Entrevista a la autora de “Mujeres brújula en un bosque de retos”
Trayecto: Murcia, Almería, Valencia y Roma. Destino: un despacho-mirador con vistas al mundo entero desde la ciudad eterna. Mediterránea con ganas de conquistas personales y sociales. Una abogada, filósofa y teóloga que hace running, salta charcos, escribe poesía, admira los grafitis y conecta con Netflix. Y también impulsa colegios y comedores en barrios pobres, abrazos en barrios fríos, paz en barrios calientes y corazones generosos en barrios ricos. Una de las mujeres más influyentes de España. Desde hace una década Isabel Sánchez está en la cumbre del gobierno mundial del Opus Dei. Sobre su mesa de trabajo, un mapa sin fronteras en torno a un lema: “Para servir, servir”. Su misión es azuzar la audacia de mujeres que han puesto la misma vela a Dios y al universo que habitan. Acaba de sacar un Planeta: ‘Mujeres brújula en un bosque de retos’. Una propuesta de norte para las sociedades post pandemia donde nadie sobra, ni siquiera quienes dejen de leer aquí esta entrevista sin tabúes.
Isabel Sánchez Serrano, según Planeta, es “una de las mujeres más influyentes de España”. Lo dice en la faja de marketing de Mujeres brújula en un bosque de retos: un libro que es como un surtidor de inspiraciones sobre el mundo conectado al petróleo natural de historias de mujeres que hablan de igualdad y de audacia con sus propias vidas. Si buscan un lemita de taza de desayuno, pasen página en su librería más cercana. Entre estas pastas de Espasa hay un vademécum de catarsis pacífica que empieza en el corazón de las mujeres y de los hombres.
Isabel Sánchez, según Planeta, es “una de las mujeres más influyentes de España”, con permiso de Instagram. ¿Por qué? Porque inspira con su trabajo a 50.000 mujeres de los cinco continentes. ¿Una multinacional? Más o menos. Esta murciana criada en un pueblo de Almería vive en Roma desde 1992 y lleva una década al frente de la asesoría central del Opus Dei.
Estamos en Madrid, en la oficina de información que esta institución de la Iglesia tiene abierta en la capital para los periodistas españoles que quieren preguntar lo que sea. Timbre. Moqueta. Mamparas transparentes. Sin sacar la escuadra y el cartabón, nos situamos a la distancia de la prudencia. Sin mascarillas de prejuicios.
Nacida en España, asentada a un Tíber de Francisco. Globalizada. Directiva poética. En forma. Una ex federada de vóley, en mitad de la red, dando juego a los dos campos: entre el cielo y el suelo, entre las personas y las sociedades, entre lo local y lo universal, entre las ganas de pisar la Luna y la necesidad de construir una casa sin fronteras. Mujer sobre mujer de la mano de los hombres, por mucho que se incrusten las letras de Mecano.
En una thermomix de este Planeta con el poder de convertir lo casual, lo de un miércoles de febrero, lo de andar por una acera, en luz. Se enciende el faro y se mueven las olas.
Me encanta ponerle cara a la máxima dirigente de las 50.000 mujeres que forman parte del Opus Dei en el mundo. Hay rostros detrás del telón en la cúpula de esta institución.
¡Menos mal! Sí, somos de carne y hueso, personas como todas: con sus heridas, sus vulnerabilidades, y muchos deseos y ganas de transformar el mundo.
Y me encanta que sea de Murcia, nacida poco después del mayo del 68. Con ganas de revolución.
Soy de Murcia per accidens. Allí nací y estudié. Pero toda mi infancia la viví en Albox, un pueblo de Almería. En cualquier caso, me siento del Mediterráneo.
Estudió Derecho y la vida le llevó a Roma en 1992. Lleva más de media vida mirando sobre los cinco continentes. Supongo que la idea de ‘Planeta’ al proponerle este libro era aprovechar esa experiencia acumulada…
Planeta me propuso exponer mi discurso propio, personal, sobre la mujer. No sé muy bien por qué. Nunca me dijo que hablara de mi experiencia personal.
¿Cómo ve a la mujer más allá de las fronteras materiales o ideológicas?
Llena de potencialidad, innovadora, capaz de responder a los desafíos de la sociedad actual. Si la apoyamos y la valorizamos entre todos, nos va a ayudar a poner el cuidado a las personas en el podio de todos los valores.
