Continúa siendo necesario fomentar una visión positiva, sin leer noticas alarmantes, tener estrategias para disminuir el estrés y no dejar que el peso de la inseguridad tome las riendas de nuestro tono vital
El 4 de mayo escribimos unas primeras sugerencias sobre la prevención del Covid-19. Cada semana se sabe un poco más de la enfermedad y es importante pensar, en todos los niveles y ocupaciones, en las familias y en las empresas, cómo ir normalizando, con una “nueva normalidad”, las formas de vivir e interactuar con otros, para proteger la salud global de la persona espiritual.
En las regiones del mundo donde comenzó la pandemia los casos han disminuido notablemente. En numerosos países, sin embargo, especialmente en América, continúan aumentando. Las formas de tratamiento han mejorado, sin que haya avances específicos significativos. La posible vacuna se ve más cercana, y hay más de 100 proyectos de investigación. Se han conseguido buenos resultados en monos, y se han hecho ya algunas pruebas alentadoras en seres humanos.
Hay otras dos buenas noticias médicas. La primera es que se ha probado que los casos que, después de haberse curado de la enfermedad, continúan siendo positivos en el test PCR, se deben a que la prueba detecta material genético de virus inviables: es decir, esas personas no infectarán a otros. La segunda, es que se ha confirmado que las personas que han pasado la enfermedad adquieren una inmunidad duradera, por lo que no volverán a infectarse por un buen periodo.
Las medidas de prevención adoptadas en muchos países han sido eficaces. Continúan vigentes 3 puntos, también cuando no hay confinamiento: lavado de manos frecuente, mantener la distancia social de más de un metro con personas que no sean del mismo grupo familiar o cercano, usar mascarillas en transportes públicos, en espacios cerrados con un número mayor de 10 personas y en otras muchas circunstancias en que se deba interactuar con otros.
Se ha elaborado en modo ilustrativo un slogan que consiste en evitar la tres C:
Así se consigue romper las cadenas de transmisión del virus, detectar y aislar más fácilmente los focos de infección, quizá pequeños, que pueden brotar en cualquier lugar. Los test de anticuerpos en sangre (IgM = presencia de infección reciente; IgG = presencia de infección más antigua e inmunidad al virus), que se están haciendo en muchos sitios, aunque dan falsos positivos, mostrarán una idea más clara de la situación epidemiológica −quiénes tienen o no la inmunidad− y cómo seguir afrontando la pandemia.
Hasta que esa mayor comprensión no se tenga, quedan muchas incógnitas, como hasta cuando mantener la distancia social o las posibilidades de viajes. En Europa se podrá viajar en avión con menos restricciones a partir de las próximas semanas, con medidas de prevención que incluyen el uso de mascarillas y la supresión de servicio de comidas (se entregarán bolsas de alimento individualmente, al abordar).
Es útil saber que el sistema de ventilación de los aviones es seguro, pues renueva cada pocos minuto el aire de la entera cabina y filtra más del 99% de posibles bacterias y virus.
El slogan no te muevas y no se moverá el virus, no seguirá siendo la norma habitual. Una buena línea de prevención es identificar mejor a las personas de más riesgo y protegerlas; y estimular el propio sistema inmunitario: disminuir el estrés, usar suplementos de vitaminas si hay déficit (especialmente Vitamina D 3), retomar las actividades habituales, en particular el ejercicio, mantener las relaciones interpersonales de algún modo “cercano”, con la distancia cuando sea preciso.
En la llamada desescalada o fase post confinamiento, hay que seguir atentos a lo que digan las autoridades locales. En varias ciudades se permiten ya las reuniones al aire libre, guardando las distancias, también para celebraciones litúrgicas. Como la salud no es solo no infectarse, conviene cuidar los espacios de recreación, saber cambiar de actividades a lo largo del día, reconectar con amigos y conocidos; y seguir dando un impulso a la vida espiritual: primero en la relación con Dios, con la oración y los sacramentos; y también en la relación con los demás: aprovechar lo bueno que la experiencia de sufrimiento haya dejado y alentar a quienes siguen sufriendo.
Todo esto ayudara a proteger la salud mental. Continúa siendo necesario fomentar una visión positiva, sin leer noticas alarmantes, tener estrategias para disminuir el estrés y no dejar que el peso de la inseguridad tome las riendas de nuestro tono vital. Siempre quedará una cierta incertidumbre sobre qué es mejor hacer: esa incertidumbre nos recuerda nuestra limitación y nos puede ayudar a crecer.
Recuerdo, por último, que la prevención depende de cada persona: cuidarse uno, para cuidar a otros. Esto conlleva, por ejemplo, usar mascarillas, aunque molesten un poco, auto-aislarse responsablemente si se ha estado en contacto con personas enfermas, acudir con prontitud a los teléfonos habilitados para pedir consejo si se tiene algún síntoma, tener especial atención a las personas más vulnerables, como los ancianos.
Wenceslao Vial
Fuente: https: madurezpsicologica.com
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