En su catequesis, durante la Audiencia general de este miércoles, el Papa ha iniciado un nuevo ciclo de catequesis sobre las Bienaventuranzas
Queridos hermanos y hermanas:
Comenzamos hoy una serie de catequesis sobre las bienaventuranzas en el Evangelio de san Mateo, que son la “carta de identidad” del cristiano, porque describen el rostro y el estilo de vida de Jesús.
El Evangelio nos dice que Jesús, al ver al gentío que lo seguía, subió al monte y se sentó, y dirigiéndose a sus discípulos, proclamó las Bienaventuranzas. El mensaje estaba dirigido a sus discípulos, pero también a la gente; es decir, a toda la humanidad. Además, el monte donde predica Jesús, nos recuerda al Sinaí, donde Dios dictó a Moisés los diez mandamientos. Ahora, con las bienaventuranzas, Jesús nos da los “nuevos mandamientos”, que no son normas, sino el camino de la felicidad que Él nos propone.
Cada Bienaventuranza está compuesta de tres partes: Inicia con la palabra “bienaventurados”, sigue con la situación en la que estos se encuentran, y termina con el motivo por el que serán felices, introducido por la conjunción “porque”; manifestando así la nueva condición a la que son llamados.
¿Qué significa la palabra “bienaventurado”? Viene del término griego makarios, que significa el que está en condición de gracia y que avanza en la amistad de Dios. Esto es importante: Las Bienaventuranzas iluminan las acciones de la vida cristiana y revelan que la presencia de Dios en nosotros nos hace verdaderamente felices. En ocasiones, Dios elige caminos difíciles de comprender: por ejemplo, el de nuestros propios límites y derrotas, pero es allí donde manifiesta la fuerza de su salvación y nos concede la verdadera alegría.
Iniciamos hoy una serie de catequesis sobre las Bienaventuranzas en el Evangelio de Mateo (5,1-11). Ese texto abre el “Sermón de la montaña” y ha iluminado la vida de los creyentes y también de muchos no creyentes. Es difícil no conmoverse por esas palabras de Jesús, y es justo el deseo de entenderlas y recibirlas cada vez más plenamente. Las Bienaventuranzas contienen el “carné de identidad” del cristiano −ese es nuestro carné de identidad−, porque delinean el rostro del mismo Jesús, su estilo de vida. Hoy trataremos globalmente esas palabras de Jesús; en las próximas catequesis comentaremos cada Bienaventuranza, una a una.
En primer lugar es importante cómo es la proclamación de ese mensaje: Jesús, viendo a la muchedumbre que le sigue, sube la suave pendiente que rodea el lago de Galilea, se sienta y, dirigiéndose a los discípulos, anuncia las Bienaventuranzas. Así pues, el mensaje está dirigido a los discípulos, pero en el horizonte está la muchedumbre, es decir toda la humanidad. Es un mensaje para toda la humanidad.
Además, el “monte” recuerda al Sinaí, donde Dios dio a Moisés los Mandamientos. Jesús empieza a enseñar una nueva ley: ser pobres, ser mansos, ser misericordiosos… Estos “nuevos mandamientos” son mucho más que unas normas. Pues Jesús no impone nada, sino que desvela la vía de la felicidad −su vía− repitiendo ocho veces la palabras “bienaventurados”.
Cada Bienaventuranza se compone de tres partes. Primero está siempre la palabra “bienaventurados”; luego viene la situación en que se encuentran los bienaventurados: la pobreza de espíritu, la aflicción, el hambre y la sed de justicia, etc.; al final está el motivo de la bienaventuranza, introducido por la conjunción “porque”: “Bienaventurados estos porque, bienaventurados aquellos porque…”. Así son las ocho Bienaventuranzas y sería bueno aprenderlas de memoria para repetirlas, para tener en la mente y en el corazón esa ley que nos ha dado Jesús.
Prestamos atención a este hecho: el motivo de la Bienaventuranza no es la situación actual sino la nueva condición que los bienaventurados reciben como don de Dios: “porque de ellos es el reino de los cielos”, “porque serán consolados”, “porque heredarán la tierra”, y así sucesivamente.
En el tercer elemento, que es precisamente el motivo de la felicidad, Jesús usa a menudo un futuro pasivo: “serán consolados”, “heredarán la tierra”, “serán saciados”, “serán perdonados”, “serán llamados hijos de Dios”.
¿Y qué quiere decir la palabra “bienaventurado”? ¿Por qué cada una de las ocho Bienaventuranzas comienza con la palabra “bienaventurado”? El término original no indica a uno que tenga la panza llena o se lo pasa bien, sino a una persona que está en condición de gracia, que progresa en la gracia de Dios y que progresa por la senda de Dios: la paciencia, la pobreza, el servicio a los demás, el consuelo… Los que progresan en estas cosas son felices y serán bienaventurados.
