Numerosas iniciativas coordinadas por el Consejo Pontificio para la Promoción de la Nueva Evangelización en el XXXIII Domingo del Tiempo ordinario, cuando en toda la Iglesia se celebra la Jornada Mundial de los Pobres instituida por el Papa Francisco al final del Jubileo de la Misericordia
En “Los pobres nos facilitan el acceso al cielo; por eso el sentido de la fe del Pueblo de Dios los ha visto como los porteros del cielo”. Las palabras del Papa Francisco en la homilía de la Misa en la III Jornada Mundial de los Pobres −iniciativa instituida al concluirse el Jubileo extraordinario de la Misericordia−, que este año se ha celebrado en toda la Iglesia el 17 de noviembre, son inequívocas y representan la justa síntesis de la atención a los últimos que caracteriza desde siempre el mensaje evangélico y la predilección del propio Pontífice por los últimos.
Ellos son “el tesoro de la Iglesia, porque nos revelan la riqueza que nunca envejece, la que une tierra y cielo, y por la cual verdaderamente vale la pena vivir: el amor”. Escuchaban en primera fila la expresión de afecto del Papa los propios indigentes, que al menos durante un día se han vuelto a convertir en protagonistas en toda la Iglesia.
El amor es también lo que permite distinguir el verdadero profeta −Jesús− de los falsos profetas que vendrán en su nombre, como dicen las Escrituras, ha explicado el Papa Francisco en la homilía. Y “para ser de Jesús” y hablar su misma lengua no basta la etiqueta “cristiano” o “católico”, sino salir “del propio yo”, “dar al que no tiene nada que devolvernos”, “servir sin buscar recompensas y compensaciones”, como hacen precisamente los pobres.
La presencia de los pobres, por tanto, “nos lleva al clima del Evangelio”, ha repetido el Papa Francisco, y “más que sentir fastidio cuando oímos que golpean a nuestra puerta, podemos acoger su grito de auxilio”, que es como una llamada “a salir de nuestro proprio yo”.
En el Ángelus, nada más terminar la Misa, el Papa ha invitado a reflexionar sobre la “indiferencia de la sociedad hacia los pobres”, diciendo estar descontento y triste por algunas estadísticas sobre la pobreza que le habían sido presentadas poco antes.
Probablemente el Pontífice se refería al último informe global publicado por Oxfam a comienzos de 2019, del que resulta que aún hoy 3,4 miles de millones de personas (casi la mitad de la población mundial) viven con menos de 5,5 dólares al día, y hay otros 2,4 miles de millones que viven en verdadera pobreza, sin que lo reconozcan las instituciones. También según el informe, la desigualdad social y económica está poniendo en riesgo la vida de 10.000 personas en el mundo que no puede acceder a los servicios sanitarios, mientras que unos 262 millones de niños no tienen la posibilidad de integrarse en las estructuras escolares.
Sin embargo, los recursos no faltan, sino que están mal distribuidos: el 1 % más rico del planeta tendría acceso a aproximadamente el 47,2 % de la riqueza neta total, mientras la mitad más pobre de las personas −unos 3,8 miles de millones− posee colectivamente solo el 0,4 % de los recursos económicos.
En el Mensaje escrito por la Jornada, el Pontífice había atraído también la atención hacia las “numerosas formas de nuevas esclavitudes a las que están sometidos millones de hombres, mujeres, jóvenes y niños”: familias obligadas a abandonar su tierra, huérfanos, jóvenes a los que se les impide el acceso al trabajo, víctimas de prostitución y drogas, inmigrantes y todos los marginados y sin hogar.
No obstante, ha escrito el Papa en el documento, “no hay forma de eludir la llamada apremiante que la Sagrada Escritura confía a los pobres”, conscientes de que ante esta multitud numerosa de indigentes Jesús no hizo otra cosa que “identificarse con cada uno de ellos”. De este modo Él ha inaugurado la predicación del Reino de Dios, pero nos ha confiado a nosotros “la tarea de llevarlo adelante, asumiendo la responsabilidad de dar esperanza a los pobres”.