Igual ‘Planeta’ prefería el morbo de escuchar en voz alta a la mujer con más power en el Opus Dei…
Nunca hemos tratado de eso, aunque imagino que también ayuda a vender un libro…
En cualquier caso, para quienes miran a la Iglesia con el telescopio de la distancia, o con prejuicios, o entre nebulosas de estereotipos, o incluso diciendo sin tapujos: “sí, ahora va a venir precisamente la Iglesia a hablarnos de mujeres” … ¿Qué aporta el Opus Dei al universo femenino?
Para empezar, aporta aspiración a la santidad en medio de nuestro mundo con ejemplos reales de “los santos de la puerta de al lado” que pide el Papa Francisco. Y, de momento, una beata en los altares: Guadalupe Ortiz de Landázuri, química y pionera. Y empuje para mejorar el planeta que habitamos. Y muchas ganas de dialogar con todas las mujeres, aunque haya quien piense de manera diferente.
Hablando de pensar de maneras diferentes: ¿conoce a Irene Montero?
Aunque llevo 28 años viviendo fuera de España, sé quién es, porque es un personaje público. No la conozco personalmente, pero conozco su pensamiento.
¿Se ve tomando un café con ella y hablando de la necesidad de esas mujeres brújulas en este bosque de retos?
Me veo tomando un café, como el que me he tomado esta mañana con Lidia Falcón, por ejemplo. Me gustaría muchísimo coincidir con Irene Montero.
Hábleme de esas mujeres contemporáneas que dan luz, incluso en la penumbra de un feminismo a garrotazos.
Creo que dan más luz las que no se declaran en guerra, las que aprenden a integrar al hombre en el proyecto de la nueva sociedad. Esas que creen en un feminismo de equidad y complementario. En Mujeres brújula en un bosque de retos hay muchas de ellas entre las 75 historias que recojo. No sé cuál es exactamente el matiz de su pensamiento sobre el feminismo, pero sé cuál es la realidad de su vida testada con hechos.
¿Hay corrientes feministas también en la Iglesia?
Podríamos llamarlo así, sí. Se ve que hay quien piensa que para que la mujer luzca en la estructura de la Iglesia debe adquirir poder, e incluso opacar al hombre. Y hay mujeres que emprenden luchas muy justas de estar donde piensan que deben estar, porque aún no estamos. Y hay mujeres que quieren mejorar el mundo en el que vivimos desde el lugar en el que se encuentran, y esas son la mayoría de las mujeres cristianas. Eso sí: comprometiéndonos con nuestra sociedad, como nos pide ese nombre nuevo de la caridad que es compromiso social.
¿Y de verdad existe una corriente que saca las uñas para que la mujer sea sacerdote, con lo que cuesta que haya sacerdotes?
Esos ecos existen. Como dice Francisco, creo que se trata de una óptica muy clericalizada. Quizá el debate deberíamos reorientarlo hacia cómo conseguir que los laicos -hombres y mujeres- estén en los puestos que, sin querer, se han adueñado históricamente los sacerdotes.
En su libro habla de mujeres que quieren romper techos. ¿Qué techos y en qué suelos?
Todos los techos y en el suelo cotidiano. Hablo de los techos que se encuentran las mujeres empresarias que quieren llegar hasta el culmen de sus aspiraciones, sin miedo a la buena ambición para servir desde arriba, y también hablo de esos techos familiares, cuando se viven de modo que reducen a las mujeres encerrándolas en sus casas porque pactan con una visión muy estrecha de la vida. Uno −hombre o mujer− puede dedicar todos sus empeños a trabajar en el hogar y cuidar de los suyos, y, desde ahí, tener una visión mundializada, un corazón globalizado, pero eso hay que trabajarlo con lecturas, con cultura. He conocido mujeres que han trabajado desde el sótano de su casa por la paz, contra las minas de guerra. Hablo de romper techos que asfixian las esperanzas de las mujeres que quieren y necesitan proyectar su talento sin barreras, estén donde estén.
Dirige usted una multinacional sui generis con vida en más de 70 países. Viendo el panorama universal en plano cenital: ¿es fácil amar al mundo apasionadamente, como proponía san Josemaría, o eso era algo para antes de las pandemias, los abusos laborales, el desempleo masivo…?
A veces amamos más a quien está enfermo o herido. Contemplar nuestro mundo flagelado, con tantas cicatrices por todas partes, quizá nos lleva a amarlo más, porque queremos poner de nuestra parte todo lo que sea necesario para curarlo. Los cristianos debemos caminar por nuestros países, nuestras ciudades y nuestros pueblos con la conciencia de ser medicina de Dios, y eso conlleva también una clara preocupación y responsabilidad social.