Dios, para darse a nosotros, a menudo elige caminos impensables, quizás los de nuestros límites, de nuestras lágrimas, de nuestras derrotas. Es la alegría pascual de la que hablan los hermanos orientales, la que tiene los estigmas pero está viva, ha atravesado la muerte y ha experimentado el poder de Dios. Las Bienaventuranzas te llevan a la alegría, siempre; son el camino para alcanzar la alegría. Nos vendrá bien tomar el Evangelio de Mateo hoy, capítulo quinto, versículos del uno al once, y leer las Bienaventuranzas −quizá algunas veces más, durante la semana− para entender esta senda tan bella, tan segura de la felicidad que el Señor nos propone.
Saludo cordialmente a los peregrinos de lengua francesa, a los grupos de Bélgica y Francia, en particular a los jóvenes de Paris y de Saint Cloud. Las Bienaventuranzas nos enseñan que Dios, para entregarse a nosotros, elige a menudo caminos impensables, los de nuestros límites, de nuestras lágrimas, de nuestras derrotas. Pidamos al Señor el espíritu de las Bienaventuranzas de modo que podamos experimentar el poder de Dios, manifestado en nuestros sufrimientos diarios. Dios os bendiga.
Saludo a los peregrinos de lengua inglesa presentes en esta Audiencia, especialmente a los grupos provenientes de los Estados Unidos de América. Sobre vosotros y vuestras familias invoco la alegría y la paz del Señor Jesucristo. Dios os bendiga.
Saludo de corazón a los peregrinos de lengua alemana. Que el Señor afine nuestra sensibilidad para lo que realmente importa en la vida, su amor, el único que nos puede hacer felices. Con su gracia progresamos incesantemente en el camino de las Bienaventuranzas. Que el Espíritu Santo sea nuestro guía en todo momento.
Saludo cordialmente a los peregrinos de lengua española, venidos de España y de Latinoamérica. De modo especial saludo a los alumnos y a los profesores del Colegio San Ildefonso de Almería. Los animo a leer detenidamente el texto de la Bienaventuranzas. Hoy por ejemplo, tómense un ratito, capítulo quinto de San Mateo, versículo 1 al 11, y lo lean, léanlo y si les gusta también mañana, léanlo, les va hacer bien; y pidan a Dios la gracia para poder vivirlas en medio del mundo en que nos encontramos. Y esto nos va a dar una gran alegría. Que Dios los bendiga.
Queridísimos peregrinos de lengua portuguesa, bienvenidos. Al saludaros a todos, os invito a pedir al Señor una fe grande para ver la realidad con la mirada de Dios, y una gran caridad para tratar a las personas con su corazón misericordioso. Fiaos de Dios, como la Virgen María. Sobre vosotros y vuestras familias descienda la bendición del Señor.
Dirijo una cordial bienvenida a los peregrinos de lengua árabe, en particular a los provenientes del Medio Oriente. Queridos hermanos y hermanas, vivir las Bienaventuranzas no requiere gestos llamativos. Miremos a Jesús: no dejó nada escrito, no construyó nada imponente. Y cuando nos dijo cómo vivir no pide levantar grandes obras o señalarnos haciendo obras extraordinarias. Nos pide realizar una sola obra de arte: la de nuestra vida. Las Bienaventuranzas son entonces un mapa de vida: no piden acciones sobrehumanas, sino imitar a Jesús en la vida de cada día. El Señor os bendiga.
Saludo cordialmente a los peregrinos polacos. Queridos hermanos y hermanas, el domingo, en la solemnidad de la Presentación del Señor, se celebra la Jornada de la Vida Consagrada. Recemos por las religiosas y religiosos que se dedican a Dios y a los hermanos en el servicio diario, según su propio carisma, para que sean siempre fieles testigos del amor salvífico de Cristo. Recemos también por las nuevas vocaciones a la vida consagrada. Os bendigo de corazón a vosotros, a vuestras familias y a vuestras comunidades. ¡Sea alabado Jesucristo!
Dirijo una cordial bienvenida a los peregrinos de lengua italiana. En particular, saludo a los Misioneros de la Consolación; y a las parroquias, en particular a las de Castel del Monte y de Andria. Saludo además a los Institutos de enseñanza, especialmente al de Pescara y al Coro Baratz, de Villassunta Baratz de Sassari.
Saludo finalmente a los jóvenes, ancianos, enfermos y recién casados. Que el ejemplo de santidad de san Juan Bosco, a quien recordaremos el próximo viernes como Padre y Maestro de la juventud, conduzca sobre todos a vosotros, queridos jóvenes, a realizar vuestros proyectos futuros, no excluyendo el plan que Dios tiene para cada uno. Pidamos a san Juan Bosco que cada uno encuentre su camino en la vida, el que Dios quiere para nosotros.
Fuente: vatican.va / romereports.com.
Traducción de Luis Montoya.
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