fenómeno de rechazo, por haberse llevado Dios a su mujer en plena juventud, con poco más de cuarenta años. Pero lo verdaderamente enigmático es ¿por qué se convirtió poco menos que en un cristiano de comunión diaria, con setenta años y hasta con director espiritual? ¿Por lo mucho que rezábamos otros miembros de la familia?
Yo ya era del Opus Dei y estaba obsesionado con su postura y pedía todos los días por él. Fue una de mis grandes alegrías, cuando me enteré que, por su cuenta, y sin ninguna explicación plausible, comenzaba a ir a la iglesia. O puede que fuera mi madre desde el Cielo la que lo consiguió. Lo insólito es que no tenía ningún amigo que le influyera para ese maravilloso cambio.
De joven te planteaste seriamente ganarte la vida como playboy y actor de cine...
De joven era un desastre, creía que no servía para nada, pero como tenía cierto éxito con las chicas, me decía, como una desgracia, bueno, quizá con suerte puedas vivir de las mujeres, o de actor de cine, secundario, ya que para serlo no hace falta estudiar una carrera. Todo, menos hacer algo de provecho.
¿Qué pasó para que de desastroso estudiante pudieras sacarte 21 asignaturas de Derecho en 15 meses, un verdadero récord, que creo que no ha sido igualado por nadie más?
Pasó que me enamoré perdidamente de Marisa que me rechazó como novio, porque me consideraba con toda razón, un inútil. Pero al cabo de los meses, logré convencerla de que estaba dispuesto a cambiar de vida. Y me demostró que no tenía ningún problema para cursar la carrera de Derecho, puesto que tenía buena memoria y facilidad de expresión. Eso fue lo que me ayudó a aprobar 21 asignaturas en poco más de un año. Y al tiempo que me enamoraba de Marisa, me enamoré del trabajo, porque me di cuenta de que era mucho más feliz trabajando que haciendo el vago.
Si Marisa te cambió la vida, ¿qué otro acontecimiento te acabó de moldear?
Comencé a tener hijos y me di cuenta que tenía que sacarlos adelante. El tener una familia cambió profundamente mi vida. Pero lo que terminó de cambiarla fue cuando conocí el Opus Dei: me pareció maravilloso que haciendo lo de siempre, trabajar, pero de cara a Dios, podía hacerme santo.
Movirécord, Baqueira Beret, Polsa, grupo periodístico de La Actualidad Española… En pocos años no paraste de dirigir grandes empresas. ¿Cómo fueron aquellos años?
Cuando fui presidente de todas esas empresas, tuve la sensación de que me había convertido en un hombre importante. Despachaba con ministros, podía hacer favores, y en general era bastante respetado.
¿Qué pasó para que Fraga, entonces Ministro de Información y Turismo en época de Franco, logrará tu cese de Consejero Delegado de un importante grupo periodístico?
Nunca entenderé porque Fraga la tomó conmigo. Cierto que en una de mis revistas, La Actualidad Española, publiqué un artículo crítico hacia su persona, pero ordenó el secuestro de la revista, una atrocidad, que nos costó millones de pesetas, por la pérdida de las ventas y la publicidad, y consideré el asunto resuelto. Pero estuvo durante meses persiguiéndome y exigiendo mi dimisión, pero el consejo de administración de la revista me defendía, y también la prensa estaba a mi favor. Llegó a mandarnos inspectores de Hacienda, para ver si podía conseguir algo por el capítulo de defraudación de impuestos, pero no encontraron nada.
Por fin encontró un punto débil: una de nuestra publicaciones más importantes, un diario, dependía del Ministerio suyo. Y por medio de Mariano Rioja, consejero-delegado de la Editorial Católica y amigo mío, me mandó un ultimátum: o dimitía o nos quitaban el periódico. Hubiera sido muy grave para mi sociedad, y decidí dimitir. Fraga no tuvo inconveniente en dejar en la calle a un padre de familia numerosa. Allá él con su conciencia. En su encono llevó el asunto a un consejo de ministros y recibió el apoyo de Franco.
¿Cómo pasas de brillante abogado y ejecutivo de empresa a escritor a tiempo completo?
No fue un salto en el vacío. Había ganado bastante dinero y teníamos unos ahorros y sobre todo, mi mujer me animó: “Prueba a ver, para volver al mundo de las empresas siempre estarás a tiempo”. Probé con tanta fortuna que enseguida comencé a ganar premios. Eran otros tiempos y los premios más limpios. Gané todos los que estaban a mi alcance sin hacer ninguna gestión. De mi labor literaria destaco Cucho, una insignificancia que no llega a las 50 páginas, pero gracias a él he podido crear Somos Uno y luchar contra la prostitución infantil en Tailandia. Lleva publicándose 37 años, con más de 40 ediciones, se habrán vendido cerca de 600.000 ejemplares y está editado ¡hasta en China!
También destaco La puerta de la esperanza, el menos mío de mis libros, pues no dejé de ser un amanuense de Vallejo-Nágera, pero que ha hecho mucho bien y se han vendido miles de ejemplares.
Y especial cariño siento por La guerra del general Escobar con el que gané el Premio Planeta y que se ha traducido hasta en Estados Unidos. Se han vendido cerca de 500.000 ejemplares. Su protagonista me apasiona: era un buen católico que no estaba de acuerdo con Franco y su alzamiento.
Con 82 libros publicados, entre ellos varios premios: Planeta, Ateneo de Sevilla, Barco de Vapor, Grand Prix de la Academia des Lecteurs… y más de dos millones de ejemplares vendidos de tus novelas, ¿qué es lo que más destacas de tu labor literaria?