¿Qué hace el Opus Dei por mejorar el mundo?
Promover que mucha gente se comprometa a mejorarlo. Formar a personas para que se impliquen en los problemas del mundo, para que dialoguen con otros, y para que, con ese enfoque audaz y realista, emprendan lo que libremente quieran. Me agrada especialmente presentar en el libro a mujeres como Veronique, que estudió Medicina en París, y que decidió trabajar en la India hasta hacerse india, porque entendió que allí hacía más falta luchar con hechos para que se aprecie la vida. Es uno de los centenares de ejemplos de personas del Opus Dei que lo dan todo a costa de todo: su carrera, su nacionalidad… Y, sí, claro, la llaman “¡loca!” por todas partes… Ese tipo de locura es la que fomenta el Opus Dei, tanto en quien da lo mejor de sí en lugares remotos, como en quien permanece ahí donde está, pero guiándose por lógicas de servicio a todos.
¿Qué ha aprendido como directiva de una institución universal que nos sirva a todos para gobernar mejor, en igualdad de condiciones, entrando de verdad en el siglo que nos toca?
Sobre todo, la inclusión. Todos somos muy de nuestras patrias, y trabajar con personas de muchos países distintos y ver el bien que se hace, de maneras tan diversas, en lugares tan diferentes, te mundializa la mirada y ayuda a acoger sin fronteras. Hago un breve spoiler: una de las mujeres que me acompaña en la trama del libro es CK, una joven fotógrafa que me inspira mucho con su mirada. No he querido decir hasta el final que se trata de una chica con síndrome de Down para que los lectores descubran su humanidad y su riqueza y entiendan que en este mundo no hay nadie descartable. Gracias a ella he podido encontrar ángulos muy interesantes para desarrollar estas páginas.
Algunas mujeres del Opus Dei o de otras instituciones de la Iglesia son vistas con recelo si tienen una familia numerosa. Alguna cuenta que le preguntan con frecuencia: “¿Son todos suyos? ¿Y del mismo padre?”, mientras la miran como si fuese una extraterrestre… Aunque supongo que habrá mujeres del Opus Dei que tengan dos hijos, incluso ninguno, ante el reto de esta crisis demográfica que sufrimos, ¿tiene sentido que no aplaudamos con las orejas la maternidad?
No tiene sentido que no aplaudamos la maternidad y la paternidad, porque también hay un padre de todos esos hijos. Esta sociedad debe aprender a abrir espacio a la maternidad en el mundo laboral, a reconocer la maravilla de decidir cuidar a esos hijos en el hogar, hombre o mujer, quien de los dos decida estar, porque los hijos necesitan nuestros cuidados en algún momento de la vida. Eso no solo merece aplausos, sino medidas. Algo tenemos que hacer. En el libro cuento la historia de Tiziana Bernardi, que fue CEO del banco BPM, en Italia, y trabajó para que sus empleadas y empleados pudieran decir con orgullo: “¡voy a ser madre!”, “¡voy a ser padre!”.
¿Qué retos marca su brújula para convertir la sociedad en un mundo de puentes sin zanjas y qué protagonismo tienen las mujeres en esa tarea?
Mi brújula me lleva hacia una sociedad de los cuidados. En el libro comento que estamos en una encrucijada: o era de los cuidados, o era de los descartes. No habrá punto medio. U optamos por máquinas perfectas que saquen el mundo adelante con el transhumanismo y sus sueños, o contamos con las personas, que somos frágiles, vulnerables, con heridas, pero humanas, capaces de construir el mundo a la medida de las personas. La mujer seguirá aportando mucho en esa vía, porque sabe lo que vale y lleva siglos repartiendo ese patrimonio. Pero los cuidados hay que dignificarlos y revalorizarlos entre todos, si no, se convertirán en una carga demasiado pesada, por mucho que valgan.
Hábleme de una mujer del Opus Dei pionera en el mundo.
