Durante la audiencia general de hoy el Papa ha reflexionado en cómo San Pablo demostró una gran capacidad de no desanimarse ante las dificultades
Como ejemplo recordó la escena del naufragio narrada en el libro de los Hechos de los Apóstoles.
Queridos hermanos y hermanas:
El libro de los Hechos de los Apóstoles narra, en su parte final, cómo el Evangelio siguió su camino no sólo por tierra sino también por mar. Pablo iba prisionero en una embarcación que lo llevaba de Cesarea a Roma, cumpliéndose así la palabra del Resucitado: «Seréis mis testigos hasta los confines de la tierra».
En un cierto momento, la navegación se volvió difícil y peligrosa; Pablo aconsejó no seguir, pero el centurión no lo escuchó y la nave fue a la deriva. Cuando la desesperación se apoderó de todos, el Apóstol intervino asegurando que Dios le había revelado a través de un ángel que se presentaría ante el César y que no perdería a ninguno de sus compañeros de viaje.
Así, ese viaje pasó de ser una situación de desgracia y de muerte a una oportunidad para manifestar el poder salvador de Dios.
Después del naufragio, llegaron a la isla de Malta, donde fueron acogidos por sus habitantes y les encendieron una hoguera para que se calentaran. A Pablo, al echar leña al fuego, le mordió una víbora, pero no sufrió ningún daño. Este beneficio era una gracia del Señor Resucitado que lo asistió siguiendo su promesa dirigida a los creyentes: «cogerán serpientes en sus manos y, si beben un veneno mortal, no les hará daño».
Pablo nos enseña a vivir las pruebas abrazándonos a Cristo, para madurar la convicción de que Dios actúa en cualquier circunstancia, también en medio de las dificultades; y la vida de quien se da a Dios por amor, será siempre fecunda.
El libro de los Hechos de los Apóstoles, en la parte final, cuenta que el Evangelio prosigue su carrera no solo por tierra sino por mar, en una nave que lleva a Pablo prisionero desde Cesarea a Roma (cfr. Hch 27,1-28,16), al corazón del Imperio, para que se cumpla la palabra del Resucitado: «Seréis mis testigos […] hasta los confines de la tierra» (Hch 1,8). Leed el Libro de los Hechos de los Apóstoles y veréis como el Evangelio, con la fuerza del Espíritu Santo, llega a todos los pueblos, se hace universal. Tomadlo. Leedlo.
La navegación encuentra desde el principio condiciones desfavorables. El viaje se vuelve peligroso. Pablo aconseja no proseguir la navegación, pero el centurión no le da crédito y se fía del piloto y del armador. El viaje prosigue y se desencadena un viento tan furioso que la tripulación pierde el control y deja ir la nave a la deriva.
Cuando la muerte parece ya próxima y la desesperación invade a todos, Pablo interviene y tranquiliza a los compañeros diciendo lo que hemos escuchado: «Esta noche se me ha aparecido un ángel del Dios a quien pertenezco y a quien sirvo, y me ha dicho: “No temas, Pablo; tienes que comparecer ante el César, y Dios te ha concedido la vida de todos los que navegan contigo”» (Hch 27,23-24). Incluso en la prueba, Pablo no deja de ser custodio de la vida de los demás y animador de su esperanza.
Lucas nos muestra así que el plan que guía a Pablo hasta Roma pone a salvo no solo al Apóstol, sino también a sus compañeros de viaje, y el naufragio, de situación de desgracia, se convierte en oportunidad providencial para el anuncio del Evangelio.
Al naufragio sigue la llegada a la isla de Malta, cuyos habitantes demuestran una delicada acogida. Los malteses son buenos, son mansos, son acogedores ya desde aquel tiempo. Llueve y hace frío y encienden una hoguera para asegurar a los náufragos un poco de calor y de alivio. También aquí Pablo, como auténtico discípulo de Cristo, se pone al servicio para alimentar el fuego con algunas ramas. Durante estas operaciones es mordido por una víbora pero no sufre ningún daño: la gente, viendo esto, dice: “¡Este debe ser un gran malhechor porque se salva de un naufragio y acaba mordido por una víbora!”. Esperaban el momento que cayese muerto, pero al no padecer daño alguno, cambian y llegan a considerarlo −en vez de un malhechor− una divinidad. En realidad, aquel beneficio viene del Señor Resucitado que le asiste, según la promesa hecha antes de subir al cielo y dirigida a los creyentes: «agarrarán serpientes con las manos y, si bebieran algún veneno, no les dañará; impondrán las manos sobre los enfermos y quedarán curados» (Mc 16,18). Dice la historia que desde aquel momento ya no hay víboras en Malta: esa es la bendición de Dios por la acogida de ese pueblo tan bueno.
En efecto, la estancia en Malta es para Pablo la ocasión propicia para dar “carne” a la palabra que anuncia y ejercer así un ministerio de compasión en la curación de los enfermos. Y esa es una ley del Evangelio: cuando un creyente experimenta la salvación no la retiene, sino que la pone en circulación. «El bien siempre tiende a comunicarse. Toda experiencia auténtica de verdad y de belleza busca por sí misma su expansión, y cualquier persona que viva una profunda liberación adquiere mayor sensibilidad ante las necesidades de los demás» (Evangelii gaudium, 9). Claramente, un cristiano “probado” puede hacerse más cercano a quien sufre porque sabe qué es el sufrimiento, y tener su corazón abierto y sensible a la solidaridad con los demás.
