En su catequesis semanal, durante la Audiencia general de hoy, el Papa ha subrayado el papel de los laicos en la evangelización del Imperio Romano
Queridos hermanos y hermanas:
Los Hechos de los Apóstoles nos dicen que Pablo, después de su estadía en Atenas, prosiguió su viaje misionero y llegó a Corinto, ciudad comercial y cosmopolita, que era capital de la provincia romana de Acaya.
Ahí encontró a Áquila y Priscila, pareja de esposos cristianos que había tenido que dejar Roma por la expulsión de los judíos decretada por el emperador Claudio. Ellos, con un corazón lleno de fe en Dios y de generosidad hacia el prójimo, le abrieron las puertas de su hogar a Pablo, testimoniando el valor cristiano de la hospitalidad.
Acogieron al Evangelizador y también el anuncio que él llevaba: el Evangelio de Cristo. Como Pablo, también ellos eran tejedores de lona para tiendas de uso doméstico. El Apóstol apreciaba mucho el trabajo manual, que no sólo consideraba lugar privilegiado para dar testimonio cristiano, sino también medio de subsistencia y no ser un peso para los demás. Esta pareja cristiana abrió también su casa a la comunidad local de cristianos, convirtiéndola en una “domus ecclesiae”, es decir, lugar de escucha de la Palabra de Dios y de la celebración de la Eucaristía.
De entre los numerosos colaboradores de san Pablo, Áquila y Priscila sobresalen como modelos de una vida conyugal comprometida al servicio de toda la comunidad cristiana y nos recuerdan que gracias a la fe y al compromiso en la evangelización de muchos laicos como ellos, el cristianismo echó raíces y ha llegado hasta nosotros.
Buenos días a todos. Llueve fuera. Aquí estaréis tranquilos, podréis seguir la audiencia por las pantallas gigantes , tranquilos, en paz, sin mojaros. Eso es bueno. Os agradezco esta visita. Para mí es una alegría cuando veo que venís así, con tantas dificultades, pero por amor a la Iglesia, para decir que amáis a la Iglesia. Eso hace bien a todos los que os ven; a mí también. Gracias. Y ahora voy al otro grupo que está en la Plaza; estará un poco mojado, pero vosotros os quedáis aquí. Estaremos unidos por la pantalla gigante. Ahora quisiera daros a todos la bendición. Antes, rezamos a la Virgen [reza un Avemaría y da la Bendición]. Rezad por mí y gracias por haber venido.
Esta audiencia se hace en dos grupos: los enfermos están en el Aula Pablo VI ─ya he estado con ellos, les he saludado y bendecido; serán unos 250. Allí estarán más cómodos por la lluvia─ y nosotros aquí. Pero ellos nos ven por la pantalla gigante. Saludémonos los dos grupos con un aplauso.
Los Hechos de los Apóstoles narran que Pablo, como evangelizador infatigable que es, tras la estancia en Atenas, lleva adelante la carrera del Evangelio en el mundo. Nueva etapa de su viaje misionero es Corinto, capital de la provincia romana de Acaya, una ciudad comercial y cosmopolita, gracias a la presencia de dos puertos importantes.
Como leemos en el capítulo 18 de los Hechos, Pablo encuentra hospitalidad en una pareja de esposos, Aquila y Priscila (o Prisca), obligados a trasladarse de Roma a Corinto después de que el emperador Claudio ordenase la expulsión de los judíos (cfr. Hch 18,2). Quisiera hacer un paréntesis. El pueblo hebreo ha sufrido mucho en la historia. Ha sido expulsado, perseguido… Y, en el siglo pasado, vimos tantas, tantas brutalidades que hicieron al pueblo judío, y todos estábamos convencidos de que eso se había acabado. Pero hoy, empieza a renacer aquí y allá la costumbre de perseguir judíos. Hermanos y hermanas, eso no es ni humano ni cristiano. ¡Los judíos son hermanos nuestros! Y no deben ser perseguidos. ¿Entendido? Estos esposos demuestran tener un corazón lleno de fe en Dios y generoso con los demás, capaz de dejar sitio a quien, como ellos, experimenta la condición de forastero. Esa sensibilidad les lleva a descentrarse de sí para practicar el arte cristiano de la hospitalidad (cfr. Rm 12,13; Hb 13,2) y abrir las puertas de su casa para acoger al apóstol Pablo. Así acogen no solo al evangelizador, sino también el anuncio que él lleva consigo: el Evangelio de Cristo que es «fuerza de Dios para la salvación de todo el que cree» (Rm 1,16). Y desde aquel momento su casa se impregna del perfume de la Palabra «viva» (Hb 4,12) que vivifica los corazones.