Pues le hablo de Guadalupe Ortiz de Landázuri, pionera en este mundo y pionera en el otro, porque ha llegado a los altares. Uno de los motivos por los que decidí escribir este libro es porque parte de sus ganancias las destinaré a unas becas que llevan su nombre y que buscan promover que mujeres africanas desarrollen su carrera científica en Europa para que después dediquen lo aprendido a mejorar la vida de sus compatriotas. En diez años, más de cien jóvenes de ese continente se beneficiarán de estas ayudas impulsadas como una acción de gracias social por la beatificación de la primera mujer del Opus Dei. Pienso que a ella le encantaría este proyecto, porque, además de que fue de las primeras científicas de España, se pasó toda la vida trabajando por la promoción de la mujer aquí, en América y en Italia.
Hábleme de una mujer del Opus Dei que no llegue a fin de mes y le dé la vida para plantearse ser santa…
Ese perfil de mujeres lo he encontrado en muchas partes del mundo, también en España. Me vienen a la cabeza unas campesinas de México a las que conocí en su tierra. Se dedican a su granja y no es que no lleguen a final de mes, ¡es que acaban el día a duras penas! No saben si mañana tendrán para vivir, pero viven con una ilusión desbordante, porque son muy conscientes de ser hijas de Dios. Son mujeres que llevan el sufrimiento a cuestas y, aun así, lo viven con una visión sobrenatural maravillosa.
¿Esas mujeres están empoderadas?
En un sentido: saben muy bien cuánto valen y saben que su vida influye y afecta para bien a muchas personas. Entre otras cosas, son conscientes de que parte de su misión en esta tierra también es perdonar. Perdonar es un ejercicio muy saludable que humanizaría muy rápido cualquier sociedad, porque cada acto de perdón muta en una gran luz.
Aunque en un altísimo porcentaje de casos sea la mujer la que tenga que perdonar…
Ojalá convirtamos al hombre a esa actitud… Perdonar no significa no ir contra las injusticias, que quede claro. En el libro cuento que yo misma he tenido que ir a testificar en un juicio contra el marido de una amiga que ha sufrido una gran injusticia familiar. Quien tenga la posibilidad de apoyar con hechos a las personas mal tratadas, que no mire para otro lado. Pero eso es compatible con perdonar por dentro, porque sufrir una injusticia no significa que tenga que seguir viviendo entre rencores.
Hábleme de una mujer del Opus Dei que rompa los moldes de una cierta opinión pública.
He conocido políticas italianas que aparecen en partidos que nadie se espera, y mucha gente diferente. En una organización con miles de personas puede haber un icono en la opinión pública, pero siempre será irreal. La variedad es una riqueza humana de cualquier organización amplia y de todas las instituciones de la Iglesia.
Hábleme de esas mujeres del Opus Dei que se dedican a la administración de las casas donde viven algunos de sus miembros.
Esas mujeres se dedican a liderar el cuidado de los que quieren en su casa propia, que es el Opus Dei. Son mujeres que han encontrado en los cuidados un horizonte profesional brillante. Además, la profesionalidad y la pasión que ponen en su tarea son icónicas para todos los demás: nos enseñan cómo poner en lo concreto, en los detalles, la primacía de la persona por encima de los objetivos, los procesos y las cosas. Eso es algo que podemos trasladar luego a todo tipo de trabajos. Viéndolas desempeñarse aprendemos, en lo cotidiano, a respetar y valorar todo tipo de tareas.
Hábleme de las nuevas generaciones de mujeres que salen de colegios e instituciones formativas capitaneadas por personas del Opus Dei.
Espero que sean mujeres con muchas ganas de llegar a donde quieran llegar, pero para servir a toda la sociedad. Lo sueño ahora porque he visto que muchas antiguas alumnas lo están logrando con creces. En el libro hablo de una antigua alumna de un colegio de Kenia que trabaja en la casa presidencial sin dejarse llevar por las presiones ambientales de la corrupción, o de personas que han estudiado en colegios en barrios muy pobres, como Trigales o El Almendral, en Chile, y que han conseguido una profesión digna sin perder esta idea de servicio. Me encantaría que de los colegios o instituciones educativas donde hay personas del Opus Dei salga una legión de mujeres que quieran implementar la igualdad laboral entre hombres y mujeres, conseguir sociedades justas y construir con sus propias manos un mundo mejor.
¿Por qué “servir” suena peyorativo?
Creo que cada vez entendemos mejor el valor del servicio, aunque utilicemos otras palabras como “cuidar”, porque quizá el verbo “servir” denota una cierta posición de esclavitud o sometimiento. Me parece que poco a poco vamos admirando más un liderazgo colaborativo, inclusivo y transformacional, que tiene mucho de servicio. Servir no es anularnos para que otros crezcan, es crecer mientras hacemos crecer a otros. Bien entendido, me parece que no es difícil de vender como propuesta de horizonte vital.
