Charla de Chipi Lozano en ‘Ted Talks’ para hablar sobre las relaciones amorosas de los jóvenes de su edad
«Si no se acerca él, yo no lo voy a hacer, no vaya a pensar que me gusta o algo»; «¿Cuatro horas ha tardado en contestarme el WhatsApp? Hasta mañana no lo llamo»; «Pero si no lo conozco, solo nos hemos acostado…». Así empieza Chipi Lozano, estudiante de Medicina en la Universidad de Cádiz, su charla en Ted Talks para hablar sobre las relaciones amorosas de los jóvenes de su edad. «¿Amor? −continúa exponiendo ella en su intervención−. ¿Pero qué es eso cuando lo que se lleva son las relaciones abiertas, el carpe diem y el ‘si te enamoras, pierdes’?».
Cuenta Chipi que un día, en una discoteca y rodeada de un montón de gente, comenzó a llorar. Sus amigos le preguntaban: «¿Qué te ocurre? ¿Estás bien?». Pero no podía contestar. Sentía que al resto de la gente le daba igual todo y que ella no sabía jugar a ese juego de no sentir nada. Entonces empezó a preguntarse qué papel tenía la vulnerabilidad en las relaciones de los jóvenes de su edad. También a averiguar por qué en este momento, en el que la libertad es total, cuando se puede tener una relación, o dos, o una abierta, cuando el sexo en cualquiera de sus muchas variantes no solo está permitido, sino incluso aplaudido y jaleado, ¿cómo y por qué el amor empezó a ser tabú justo cuando el sexo ha dejado de serlo?
En su charla, Chipi recogía algunas frases de sus amigos y conocidos. «No recuerdo la última vez que me enrollé con alguien estando sobrio», decía uno de ellos, mientras que una chica le confesó preocupada: «No sé qué hacer, mi chico quiere llevarme a casa de sus padres, ¿qué se habrá creído? A ver si resulta que esto va más en serio de lo que conviene…». Todo esto la llevó a hacerse una nueva pregunta: «¿En qué momento hacer algo tan normal como, por ejemplo, tomarse un café con alguien, charlar y abrirse, sincerarse, empezó a ser más íntimo y comprometido que acostarse?».
¿A qué puede deberse esa urticaria al compromiso de los más jóvenes, teniendo en cuenta, además, que ahora la primera juventud dura hasta más allá de los treinta? «Rollo de una noche. Conozco tu posición de Kamasutra favorita y el lunar que tienes en la ingle, pero ¿cómo dices que te llamabas…?». «Ciao, pescao, a lo mejor te llamo otro día…». Yo también me lo pregunto y pienso, como Chipi, que tal vez se deba a que ellos pertenecen a esa generación a la que sus padres, al procurar que no les faltara de nada, acabaron convirtiendo en la generación de la inmediatez. Lo quieren todo y lo quieren ya.
Y, además, lo obtienen. Estoy de acuerdo con esta teoría, pero pienso que ese deseo de no involucrar en sus relaciones sentimiento alguno puede deberse a otro fenómeno también muy actual. Ese que los gringos llaman FOMO, o fear of missing out, y que no es otra cosa que el temor a perderse algo, por lo que es preferible no decantarse por nada ni por nadie, no sea que se escape algo mejor. Sin reparar en que, paradójicamente, esa ansia de quererlo todo es lo que les impide sentir y disfrutar a largo plazo. «Un día me di cuenta −continúa explicando Chipi en su charla− de que nunca había crecido tanto en una relación como cuando empecé a sentirme vulnerable y desprotegida; en otras palabras, cuando elegí involucrarme en ella».
No debe de ser la única que piensa así. La charla Ted Talks en la que explicaba estos y otros pormenores ha tenido más de un millón y medio de visualizaciones en Internet y, desde entonces, la llaman de muchos sitios para que cuente lo que, en realidad, todos sabemos. Que las mejores cosas de esta vida requieren tiempo y dedicación, que la convivencia hay que currársela, que las relaciones son un trabajo y el amor, un cultivo. Que vivir al día y beberse la vida está muy bien, pero, al final, todo tiene el valor que uno quiera darle y solo se ama aquello que se conoce. O, como diría el Principito de Antoine de Saint-Exupéry, que de amor y de cultivos sabía un rato: «Los hombres de tu planeta cultivan cinco mil rosas en un mismo jardín, pero no saben lo que buscan. En cambio, es el tiempo que pasaste con tu rosa lo que la convirtió en única».