Si yo me porto bien, y tú también, habrá dos sinvergüenzas menos en el mundo
Llevo días dándole vueltas a un bonito poema de Joan Maragall (1860-1911), y no puedo resistir la tentación de copiaros un buen trozo, traducido del catalán:
Ama tu oficio, tu vocación, tu estrella, aquello para lo que vives, aquello que realmente eres, uno entre los hombres. Esfuérzate en tu quehacer como si de cada detalle que piensas, de cada palabra que dices, de cada pieza que pones, de cada golpe de martillo que des, dependiera la salvación de la humanidad. Porque depende, créelo (…) El mundo se arreglará bien él solo, solo con hacer cada uno todo su deber, con amor.
Hay dos cosas en este texto que me gustan particularmente. Una es que pone el remedio de los problemas del mundo en las personas, no en la política, en las instituciones, en los gobiernos o en las empresas. Bueno, está claro que necesitamos que todo eso contribuya a la creación de un mundo mejor. Pero esto no ocurre, con demasiada frecuencia, en el mundo en que nos movemos.
¿Por qué la importancia de las personas? Porque esto pone la responsabilidad en mí, no en «ellos». Soy yo quien tiene que preocuparse del cambio climático, de la desigualdad, de la pobreza, de la crisis sanitaria mundial y de todo lo demás. «Es que yo no puedo hacer nada». ¡Claro que puedes hacer! Lo que pasa es que te gustaría que eso que vas a hacer diese un resultado clamoroso, y eso no va a ocurrir. Si yo me porto bien, y tú también, habrá dos sinvergüenzas menos en el mundo.
Y otra cosa que me gusta del poema es que esa responsabilidad tuya y mía la hemos de ejercer en todo: en el trabajo, en la vida en familia, en la amistad, en las relaciones sociales… Pon buena cara cuando llegues a casa, y habrá un poco menos de malestar en el mundo. Echa una mano al colega agobiado, y habrás mejorado un poco la situación del planeta. ¿No te parece una idea excelente?