Hábleme del valor de la libertad en la organización que lidera.
El Opus Dei es una organización cristiana y el Dios cristiano es el Dios de la libertad que se presenta, llama, y espera una respuesta. ¡Eso es muy grande! Somos responsables ante Él. Nos deja completamente libres. Como parte de la Iglesia, esta institución está atravesada por el jugo de la libertad. San Josemaría decía que no podemos ser anónimos ante Dios, porque somos hijos, somos libres, y estamos como en casa. La piedad que se fomenta en el Opus Dei es la de un hijo que se mueve por el patio de su casa, y eso da muchísima libertad. Con respecto a los demás, experimentando esa libertad interior esencial y procurando respetar al máximo la libertad de los demás. Esto no es tarea fácil. Vivir en libertad, reconquistarla cuando nos desorientamos y convivir con la de los demás es un camino de aprendizaje que debemos emprender cada jornada.
¿Qué mujeres contemporáneas le inspiran en su trabajo y en su vida?
Muchas mujeres contemporáneas sencillas, y también algunas políticas más conocidas, pero prefiero no mencionarlas para no decantarme, porque quiero estar para todas las mujeres del Opus Dei, y cada cual piensa como quiere. En mi trabajo mis colegas me inspiran bastante. Aprendo mucho de cada una. En el libro hablo de Marlies Kücking, porque es mayor y me ha acompañado desde hace tiempo. Las que han trabajado con san Josemaría son como una herencia y como un legado. Me han enseñado a desempeñar mi profesión con libertad y en libertad. Las mujeres que disfrutan sirviendo y cuidando son las que más me inspiran.
Me inspira la audacia vital de la santa Teresa de Calcuta, o una mujer de la que hablo en estas páginas, que se llama Tamara Ivanova Chikunova, que lleva años luchando contra la pena de muerte y ya lo ha conseguido en ocho países. La muerte de su hijo de una manera tan injusta no la llevó a vivir de la venganza, sino a trabajar para que no se cometan más injusticias así. Ese tipo de reacciones me inspiran mucho.
¿Alguna referencia “made in Spain”?
En el libro hablo de unas cuantas, unas han fallecido y otras están muy vivas. En el campo de la educación me ha inspirado Pilar de Moya, que fue a Camerún a empezar un colegio para chicas y dejó todo por el camino para invertir en el futuro de muchas mujeres de nuestra época. Me inspira Ana López Recalde y su lucha contra la anorexia que, además de aprender a ser mejor, comparte con los demás su experiencia por si puede ayudar a otras personas a superar esas tragedias que afectan a tantas familias. En el ámbito de la ciencia me inspira Natalia López Moratalla, porque intenta conciliar fe y razón, o Marian Rojas, empeñada en hablar de las cosas buenas que iluminan una vida… En el fondo, me gustaría ser como todas ellas.
¿Y hombres?
En estos días de maratón mediático me inspiran muchísimo Nadal y Federer. Me encanta esa amistad entre rivales. Además, he ido viendo la evolución desde ser contrarios en la pista, a ir conociéndose, admirándose mutuamente, estudiándose, hasta llegar a una amistad muy peculiar. Muchas veces pienso en ellos, por la capacidad de dialogar y de aprender incluso de un rival, y por la tenacidad de ambos para mejorar constantemente.
¿Han sabido explicar bien al mundo por qué muchos de sus apostolados se dirigen por separado a mujeres y hombres?
El Opus Dei no tiene ni cien años de vida… Lo cierto es que hasta hace relativamente poco tiempo, eso no necesitaba una explicación, porque muchas actividades formativas en el ámbito de la Iglesia y de la sociedad eran separadas. Ahora se requiere una reflexión propia para explicar el carisma que recibió el fundador del Opus Dei, qué valor tiene y cómo lo podemos hacer brillar. San Josemaría entendió que todo lo que era formación espiritual y doctrinal en la Obra se impartiría por separado, pero eso es un porcentaje pequeño de todas las actividades que impulsa la prelatura en los cinco continentes. De todas formas, tenemos el reto de comprenderlo y explicarlo mejor. Esta institución joven que está aprendiendo está en ello.
Su libro demuestra que las personas del Opus Dei no están todo el día pensando en su ‘movida’, sino que viven y trabajan en clave mundo-abierto. ¿Se entiende así en la opinión pública?
