¿Qué podemos hacer cada uno de nosotros para mejorar esta situación? Durante los últimos meses, ha quedado claro el papel fundamental que la familia supone para la sociedad…
Estamos asistiendo cada día, por un lado, a comparecencias diarias de los responsables de gestión en tiempos del #Covid19 y, por otro, a escenas cargadas de violencia verbal en las relaciones interpersonales de nuestros políticos y otros agentes sociales. Es el calentamiento social, del que hablaba recientemente el prof. Pierpaolo Donati (Univ. Bolonia), durante su estancia anual en la Univ. de Navarra, refiriéndose a los grandes retos de nuestro tiempo, junto con el omnipresente tema del calentamiento global, y otros: «Vivimos un incremento de conflictividad, agresividad y violencia entre personas, grupos, países, religiones o ideas políticas».
¿Qué podemos hacer cada uno de nosotros para mejorar esta situación? Durante los últimos meses, ha quedado claro el papel fundamental que la familia supone para la sociedad, pero indica el prof. Donati que el hecho de que una persona sea buena no significa que lo sean también sus relaciones interpersonales. Por eso no basta con que cada uno cultive los rasgos positivos de su carácter: «Ninguna virtud nace o crece de forma aislada. Las virtudes personales tienen que ver con la reflexividad de la conciencia y llevan a la felicidad individual. Las virtudes sociales expresan en las relaciones con otros esa manera de vivir acorde con el bien moral y conducen a la felicidad pública».
Esa felicidad pública parece muy lejana hoy porque las relaciones interpersonales primarias se apoyan en estructuras de mala calidad. El concepto de familia se ha ido empobreciendo al generalizarse el individualismo, y refleja claramente cómo sus miembros dan a veces mayor relevancia a sus gustos, preferencias, intereses personales, en detrimento de aquellos de la unidad familiar. Esto se traslada a las relaciones sociales, naturalmente. Además, tenemos la ilusión de que podemos comunicarnos con los otros más y mejor, porque vivimos conectados por whatsapp y otras redes sociales, pero esos vínculos nos alejan en muchas ocasiones de la posibilidad real del encuentro. En realidad, estamos «desaprendiendo» comportamientos muy arraigados en nuestra sociedad.
El profesor Donati revisa el paradigma sociológico AGIL (Parsons) y lo reformula en su teoría relacional, distinguiendo cuatro modos de actuar: por utilidad o beneficio, por mandato u obligación, por reciprocidad y, por último, actuar para donar. Actuamos para donar cuando salimos de nuestro yo para afirmar el valor del otro, ofreciéndole algo (material e inmaterial) para su bienestar, independientemente de que exista una relación entre los dos actores sociales. Y aquí está la clave: el servicio se aprende en la familia, fundamentalmente por el ejemplo de los padres y luego se extiende a la interacción con los hermanos y otros miembros cercanos. Con este entrenamiento, en nuestra actividad social con aquellos que no necesariamente nos resultan cercanos ni conocidos, podemos actuar para donar o, traducido, podemos servir. Este espíritu de servicio es lo que falta en las estructuras sociales actuales y por eso vemos lo que vemos y oímos lo que oímos.
Os propongo repensar este tema en relación con vuestras familias, vuestro círculo cercano de amistades, vuestros equipos o colaboradores… Si todos lo hacemos, conseguiremos revertir esa tendencia al individualismo del propio provecho y mejorar consistentemente las estructuras donde nos apoyamos como sociedad. ¡Un reto apasionante!
Os dejo con este vídeo donde hablamos de la revalorización de la familia en tiempos de crisis, con motivo de la Marcha Virtual Guate por la Vida y la Familia.