Tras haber asistido a la Misa celebrada por el Papa en la basílica de san Pedro y al Ángelus en la plaza, más de 1.500 necesitados y pobres acompañados por el personal de varias asociaciones se trasladaron al Aula Pablo VI para participar en la comida con el Papa Francisco. Los comensales provenían de Roma, de las diócesis del Lacio y de otras diócesis italianas. También en otros lugares del mundo se ha repetido la misma iniciativa, como gesto de inclusión y de caridad cristiana.
Antes de bendecir la mesa y los dones, haciendo su entrada en el Aula el Pontífice ha definido el evento como una “reunión de amigos”, en un clima de verdadera familia. Por ese motivo, apenas se sentó a la mesa comenzó a hablar con los que estaba junto a él, y antes de despedirse invitó a pensar en el hecho de que a nuestro lado siempre hay algunos más necesitado que nosotros.
También este año se ha repetido al experiencia del Presidio sanitario instalado en el brazo izquierdo de la columnata de la plaza de San Pedro, y dirigido a los pobres de la ciudad de Roma, que gracias a la generosidad de médicos y enfermeros −que se ha adherido voluntariamente dedicando parte de sus vacaciones− han podido recibir análisis clínicos y atención especializada gratuita en diversas tipología, desde la radiología a la cardiología, desde la ginecología a la oftalmología. Un verdadero hospital móvil, que en muchos casos permite también intervenir en enfermedades infecciosas.
Para las personas que acuden a él −la mayor parte de las cuales vive en la calle y en los alrededores de la plaza de San Pedro− es realmente muy útil poder utilizar este servicio, al que difícilmente podrían acceder en estructuras de pago. No podía faltar, como es usual, la visita “sorpresa” del Papa Francisco, que de esta manera ha querido mostrar su cercanía tanto a lo médicos como a los pacientes, con los que se ha entretenido durante algunos momentos.
Entre las demás iniciativas de la Jornada, el habitual concierto “con los pobres y para los pobres” en el Aula Pablo VI del Vaticano, que en esta ocasión ha visto a la Orquesta Italiana del Cine, dirigida por el Maestro Nicola Piovani y acompañada por el Coro de la Diócesis de Roma con la dirección di Mons. Marco Frisina. Han sido ejecutados pasajes seleccionados de las películas de Roberto Benigni −La vida es bella y Pinocho− y algunas columnas sonoras de películas de televisión inspiradas en grandes figuras de Papas y santos. Los dos primeros sectores del Aula habían sido reservados, como siempre, a los pobres y necesitados: familias en dificultades, ancianos, personas sin techo o de condiciones precarias de vida, que han sido así “puestos en el centro”, intentando ofrecerles un germen de esperanza a través del idioma universal de la buena música.
Como legado concreto y sorprendente de esta III Jornada mundial de los Pobres, el Papa Francisco ha inaugurado una nueva obra de caridad: un centro de acogida nocturna y diurna para personas sin vivienda que ocupa un edificio completo de cuatro pisos en el territorio vaticano, el Palazzo Migliori, por el nombre de la familia que en el año 1930 lo había cedido a la Santa Sede. Ha sido confiado para su uso a la Limosnería apostólica del cardenal Konrad Krajewski, que la gestiona conjuntamente con la Comunidad de San Egidio.
Inicialmente, la estructura había de ser destinada a hotel de lujo, después de haber sido dejada libre por una Congregación Religiosa femenina, pero el Santo Padre ha querido que se destinara a las personas más necesitadas y en dificultad. En el piso tercero y cuarto están las habitaciones para el descanso nocturno, que pueden albergar alrededor de 50 personas. En cambio, los pisos primero y segundo están reservados al servicio diurno, animado siempre por voluntarios, con salas para la escucha y la conversación y otras actividades educativas y culturales.
La cocina del centro, además, se utiliza también para preparar las más de 250 comidas calientes que desde hace varios años se distribuyen a los pobres por la tarde en las mayores estaciones ferroviarias de la ciudad. La actividad del Centro es sostenida por la Limosnería apostólica con los ingresos provenientes de la distribución de los pergaminos con la Bendición Apostólica y aportaciones de personas privadas.
Giovanni Tridente, en revistapalabra.es.
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