Quizá no lo sabemos mostrar del todo, y por eso quise escribir este libro así: como una propuesta de abrazo a los retos del mundo de hoy haciéndolo entrar en nuestra sala de estar. Los retos están claros, son palabras grandes, pero luego tenía que aterrizarlos a mi ámbito más particular y privado, y eso me compromete más con la vida real de las personas que me rodean cada día. Es posible que todos hablemos mucho de nuestra movida o de nuestro pequeño mundo, y tenemos que seguir aprendiendo a dialogar en general con otras personas sobre lo que pensamos y sobre lo que podemos hacer juntas.
¿Percibe usted un tabú social, al menos en España, para decir “soy católico, apostólico y romano”, como si serlo fuera de las peores cosas que pueden escuchar unos oídos progresistas?
Percibo prejuicios por todas partes… En estos días de entrevistas en diferentes medios una cosa que me han dicho a menudo es: “¿por qué has dicho que eres del Opus Dei en la presentación del libro? ¿No te asusta que, a partir de ahí, la gente no quiera leer?”. Pues no. Yo soy lo que soy, y quiero compartirlo. Para mí, ser del Opus Dei es algo muy rico. Me resulta muy difícil de creer que de diez retos universales no coincidamos ni en una línea… Creo que hemos perdido capacidad de diálogo, de abrirnos, de descolgar los prejuicios…Cuando el Papa habla de derribar muros, pienso que los primeros que tenemos que echar abajo son los prejuicios que tenemos entre las personas. Igual que puede ser tabú decir “soy cristiano”, también puede serlo lo contrario. Si alguien me dice “soy feminista”, puede ser que algunas mujeres cristianas se pongan a la defensiva y piensen, de entrada, que hay muchos temas en los que no estarán de acuerdo… ¡Dialoguemos más y juzguemos menos
¿Por qué gente que, supuestamente, quiere hacer las cosas bien, tiene una prensa regular en este país?
¿Por ejemplo?
El Opus Dei.
Quizá no siempre acertamos a comunicar el bien que hacen las personas que lo conformamos. A veces por discreción, por no querer presumir, porque también esa actitud de no ir pregonándolo todo a bombo y platillo es cristiana… Pero, sí, creo que estamos en un momento en el que es importante aportar imágenes a lo que hacemos, no para sacar pecho, sino para que se sepa, para que nos conozcan mejor, y para que otros se puedan sumar. Eso se puede hacer desde la humildad y desde la ilusión por integrar talento.
No le miento si le digo que esperaba de usted, como directiva internacional, una burócrata tipo Ursula von der Leyen, presidenta de la Comisión Europea, y un poco distante. Y me he encontrado con una poetisa… No sé si los directivos en general nos ayudan a ver horizontes atractivos en vez de normas y costumbres que pueden derivar en inercias.
Me gusta hablar mucho de la fantasía en el gobierno. El liderazgo inclusivo y colaborativo de la mujer, orientado a hacer crecer, es compatible con un liderazgo innovador. Tengo la suerte de trabajar con mujeres que tienen una visión amplia y saben disparar a lo concreto. Yo eso lo he aprendido en mi trabajo en la asesoría central del Opus Dei en Roma.
¿Escribe poesía?
Sí. Me encanta, sobre todo por la noche.
¿De qué estilo?
Me he vuelto muy urbana, pero tuve un momento en el que me encantaba el estilo esencial de Salinas. Ahora me atrae mucho la cotidianidad. Me fascina también la fotografía. Me dicen mucho las fotos urbanas, porque lo que sucede en nuestras calles estimula mi sensibilidad.
Brújula internacional: ¿tienen peso las mujeres del Opus Dei, por ejemplo, en África?
Muchísimo. En África están liderando iniciativas educativas y sanitarias de manera especial. De todas formas, viven en sociedades en las que la mujer no tiene el peso que debería, y en eso están también, acompañando para concienciar a la sociedad sin provocar revoluciones más violentas.
¿Alguna iniciativa social impulsada por mujeres del Opus Dei en España que le atraiga especialmente?