Aquila y Priscila comparten con Pablo también la actividad profesional, que es la construcción de tiendas. Pablo estimaba mucho el trabajo manual y lo consideraba un espacio privilegiado de testimonio cristiano (cfr. 1Cor 4,12), además de un justo modo para mantenerse sin ser peso para otros (cfr. 1Ts 2,9; 2Ts 3,8) o la comunidad.
La casa de Aquila y Priscila en Corinto abre las puertas no solo al Apóstol sino también a los hermanos y hermanas en Cristo. De hecho, Pablo puede hablar de la «iglesia que se reúne en su casa» (1Cor 16,19), la cual se convierte en una “casa de la Iglesia”, una “domus ecclesiae”, un lugar de escucha de la Palabra de Dios y de celebración de la Eucaristía. También hoy en algunos países donde no hay libertad religiosa y no hay libertad para los cristianos, se reúnen en una casa, un poco a escondidas, para rezar y celebrar la Eucaristía. También hoy hay esas casas, esas familias que son un templo para la Eucaristía.
Tras un año y medio de permanencia en Corinto, Pablo deja aquella ciudad junto a Aquila y Priscila, y se quedan en Éfeso. También allí su casa será lugar de catequesis (cfr. Hch 18,26). Finalmente, los dos esposos volverán a Roma y serán destinatarios de un espléndido elogio que el Apóstol incluye en la carta a los Romanos. Tenía el corazón agradecido, y así escribe Pablo sobre estos dos esposos en la carta a los Romanos. Escuchad: «Saludad a Prisca y Aquila, mis colaboradores en Cristo Jesús, que expusieron sus cabezas para salvar mi vida, a quienes damos gracias no sólo yo sino también todas las iglesias de los gentiles» (16,3-4). ¡Cuántas familias en tiempo de persecución arriesgan la cabeza para mantener escondidos a los perseguidos! Ese es el primer ejemplo: la acogida familiar, incluso en los momentos malos.
Entre los numerosos colaboradores de Pablo, Aquila y Priscila emergen como «modelos de una vida conyugal responsablemente comprometida al servicio de toda la comunidad cristiana» y nos recuerdan que, gracias a la fe y al esfuerzo en la evangelización de tantos laicos como ellos, el cristianismo ha llegado hasta nosotros. Pues «para arraigarse en la tierra del pueblo, para desarrollarse vivamente, era necesario el compromiso de esas familias. Y pensad que el cristianismo desde el comienzo fue predicado por laicos. También vosotros laicos sois responsables, por vuestro Bautismo, de sacar adelante la fe. Era el compromiso de tantas familias, de estos esposos, de esas comunidades cristianas, de fieles laicos que dieron el “humus” para el crecimiento de la fe» (Benedicto XVI, Catequesis, 7-II-2007). Es bonita esta frase del Papa Benedicto XVI: los laicos dan el humus para el crecimiento de la fe.
Pidamos al Padre, que decidió hacer de los esposos su «verdadera “escultura” viviente» (Amoris laetitia, 11) ─creo que aquí hay recién casados: escuchad vuestra vocación, debéis ser la verdadera escultura viviente─, infundir su Espíritu en todas las parejas cristianas para que, siguiendo el ejemplo de Aquila y Priscila, sepan abrir las puertas de sus corazones a Cristo y a los hermanos y transformen sus casas en iglesias domésticas. Bonita palabra: una casa es una iglesia doméstica, donde vivir la comunión y ofrecer el culto de la vida vivida con fe, esperanza y caridad. Debemos rezar a estos dos santos Aquila y Prisca, para que enseñen a nuestras familias a ser como ellos: una iglesia doméstica donde está el humus, para que la fe crezca.
Saludo cordialmente a los francófonos, en particular al Consejo del Vicariato del Brabant Wallon, con Monseñor Jean-Luc Hudsyn, y a los peregrinos del Líbano y de Francia. Pidamos al Señor que derrame su Espíritu en las parejas y familias cristianas, de modo que, abriendo generosamente sus puertas a Cristo y a los hermanos, den ejemplo auténtico de vida de fe, de esperanza y de caridad. Dios os bendiga.
Saludo a los peregrinos de lengua inglesa presentes en esta Audiencia, especialmente a los grupos provenientes de Inglaterra, Dinamarca, Australia, Malasia y Estados Unidos de América. Sobre vosotros y vuestras familias invoco la alegría y la paz del Señor Jesucristo. Dios os bendiga.
Saludo de corazón a los hermanos y hermanas de lengua alemana, en particular a los peregrinos de las diócesis de Linz, Sankt Pölten y Graz-Seckau, acompañados por Mons. Scheuer. Abramos nuestro corazón a Jesús, y estemos cerca de los hermanos, ofreciéndoles una acogida en la que la fe, la esperanza y la caridad puedan crecer. Que el Espíritu Santo os acompañe en vuestro camino.
