Los soñadores ven renacer un nuevo mundo, no quieren desaprovechar la ocasión para hacer borrón y cuenta nueva
Cuando se tiene la suerte de tener fe, de saber que el destino del mundo no está en manos de una loca ruleta, cuando se tiene la certeza de que todo es para bien, hay que resistir y soñar. Resistir es poco. ¿Nos atrevemos a soñar? Soñar es peligroso porque los sueños pueden ser simplemente sueños, y "los sueños, sueños son", o proyectos, ilusiones, planes, deseos, ideas…y esto compromete porque hay que bajar al taller y sudar.
Hasta ahora las posguerras y post catástrofes han sido tiempos duros, tiempos de hambre y de privaciones, pero hitos necesarios para crecer, crecer en ingenio, en solidaridad; para descubrir la gran potencialidad del ser humano. En cambio, el aburguesamiento, la vida fácil y cómoda, la seguridad atontan y degradan. Decía san Juan Pablo II que occidente ha dejado la libertad por la seguridad; preferimos estar tranquilos, no tener muchos sobresaltos, una vida fácil, aunque haya que renunciar a la libertad. Hay regímenes que venden esta idea: déjame a mí, no te esfuerces en pensar y tomar decisiones, yo te cuidaré.
¿Qué vendrá después de esta pandemia? Muchos coinciden en decir que ya nada será igual. Los pesimistas, los acomodados, creen que se hundirá la economía, que esto será mucho peor que lo del 2008. Y están pensando en los privilegios perdidos, en tantas comodidades que volarán… Los soñadores ven renacer un nuevo mundo, no quieren desaprovechar la ocasión para hacer borrón y cuenta nueva. ¿Te atreves a soñar? ¿Tienes capacidad de soñar? ¿Crees que los tuyos se merecen un mundo mejor?
Algunos están por promover sus ideologías. Piensan que es el momento de los nuevos paraísos caribeños: Todos cortados por el mismo patrón, la sociedad igualitaria. Pensar poco y vivir con poco, pero sin esfuerzos. Otros ya están manos a la obra. Sueñan con trabajar, luchar, moverse, aunque no saldrán en la foto. Soñar es pensar, arriesgar, vivir en la inseguridad, la que tiene el labrador cuando siembra a mano llena y esparce el poco grano que le falta para vivir, pero con la esperanza de poder recoger una gran cosecha. Soñar es ser aventurero, emprender nuevas conquistas. Creer en algo: en el hombre, en la familia, en la vida, en la fraternidad, en un mundo sano, en la igualdad de oportunidades, en el respeto de la libertad, en la verdad.
Estos días hemos aprendido a disfrutar del hogar; el confinamiento y la continua convivencia nos han mostrado que no somos tan buenos como pensábamos, que nos cuesta callar, tener detalles de servicio, no agobiar. Hemos visto que los problemas no se resuelven con la huida, porque no tenemos dónde ir; que se puede aguantar más. La dificultad ayuda a sacar lo mejor de uno, y enseña que somos capaces de mucho más. También que muchas necesidades que nos habíamos creado no lo son tanto. Muchos profesionales de la salud nos han enseñado que su trabajo es un servicio, una vocación que lleva a entregar la vida. Servir sin intereses económicos o narcisistas.
Ahora tenemos tiempo para los nuestros, para charlar con la mujer o con el marido; para hacer las tareas con los hijos. Me comentaba una madre que los hijos se pelean para tirar la basura. Otro padre, que sus niños han sacado los juguetes del cesto y están encantados. Una señora, que había leído una novela preciosa. También se está despertando el sentir religioso, muchos hogares rezan el rosario en familia, hacen un rato de oración. Estamos más cerca de los nuestros. Somos más solidarios con los enfermos, ancianos y necesitados. ¡Esto no lo queremos perder!
Soñar con dar al trabajo su verdadero sentido: "El trabajo, todo trabajo es testimonio de la dignidad del hombre, de su dominio sobre la creación. Es ocasión de desarrollo de la propia personalidad. Es vínculo de unión con los demás seres, fuente de recursos para sostener a la propia familia; medio de contribuir a la mejora de la sociedad en la que se vive, y al progreso de toda la Humanidad" decía san Josemaría. La dignidad de los hombres exige que puedan ser útiles con un buen trabajo, no que vivan de subvenciones; habrá que saber crear empleo. Una labor de cooperación, no solo de competencia que busca servir a la sociedad y así tener la justa recompensa. Un trabajo compatible con la vida familiar y con la dimensión espiritual del hombre.
Soñar con la libertad, formar personas libres, que saben pensar, que no se mueven por eslóganes. Cultos, que conocen su historia y así pueden aprender de los aciertos y errores de sus ancestros. No manipulados por la desinformación o adictos a tanta droga: sexo, ideologías, sectarismos, consumismo… Ciudadanos que saben de su grandeza, que son mucho más que un montón de carne, que están diseñados para amar, para hacer felices a los suyos.
"Amar significa recomenzar cada día a servir, con obras de cariño" comentaba el santo citado. Soñar en personas enamoradas, en familias unidas, en las que cabe el perdón; que son fuentes de vida y de ciudadanos ejemplares. Donde se cuida y protege a los mayores y enfermos. Donde aprenden los jóvenes a ser fuertes, leales y trabajadores; libres y llenos de amor. ¡Cuántos sueños! ¿Te atreves a soñar? Con resistir no basta.