Me encanta el Centro de Cuidados Laguna, en Madrid, aunque no sea una iniciativa solo de mujeres del Opus Dei. Es un ejemplo práctico de lo que pueden hacer las personas que forman parte de la Obra: llegar a un sitio, ver qué hace falta, y presentar un proyecto viable que cuaje bien en beneficio de la sociedad. En este caso, se vio la necesidad de impulsar una iniciativa que paliara el déficit de cuidados sanitarios al final de la vida, y se han puesto todos los medios para mejorar esa carencia. ¡Desde su puesta en marcha ha ayudado a tantas familias, también durante esta pandemia!... Además, ofrecen un cuidado integral que gira en torno al paciente, pero que repercute en toda su familia. Laguna es un lugar donde se ayuda especialmente a las personas que sufren en torno al final de la vida, poniendo una guinda de esperanza antes de que se cierre el telón. Me quito el sombrero ante cada uno de sus profesionales.
¿Qué influencia busca realmente el Opus Dei? ¿Catequesis, poder, transformación social, bienestar, proselitismo, apostolado, conversiones en masa, solidaridad, todo, nada?
El Opus Dei busca transformar a las personas para que quieran aspirar a lo máximo en lo divino −llegar a Dios− y en su compromiso con el mundo en el que viven amándolo apasionadamente. Pero eso solo se puede conseguir si cada uno quiere, de verdad, ser mejor. Es una gran revolución interior.
¿Qué temas son los que más les ha interesado poner sobre la mesa con su libro?
Me interesaba sobre todo gritar que el antagonismo al que se someten cuestiones cruciales no nos va a llevar a ninguna parte. Si queremos construir una sociedad nueva hay que integrar el talento al cien por cien. No podemos pasarnos el día contraponiendo hombre-mujer, cultura-contracultura, raza contra raza… No podemos acostumbrarnos al yo, contra ti, en todo, porque así nos destrozaremos por el camino y nos distanciaremos cada vez más.
¿Hasta qué punto el contacto con los medios de comunicación le está sirviendo para mejorar su trabajo?
Me está dando mucha luz sobre cómo es percibido el Opus Dei como institución. Por ejemplo, algún periodista me ha dicho con asombro que desconocía que hubiera mujeres en la Obra… ¡Pues sí, y están trabajando desde 1930! Eso me ha servido para ponerme en alerta: ¡ojo, mujeres, valientes, adelante, se nos tiene que notar, que este mundo nos importa! Todavía hay periodistas que piensan que en el Opus Dei falta mucha libertad, que somos monolíticos, que todos pensamos igual… Y no. No. La vida real del Opus Dei es otra cosa.
Tenemos que seguir mejorando nuestra comunicación institucional. Quizá debemos mostrar más el bien que hacemos, con la humildad de reconocer el mal que cometemos queriendo hacer el bien, porque somos una institución en aprendizaje y no todo sale a la primera, ni siempre acertamos. Por el camino podemos herir a personas o equivocarnos, y debemos tener soltura para pedir perdón a quien corresponda, como ha hecho recientemente el prelado.
Arranca el curso y mucha gente tiene en la frente el ‘hashtag’ “depresión posvacacional”. Usted, que dirige una institución que habla del trabajo bien hecho, de la ilusión profesional, ¿nos ofrece un consejo para mirar para arriba, sobre todo con la que está cayendo en este curso?
El Opus Dei hace de altavoz de un mensaje genuinamente cristiano: las circunstancias más ordinarias son un trampolín para llegar hasta Dios. En concreto, enseña a convertir el trabajo de cada día, por fascinante que sea, no en un ídolo sino en un aliado de Dios; y por aburrido que sea, no en una carga, sino en un camino de realización personal, de ayuda a los demás, de cuidado del planeta y de ofrecimiento a Dios.
En este tiempo de pandemia, una cosa que a mí me sirve es concentrarme en lo posible y cómo es posible hacerlo, quizá ahora con mascarilla y con distancia. ¡Pues hacerlo así apasionadamente! Sale mucho bien de lo que cada uno hace. Otra prioridad es cuidar a los que están a nuestro lado. El coronavirus nos ha ralentizado la mirada y nos ha ayudado a ir más despacio para mirar a los demás con más calma. Más allá de lo que tenga que ver con el trabajo, también creo que el covid nos ha arrodillado delante de Dios o, al menos, nos ha hecho desearlo un poco más, o buscarlo de otra manera… Fomentar ese deseo nos ayudará a todos.
¿Cómo cree que se fragua el mundo en mitad de esta pandemia? ¿Seremos mejores o estamos condenados a vivir de la inercia?
Depende de cada uno. Las personas que han superado la adversidad pueden inspirarnos y facilitarnos el recorrido. Eso son estas mujeres brújula.
