En varias ocasiones me han llegado referencias de estudios sobre los efectos beneficiosos para la salud de la fidelidad y el amor mutuo, pero, la verdad, sea por escepticismo o por falta de interés, nunca les he prestado mucha atención
Pero, hace cosa de un mes, coincidieron en mi bandeja de entrada dos informaciones que por separado no me hubieran llamado la atención, pero la combinación de ambas despertó mi curiosidad y me ofrecieron una rara confirmación médica de la fidelidad y la irrevocabilidad del amor.
Por un lado, me llegaron los resultados de un estudio llevado a cabo por las universidades de Wayne State y de Texas (campus de Dallas) sobre los efectos de la relación romántica de los padres sobre la evolución del asma en los niños con esta afección. Los autores afirman que es el primer trabajo que analiza el efecto positivo de la relación amorosa, porque el efecto negativo de la relación conflictual había sido ya estudiado. Lo sorprendente del estudio es que demuestra que una relación ‘romántica’ entre los padres rebaja los niveles de asma de los hijos. “Los resultados indican que las relaciones maritales o de pareja positivas se asocian con una mejora en la salud de los jóvenes (la muestra estaba entre los 10 y 17 años) tanto en su evaluación fisiológica (flujo máximo) como en los síntomas reportados”. Puede verse aquí el estudio completo.
Me encanta la idea de que la fidelidad, la pasión y el romanticismo entre los padres pueda generar efectos tan favorables en la salud de los hijos.
Y si esta noticia ya fue sorprendente, todavía más inesperada fue la que me llegó en el cuestionario para donación de sangre de la Generalitat de Catalunya, nada sospechosa de puritanismo.
En las instrucciones para rellenar el cuestionario destacaba, en grandes letras rojas, esta advertencia: “No dones sangre si te encuentras en alguna de las situaciones siguientes” y, a continuación, se relacionan las típicas causas: si tienes el virus del SIDA o de la hepatitis B o C, o te has inyectado drogas (heroína o proteínas para aumentar la musculatura), etc.
Y, entre ellas, una de las exclusiones era: “si has mantenido durante los últimos cuatro meses relaciones sexuales con diferentes parejas (…) o con alguna persona que cambia frecuentemente de pareja”.
La conclusión de estas dos noticias combinadas se me hizo evidente: la fidelidad y el amor mutuo (que yo traduciría libremente como la pasión matrimonial) abren la puerta a la generosidad.
Si amas a tu mujer o a tu marido, procuráis tener una relación romántica, apasionada y fiel, haréis no solo más felices a los que os rodean, sino que transmitiréis salud a vuestros hijos y a todas las personas próximas a vosotros, al tiempo que podréis extender inmunidad, vigor y lozanía a terceros desconocidos a quienes podréis donar sangre sin temor a contagiarles.
Si cambias de pareja, tienes un/a amante, engañas a tu cónyuge o desprecias la lealtad que el amor reclama, te haces humana y médicamente egoísta: ¡no sirves para amar ni siquiera en el plano médico!
Me ha parecido que, en estos tiempos de virus y confinamiento, en que los matrimonios estamos llamados a convivir y a incrementar nuestro amor con creatividad y optimismo en circunstancias no siempre fáciles, saber que la ciencia y la medicina están de nuestro lado es una buena noticia. Mira por dónde, resulta que la fidelidad y la pasión matrimonial se erigen en anticuerpos no solo de la ruptura y el conflicto, sino también de auténticas enfermedades fisiológicas. Y el test es muy fácil. Cada uno sabrá. ¡Qué sabia es la naturaleza!