La Reina Peregrina, tras su largo exilio, ha regresado y es la inspiración y centro de una misión de oración por la re-evangelización de Inglaterra y por su conversión
Algo se mueve en Inglaterra. No es mucho. Una pausada voz, queda y tranquila, que susurra en la oscuridad. Oraciones que se elevan como el incienso. Una fe que se reaviva.
No, no es mucho. Meramente un grano de mostaza.
La mayor parte de la gente no se dará cuenta. Pasará desapercibida para los muertos que deambulan satánicamente en lo que queda de la tierra de Inglaterra, un día verde y placentera. Y, sin embargo, avivará los corazones inquietos de aquellos ingleses que se han consumido en la esperanza de un retorno de Inglaterra a la fe, añorando el regreso del exilio de la Reina Peregrina, de quien escribió San John Henry Newman:
“Aquí me siento, desolada", dijo con dulzura:
“Aunque soy Reina y mi nombre es María,
ladrones desvalijaron mi jardín y mi hacienda,
enemigos robaron a mi hijo de mi propia morada".
La Reina Peregrina es Nuestra Señora de Walsingham, cuyo santuario, anidado en una aldea de Norfolk, fue en tiempos uno de los mayores centros de peregrinación de toda la Cristiandad.
Ella era la Reina de Inglaterra e Inglaterra era su dote. Tal era la piadosa creencia del pueblo inglés en los días de la Merrie England. Luego vino el monstruo, Enrique VIII, a destruir el santuario y las abadías apiñadas a su alrededor. Después de tres siglos de brutal persecución, parecía como si el legado iconoclasta de Enrique fuese la destrucción de la Fe misma en Inglaterra. Solo permaneció un resto de recusantes: unos pocos miles de almas nobles cuyas familias transmitieron la Fe de generación en generación a través del abismo de siglos de persecución religiosa. Unos pocos, unos felices pocos.
Entonces, cuando todo parecía perdido, la conversión de John Henry Newman en 1845 fue el heraldo de un nuevo renacer católico. Durante los siguientes cien años, decenas de miles de adultos conversos cruzaron el Tíber, entre ellos notables como Gerard Manley Hopkins, Oscar Wilde, G.K. Chesterton, Ronald Knox, Evelyn Waugh, Graham Greene, Alec Guinness y Malcolm Muggeridge. Después del Vaticano II, este magnífico y estimulante renacer pareció tambalearse y caer.
Y ahora, cuando de nuevo todo parecía perdido, de nuevo algo empieza a moverse.
A lo largo de los dos últimos años, la imagen de Nuestra Señora de Walsingham ha estado viajando a todo lo largo y ancho del país, visitando todas las catedrales católicas de Inglaterra. La Reina Peregrina, tras su largo exilio, ha regresado y es la inspiración y centro de una misión de oración por la re-evangelización de Inglaterra y por su conversión.
Conocido como el Circuito de la Dote, en reconocimiento al tradicional título inglés de Nuestra Señora de la Dote, la peregrinación de la Reina a las cuatro esquinas de su reino ha estado acompañada por una invitación a todos los católicos en Inglaterra para que renueven su consagración personal a Nuestro Señor y a Nuestra Señora. Lo están haciendo en sus parroquias locales mediante actos comunitarios preparatorios para la consagración a Jesús por medio de María, acompañada del compromiso de la confesión frecuente y de rezar el Ángelus y el rosario invocando a los santos y mártires de Inglaterra y en comunión con ellos.
El 21 de febrero, los católicos de Inglaterra comenzaron una consagración personal de 33 días a Jesús por medio de María según el método de San Luis María Grignon de Montfort, que concluirá el 25 de marzo, festividad de la Anunciación. Cuatro días después, el 29 de marzo, Inglaterra será formalmente reconsagrada a María en la catedral de Westminster en Londres, en Walsingham y en todas las demás catedrales de Inglaterra, y en numerosas parroquias y hogares. Esta ceremonia continúa la consagración original de Inglaterra a Nuestra Señora por Ricardo II en 1381, un punto álgido en la historia de Inglaterra que reflejó el célebre Díptico de Wilton, en una de las obras maestras del arte tardomedieval.
El redescubrimiento por Inglaterra de sus raíces católicas y la reconsagración de la patria a la Reina Peregrina exiliada son causas de gran alegría, como lo son las profecías sobre el futuro de Inglaterra de dos santos del siglo XIX que recoge Donal Anthony Foley en el Catholic Herald a principios de este mes.
Cuando San Juan María Vianney, el Santo Cura de Ars, fue visitado por el arzobispo William Bernard Ullathorne de Birmingham en 1854, el santo declaró al arzobispo, “como si estuviese haciendo un acto de fe”, que él creía que la Iglesia en Inglaterra recobraría su antiguo esplendor.
Igualmente, Santo Domingo Savio, el discípulo de San Juan Bosco, pidió a Don Bosco en 1856 que trasladase un mensaje al Papa reinante, Pío IX: “No debe cejar en su especial atención por Inglaterra [porque] Dios está preparando un gran triunfo de la Iglesia en esa nación”. Como explicación, Santo Domingo le dijo a San Juan Bosco que había tenido una visión en la que veía una llanura cubierta por la niebla, mientras escuchaba una voz que declaraba “esto es Inglaterra”. Vio una figura con vestiduras pontificias que caminaba hacia él llevando una enorme antorcha flamígera en la mano. Esa misma voz le dijo que “esta antorcha es la fe católica que va a iluminar Inglaterra”.
Otro santo que tuvo una visión de la restauración de la Fe en Inglaterra fue San John Henry Newman. Así concluye su poema La Reina Peregrina:
Miré a la Señora y en sus ojos vi
el azul brillante del cielo italiano;
alzó la cabeza y sonrió como una Reina,
suave y serena al ser coronada.
Dijo: “Tan sólo un momento y revivirá lo muerto;
los gigantes decaen, los santos se alzan,
vengo a rescatar mi hogar y mi reino
y Pedro y Felipe vienen conmigo".
Hace falta una fe grande para creer que el esplendor de la fe católica pueda alguna vez ser restaurado en una nación que se ha alejado tanto del bien, de la verdad y de la belleza que vienen de Dios. Puede que haga falta algo más que una fe grande: puede que haga falta un milagro. Y ciertamente exigirá la intercesión de los santos, así como las oraciones de la mayor de entre todos los santos.
Nuestra Señora de Walsingham, Reina Peregrina, ruega por la conversión de Inglaterra.
Joseph Pearce
Fuente: religionenlibertad.com [publicado originariamente en crisismagazine.com]
Traducción de Carmelo López-Arias (excepto los versos).
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