El autor, que ha adquirido una consolidada experiencia en la recuperación de jóvenes en un Instituto Penal Juvenil en el sur de Italia, elabora una propuesta de formación del corazón, basándose en el conocimiento sapiencial de los Padres de la Iglesia y en la espiritualidad oriental, enriquecida con información seleccionada de la psicología moderna y de las ciencias del comportamiento.
Las "enfermedades del deseo", que se apoderan de los jóvenes extraviados −y también de los adultos con personalidades frágiles porque no han madurado adecuadamente− se han multiplicado en las sociedades posmodernas, imbuidas de un materialismo y de un individualismo exacerbado. La descripción de estas patologías que presenta Luca Muglia en el primer capítulo es exhaustiva, aunque en algunos momentos pueda sonar apocalíptica. El uso inmoderado de las nuevas tecnologías ha agravado el problema de la formación de la identidad personal, que siempre ha sido el reto de cada generación. Es cierto que hoy en día es más difícil dejar un legado de "humanización" a la siguiente generación, siempre que admitamos que lo hemos adquirido en la nuestra. Las "verdades humanas" (incluidas las verdades morales, espirituales y religiosas), a diferencia de los avances tecnológicos y científicos, no están al alcance de la mano para ser simplemente adquiridas y utilizadas sin compromiso y sin riesgo personal. El "centro interior" de la persona es lo que realmente está en juego.
La propuesta terapéutica de Luca Muglia −y que yo llamaría también de formación− tiene como objetivo influir precisamente en este núcleo espiritual de la persona, sin las disimulaciones propias de los ambientes culturales que han impedido −por prejuicios ideológicos derivados de la Ilustración− el acceso a los "recursos espirituales" presentes desde tiempos inmemoriales en la tradición sapiencial de cada cultura, incluida la cristiana. El camino que el autor traza para "educar a los invisibles" se desarrolla en pasos bien articulados: 1) la paciencia de “llegar a ser quien se es”, y que yo llamaría educar al realismo; 2) la pedagogía de los gestos audaces, y que yo llamaría enseñar a decidir, es decir, formar la libertad interior, la única verdadera libertad frente a la cual la mera capacidad de elegir entre una oferta más o menos variada de opciones es sólo una apariencia de libertad; 3) y todo esto con la ayuda del Maestro interior, Alguien que quiere colaborar con nosotros para llegar a ser lo que realmente somos y no uno de los muchos modelos superficiales repetibles. Hoy en día, por desgracia, muchos jóvenes −y no tan jóvenes− actúan, se mueven... y acaban siendo fotocopias miméticas de modelos estandarizados, creados por los "ingenieros psicológicos" del comportamiento individual y social que trabajan al servicio del dios dinero en todas las formas idolátricas con las que se disfraza para suscitar las pulsiones del deseo (poder, reconocimiento, sexo, etc.), ídolos que no pueden satisfacer nuestro deseo, porque son simulacros, y porque nuestro deseo es infinito.
Es por lo tanto, en mi opinión, un libro atrevido, fascinante y muy útil para los educadores. Tal vez el autor se deja llevar demasiado por una comezón academicista que le lleva a cargar el texto con muchas citas eruditas, que a veces le quitan linealidad a su pensamiento. El objetivo final, sin embargo, es claro: alcanzar y purificar los corazones de los jóvenes descarriados o llamados "difíciles".