No me considero un autor “católico” del estilo de Graham Greene o Evelyn Waugh, que escribían sobre los grandes misterios de la fe, la Encarnación, la Transfiguración, etc…, sino un católico que escribe, por eso en todos mis libros Dios nunca está ausente del relato. Eso es lo que destacaría en mi labor literaria.
Y dice que la novela ‘Cucho’ te abrió las puertas para salvar de la prostitución infantil a más de 2.000 niñas en Tailandia…
Cucho, como novela era una insignificancia, apenas llega a las cincuenta páginas. Es mi primera novela infantil y la escribí porque le contaba cuentos a mi hija Rocío, enferma de leucemia, para que comiera. Sus hermanas mayores me dijeron: ¿Por qué no escribes uno de esos cuentos? Lo escribí y me olvidé de él. Cuando me dieron el Premio Barco de Vapor me quedé asombrado. Ahora es mi libro favorito, el que más premios ha tenido. Sí, gracias a que se editó en Tailandia nació “Somos Uno”.
Y de ahí nació la ONG ‘Somos Uno’ de la que eres su Presidente, y de la que tu mujer, Marisa, era la vicepresidenta…
Somos Uno es mi mayor tesoro. Es una ONG familiar, de la que yo soy el presidente, mi mujer era la vicepresidenta y mis hijos los consejeros. Habremos mandado a Tailandia cerca de tres millones de euros, que en la moneda tailandesa el “bath” es una fortuna y que nos ha permitido a escolarizar a miles de niñas en riesgo de caer en la prostitución infantil. Llevamos veinte años y cientos de ella ya están en la Universidad. Como dice el padre Alfonso eso es cambiar el mundo aunque sea poco a poco.
Marisa y tu habéis estado 68 años juntos. ¿Cuál es la receta para haberos llevado tan bien?
Por su supuesto la principal receta fue el amor. Estábamos muy enamorados. También, pienso yo, que nos ayudó el que ambos éramos miembros del Opus Dei, en donde se insiste mucho en el amor al prójimo, es decir, nos animó a sobrenaturalizar nuestro amor. No te digo más, que todos los días le pido a Dios que Marisa esté en el Cielo, y que me reclame pronto para irme con ella.
¿Qué es lo que más admirabas de Marisa?
Lo que más admiraba de Marisa era su reciedumbre. Se nos han muerto hijos, hemos tenido enfermedades mortales de alguno de ellos −leucemias− y siempre tenía ánimos para superar la adversidad. Poco antes de morir, casi nonagenaria, dijo que a pesar de todo había sido muy feliz.
Dicen que fue una gran “asesora literaria” de tu obra…
Yo no mandaba ni un artículo a la prensa, ni publicaba un libro, sin que lo leyera ella previamente. Y si me hacía una observación la atendía. Tenía muy buen gusto. Es cierto, por tanto, que era mi asesora literaria.
‘Diario de una nonagenaria’ se podría decir que es una retrospectiva sociológica de un siglo de vida en España.
Eso creo yo. En Diario de una nonagenaria se refleja lo que fue España durante casi un siglo, bajo el punto de vista de una ama de casa, pero que fue una persona muy inteligente.
Hay una leyenda urbana que asegura que con 80 años seguías esquiando en La Pinilla (Segovia)…
El esquí ha sido una de mis grandes pasiones y he conseguido transmitirlo a diversas generaciones de mi familia. Cierto que he esquiado hasta los 80 años, pero al final lo hacía escoltado por algún nieto, para que me ayudase a levantarme cuando me caía.
José Luis, si tuvieras que escribir las razones para creer, para ser cristiano, algo así como un pequeño catecismo, ¿qué escribirías?
En mi caso la catequesis comenzó por la inmensidad del Universo. Imposible que proceda de la nada, tiene que haber un Ser Superior que sea su creador. Luego comencé a estudiar los Evangelios, y me pareció una doctrina tan maravillosa y coherente, que me enamoré de Jesucristo, y ya no dudé de que su Padre era el Creador de todo lo que existe.
¿Qué ha significado ser cristiano en tu vida?
Ser cristiano ha significado todo. Con el Evangelio en la mano, no me queda más remedio que ser buen padre, buen marido, buen amigo de mis amigos, no odiar a nadie −ni siquiera a Fraga−, no guardar rencor, y un largo etcétera. Cuando recibo un elogio −y los recibo− , darme cuenta que no tengo ningún mérito, que todo el mérito es de Dios.
José Luis, tienes ya 93 años, y has tenido y tienes una vida plena. ¿Cómo afrontas la muerte?
Afronto la muerte con la esperanza de encontrarme con Dios cara a cara, y con todos mis seres queridos, que ya son más los que están arriba, que aquí abajo. Como soy cobarde, le pido a Dios que me dé una buena muerte, pero confío que me conceda la que más me conviene, y si viene acompañada de un poco de sufrimiento, bienvenido sea, porque quizá me ayuda a dispensarme de penas del Purgatorio.
En Diario de una nonagenaria, escrito a la muerte de Marisa, Olaizola resume muchas aventuras de su familia, parecidas a las de otras familias católicas españolas: muchos niños, paro, vaivenes de la fortuna, enfermedades, pero con fe, alegría, amor en la pareja... con dos rasgos peculiares: siempre escribiendo, y la sorprendente aventura de ayudar a las niñas de Tailandia... Pida el libro en Ociohispano Librería Online
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