¿Ha leído su libro el prelado del Opus Dei?
Hasta lo que sé, iba por la página 40. No sé si se aburrió o si ha seguido adelante…
¿Dos españoles en lo alto del gobierno de la Obra deberíamos considerarlo ‘Marca España’?
(Risas) No. Somos españoles de corazón, pero con todo el mundo en el corazón. El prelado, Monseñor Fernando Ocáriz, tiene una mentalidad muy abierta. Hace muchos años que vive en Roma, y yo también. Para mí, mi pueblo fue un microcosmos y desde Roma me toca mirar las necesidades de todo el planeta. Soy muy agradecida a lo que me ha dado mi país, pero mi mirada está mundializada.
¿Albox le tiene en su ‘top ten’ de gente influyente?
(Risas). Es posible…
¿Y Murcia?
No lo sé. Ahora voy para allá y a ver qué me encuentro.
Muchas gracias por la brújula. Un placer hablar sin tabúes.
Las cosas de la vida. Me ha pillado el pre y el post de esta conversación enfrascado en dos libros: A propósito de nada, la autobiografía de Woody Allen, y Mujeres brújula en un bosque de retos, que podría ser un título de Tim Burton o Isabel Coixet, y sin embargo es el ensayo con el que Isabel Sánchez se presenta al mundo con una propuesta bajo el brazo.
¿Lo ven? Allen versus Sánchez. Una autobiografía intencionadamente desnortada versus un caleidoscopio de mujeres con norte. Un libro que se ríe del mundo con ironía y desapego versus un ensayo sobre el mejor mundo posible en el que su autora quiere pensar. El guion auténtico, pero sin esperanza, que nos propone Woody versus las ideas para superar la adversidad que pone sobre la mesa la jefa mundial del Opus Dei. Dos modos de ver el plano detrás de la cámara. Dos vidas diferentes. Dos experiencias. Dos sabores y dos sinsabores. Dos balances de blanco. Dos líneas paralelas con posibilidad de cruzarse en la voluntad de entendimiento.
La clave para esta comparación casual me la ofreció el director de cine en su página 70: “Voy a volver al tema principal del libro: la búsqueda de Dios en un universo violento y carente de sentido”. Porque Sánchez corre entre los charcos con naturalidad junto a un Dios que encontró hace tiempo en un universo a veces a color, a veces en escala de grises, pero lleno de sentido y de posibilidades, que son, precisamente, las que le llevan a sacar la brújula, hablarnos de historias reales, y centrar la buena dirección en los logros extraordinarios de mujeres que parecen de reparto, y cuyo papel ha resultado ser fundamental para no exagerar el drama.
Allen es un genio y yo le agradezco la mayoría de sus obras. Pero él reconoce que no cree en las personas y expresa con torpeza los horizontes del corazón. Los hitos personales que le convierten en Woody quedan claros en su libro. Ser hijo de una madre de esparto quizá sea el detonante de una biografía con sabor a pomelo. Y de una visión del universo femenino a medio camino entre la fascinación estética y la instrumentalización cuántica. Al fin y al cabo, con transparente voluntad, su autobiografía se llama A propósito de nada. Y no creo que la suma de ninguna vida sea la nada, porque solo admitir la realidad ya es mucho.
La pasarela sobre tierra firme de mujeres brújula que nos propone Isabel Sánchez es miel sobre almíbar. Con el realismo optimista de una visión cristiana, entre el cielo y el suelo, la secretaria central de la asesoría del Opus Dei, no es la nueva Mulán, pero rompe muchos esquemas fosilizados con pereza en la opinión pública, al menos en España. Diálogo. Propuestas. Arremangarse. Puentes. Mujeres puentes. Abrazos sin etiquetas. Autopistas sin peajes hacia al futuro.
Woody se queja muy bien. Sánchez prefiere trascender los aspavientos. Y, sin embargo, oiga usted, me los imagino perfectamente a los dos tomándose un Dry Martini una tarde, al caer el sol, en un alto con vistas de la Quinta Avenida o en la Terrazza Caffarelli, en la cumbre del Campidoglio. Los dos con sus antípodas y sus ojos como platos.
Manhattan versus Roma. Todo es posible cuando se empieza con el misterioso asesinato de los prejuicios y se da el primer paso con una sonrisa. Si la cosa funciona, ojo, Planeta, aquí un escriba. Con “b”.
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