Saludo cordialmente a los peregrinos de lengua española, venidos de España y Latinoamérica. Pidamos a Dios nuestro Padre que infunda su Espíritu Santo en todas las parejas cristianas para que, a ejemplo de Aquila y Priscila, sepan abrir las puertas de su corazón a Cristo y a los hermanos, para que sus hogares sean verdaderas iglesias domésticas donde se viva la comunión fraterna y se dé a Dios el culto de una vida de fe, de esperanza y de caridad. Que Dios los bendiga.
Queridos amigos de lengua portuguesa, gracias por vuestra presencia y vuestras oraciones por mí. Os saludo a todos, en particular a los parroquianos de Santa Rita de Cássia, en Mogi das Cruzes, a los fieles de Nossa Senhora de Fátima y Santo António, en Lisboa, y al grupo de Rectores y Formadores de Seminarios participantes en el Congreso promovido por la Congregación para el Clero. Sintiéndoos objeto de la misericordia y de la compasión de Dios, procurad siempre ser humildes y comprensivos con todos. Sobre vosotros y vuestras comunidades descienda la Bendición del Señor.
Dirijo una cordial bienvenida a los peregrinos de lengua árabe, en particular a los del Medio Oriente. Queridos hermanos y hermanas, Jesús recomienza de la familia su paso entre los seres humanos, para persuadirlos de que Dios no los ha olvidado, en cuanto, donde hay una familia con amor, esa familia, con su testimonio de amor, es capaz de caldear el corazón de toda una ciudad. El Señor os bendiga.
Saludo a los peregrinos polacos. Queridos hermanos y hermanas, los esposos, que aman y generan la vida, son una “escultura” viviente, capaz de manifestar al Dios Creador y Salvador. Su amor es símbolo de la íntima realidad de Dios (cfr. Amoris laetitia, 11). Espero que vuestras casas sean lugares impregnados de amor, donde se escucha la voz de Dios y de los hombres. Que sean la iglesia doméstica, llena de espíritu de fe, de esperanza y de apertura a la nueva vida. Os bendigo de corazón a todos y a vuestras familias.
Dirijo una cordial bienvenida a los peregrinos de la República Checa, venidos con el Cardenal de Praga Dominik Duka, el arzobispo de Olomouc, Jan Graubner y todos los obispos de Bohemia, Moravia y Silesia, así como a los representantes de la vida pública. Hoy estáis aquí para recordar el aniversario de la canonización de Santa Inés de Bohemia, celebrada hace 30 años por San Juan Pablo II, aquí en la Basílica de San Pedro. Que Santa Inés, representada por la estatua que habéis traído aquí, siga intercediendo por vosotros, para que podáis vivir con renovado entusiasmo el Evangelio, comprometiéndoos por el bien común, en medio de tantos paisanos que aún no conocen al Señor Jesús. De esto ya habéis dado una bonito ejemplo, trayendo con vosotros, en nombre de Santa Inés, una colecta de dinero para los pobres. Os lo agradezco de corazón. El Señor os bendiga.
Dirijo una cordial bienvenida a los peregrinos de lengua italiana. En particular, saludo a las Hermanas Misioneras de San Carlos Borromeo (Escalabrinianas), que celebran su capítulo general y las animo a poner cada vez más el propio carisma al servicio de la Iglesia. Saludo a los Asistentes espirituales de la Orden Franciscana Secular; a los Misioneros y Misioneras Salesianos; a los participantes en la Asamblea mundial de Cooperadores Guanellianos y a los grupos parroquiales, especialmente al de Canosa de Puglia. Además saludo a la Federación italiana de Escuelas infantiles; a la Asociación Adisco; a los Agentes sanitaros de diabetología; y a la Asociación profesional de cocineros italianos.
Saludo finalmente a los jóvenes, ancianos, enfermos y recién casados, en particular a las jóvenes parejas provenientes de la diócesis de Fabriano-Matelica. Invito a todos a rezar por mi próximo Viaje Apostólico a Tailandia y Japón, para que el Señor conceda a los pueblos visitados copiosos dones de gracia.
Dirijo un pensamiento especial a la querida Burkina Faso, desde hace tiempo probada por violencias recurrentes, y donde recientemente un atentado ha costado la vida a casi cien personas. Encomiendo al Señor a todas las víctimas y heridos, a los numerosos desalojados y a cuantos sufren por estos dramas. Apelo a que no falte la protección a los más vulnerables; y animo a las Autoridades civiles y religiosas y a cuantos están animados de buena voluntad a multiplicar los esfuerzos, con el espíritu del Documento de Abu Dabi sobre la Fraternidad Humana, para promover el diálogo interreligioso y la concordia.
Fuente: vatican.va / romereports.com
Traducción de Luis Montoya
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