Las religiosas tuvieron heroicas actuaciones en las epidemias de cólera y gripe de los siglos XIX y XX
El equipo médico-sanitario del Hospital La Fe de Valencia ha dirigido una emotiva carta a las Hermanitas de los Ancianos Desamparados y personal que colabora con ellas en el cuidado de asilados y residentes en la que agradece los esfuerzos realizados y la gran capacidad de "resiliencia que han demostrado durante todo este tiempo, adaptándose acorde a esta situación tan delicada".
La carta va firmada por el Dr. Ruíz en nombre de todo el equipo médico-sanitario que ha trabajado en la residencia durante los meses más duros de la pandemia. "Nos marchamos porque gracias a su colaboración y al acompañamiento de Dios, la infección ha sido controlada hasta este momento, siendo esto reflejado en las pruebas realizadas hasta la fecha y la evolución clínica de todos y cada uno de los presentes".
"Queremos darles las gracias −escribe el Dr. Ruíz− por la resiliencia que han demostrado durante todo este tiempo, adaptándose acorde a esta situación tan delicada. La palabra ‘resiliencia’, la aprendí no hace mucho, pero expresa perfectamente lo que ha sucedido en este lugar. Es la capacidad de los seres humanos de adaptarse a las situaciones más adversas, o de llegar a tener éxito en situaciones de alto nivel de estrés y con grave riesgo de resultados negativos. Así que felicidades, por su alta resiliencia durante todo este tiempo".
Ruiz comparte el triunfo obtenido con los sanitarios que han formado parte del equipo −cardiólogos, neurólogos, endocrinólogos, microbiólogos, internistas, generalistas, geriatras, epidemiólogos, religiosas, riesgos laborales, enfermeras, auxiliares, empleados de la casa− "quienes han sido indispensables para alcanzar nuestro objetivo por su trabajo y colaboración abnegada".
El Dr. Ruiz, en su carta de despedida, de "este tranquilo lugar" recuerda las medidas y cuidado que se habrá de tomar "con el cese de la medicalización" y la desescalada, y la entrada y salida de familiares e internos. Una de ellas la de las mascarillas. "La mascarilla ha venido para quedarse una temporada larga, e insisto en la necesidad de que se mantenga protegiendo boca y nariz, y no en la barbilla o en el cuello".
"Como nos dijo con humor la Hermana General: "No queremos volver a verles". Nosotros si queremos volver a verles, pero de visita para saber que están todos estupendos", concluye el Dr. Ruiz su misiva.
Asilo santa Mónica
En la Plaza de Santa Mónica 1, junto a la Iglesia de Santa Mónica, a los pies del puente e históricas Torres de Serrano, se halla la Casa Asilo de las Hermanitas de los Ancianos Desamparados, junto a la Iglesia de Santa Mónica, concretamente en el espacio que ocupaba el convento de agustinos descalzos, alzado por el arquitecto José Camaña Laymón a principios del siglo XX y su fundación se debe a Santa Teresa Jornet e Ibars. En la casa con procedencia del viejo convento se pueden encontrar dos claustros antiguos con arcadas de medio punto, centrados por imágenes modernas del Corazón de Jesús y del Corazón de María. Alberga una iglesia neogótica del año 1915. El asilo alberga a 400 residentes.
En vísperas de la Jornada Pro Orantibus dedicada a la Vida Consagrada en la Iglesia, en la comunidad religiosa que atiende el asilo trece jóvenes religiosas profesaron los votos perpetuos como Hermanitas de los Ancianos Desamparados. La celebración tuvo lugar a puerta cerrada, por lo que "sólo participaron la comunidad religiosa, los celebrantes y las profesas", siendo presidida por monseñor Arturo Ros, obispo auxiliar de Valencia. y concelebrada por los capellanes de la Casa General, los sacerdotes Ramón Fita y Gil Herrero.
En la actualidad, las Hermanitas de los Ancianos Desamparados cuentan con 2.200 religiosas, atienden a más de 20.000 ancianos sin recursos en 204 asilos y residencias en Europa, Iberoamérica, África y en Asia. La congregación fue fundada en 1872 por el sacerdote Saturnino López Novoa y por la maestra, y a partir de entonces religiosa de la congregación, santa Teresa de Jesús Jornet, canonizada en 1973 por Pablo VI, que abrieron su primer centro en Valencia, que ahora es la Casa General. Esta orden religiosa tuvo también heroicas intervenciones en las epidemias de cólera y gripe que asolaron Valencia en los siglos XIX y XX.