Pablo nos enseña a vivir las pruebas estrechándonos a Cristo, para madurar «la convicción de que Dios puede actuar en cualquier circunstancia, también en medio de aparentes fracasos» y la «certeza que quien se ofrece y se entrega a Dios por amor seguramente será fecundo» (ibíd., 279). El amor es siempre fecundo, el amor a Dios siempre es fecundo, y si te dejas tomar por el Señor y recibes los dones del Señor, eso te permitirá darlos a los demás. Siempre va más allá el amor a Dios.
Pidamos hoy al Señor que nos ayude a vivir cada prueba sostenidos por la energía de la fe; y a ser sensibles a los muchos náufragos de la historia que llegan exhaustos a nuestras costas, para que también nosotros sepamos acogerlos con ese amor fraterno que viene del encuentro con Jesús. Eso es los que salva del hielo de la indiferencia y de la inhumanidad.
Saludo cordialmente a los peregrinos de lengua francesa y deseo a todos y cada uno un año rico de gracias del Señor. En particular, pidamos a Dios que nos ayude a vivir nuestras pruebas con fe. Y procuremos ser sensibles a los sufrimientos de los que nos salen al encuentro, aprendiendo a acogerlos con aquel amor que viene de nuestro encuentro con Jesús. Dios os bendiga.
Saludo a los peregrinos de lengua inglesa presentes en la Audiencia de hoy, especialmente a los grupos provenientes de Australia y Estados Unidos de América. A cada uno y a vuestras familias deseo que conservéis la alegría de este tiempo de Navidad, encontrando en la oración al Salvador que desea hacerse cercano a todos. Dios os bendiga.
Me alegra acoger a los peregrinos provenientes de los países de lengua alemana. San Pablo nos anima a vivir cada momento, también las pruebas, confiando en la cercanía de Cristo. Sostenidos por su amor, queramos también nosotros hacernos cercanos a los hermanos necesitados. Que el Señor os acompañe con su gracia en este año nuevo.
Saludo cordialmente a los peregrinos de lengua española, venidos de España y de Latinoamérica. Los animo a seguir el ejemplo de san Pablo para que, sostenidos por la fe, podamos ser sensibles ante las personas que viven en dificultad alrededor nuestro, pudiendo salir a su encuentro con amor fraterno. Que Dios los bendiga.
Queridísimos peregrinos de lengua portuguesa, de corazón os saludo a todos, deseando a cada uno que siempre brille, en vuestros corazones y en vuestras familias y comunidades, la luz del Salvador, que nos revela el rostro tierno y misericordioso del Padre celeste. Estrechemos entre los brazos al Niño Jesús y pongámonos a su servicio: Él es fuente de amor y serenidad. Qué os bendiga para un sereno y feliz Año Nuevo.
Dirijo una cordial bienvenida a los peregrinos de lengua árabe, en particular a los provenientes de Irak, Líbano, Siria y Medio Oriente. En los momentos más tristes de nuestra vida, en los momentos más angustiosos y de prueba no debemos tener miedo y ser audaces como lo fue Pablo, porque Dios vela sobre nosotros, está siempre cerca de nosotros. Que el Señor os bendiga a todos y os proteja siempre del maligno.
Saludo cordialmente a los peregrinos polacos. Queridos hermanos y hermanas, al principio del año nuevo nos encomendamos al Señor. Pidámosle que nos acompañe siempre con la luz de su Palabra, con la gracia de su amor y el poder de su Espíritu. Os bendigo de corazón.
Entre vosotros hay un grupo de Australia: querría pedir a todos que recemos al Señor para que ayude al pueblo en esto momento difícil, con ese fuego tan fuerte. Estoy junto al pueblo de Australia.
Dirijo una cordial bienvenida a los peregrinos de lengua italiana. En particular, saludo a los miembros de Institutos y Congregaciones que se inspiran en la espiritualidad de San Vicente de Paúl; y a un grupo de sacerdotes de la Archidiócesis de Génova, acompañados por el Cardenal Angelo Bagnasco. Saludo además a los grupos parroquiales, en particular al de Terracina; a las delegaciones del Ayuntamiento de Asti —son buenos los de Asti: han traído la bagna càuda[1]— y de la Provincia de Belluno; y a los dirigentes y artistas del Circo “Aqua”.
Saludo finalmente a los jóvenes, ancianos, enfermos y recién casados. El domingo próximo celebraremos la fiesta del Bautismo del Señor. Volved a descubrid la gracia que proviene del Sacramento y sabedla traducir en los afanes diarios de la vida. Y yo quisiera que cada uno supiese la fecha del bautismo: ciertamente sabemos la fecha del cumpleaños, la fecha del nacimiento; pero ¿cuántos saben la fecha del bautismo? Pocos… como no se celebra, se olvida. Os pongo una tarea para casa: preguntad a vuestros padres, a los abuelos, a los tíos, a los amigos: “¿Cuándo fui bautizado? ¿Cuándo fui bautizada?”. Y llevad siempre esa fecha del bautismo en el corazón para agradecer al Señor la gracia del bautismo.
Fuente: vatican.va / romereports.com
Traducción de Luis Montoya
[1] El plato típico por excelencia del Piamonte, cuna de la familia Bergoglio (ndt).
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