El Papa ha recordado en la Audiencia general de hoy que esa circunstancia, en lugar de detener a los cristianos, los multiplicó
Queridos hermanos y hermanas:
Como hemos escuchado en la lectura de los Hechos de los Apóstoles, después del martirio de Esteban se desató en Jerusalén una violenta persecución contra la Iglesia, muchos cristianos tuvieron que dejar la ciudad y se dispersaron por Judea y Samaría. Esa persecución en lugar de detener la evangelización, la impulsó.
Así lo observamos en el testimonio del diácono Felipe que fue a evangelizar las ciudades de Samaría, donde el anuncio de la Palabra estaba acompañado por muchos signos de liberación y curaciones.
Fue también durante esa misión que el Espíritu Santo llevó a Felipe hacia un extranjero que se dirigía a su tierra e iba leyendo el cuarto canto del “Siervo del Señor”, del libro de Isaías, sin comprender su significado. El diálogo entre Felipe y ese hombre, que reconoció no entender la Palabra de Dios, nos dice que no es suficiente leer la Escritura, ya que la clave para entenderla se encuentra en Jesús, Palabra encarnada del Padre, que con su misterio pascual le da pleno sentido. El encuentro con Felipe impulsó al etíope a pedirle el Bautismo; al recibirlo lo convirtió en un hombre nuevo y lo marcó con «el sello» de la alegría del Espíritu Santo, fuente de esperanza para su camino.
Tras el martirio de Esteban, la “carrera” de la Palabra de Dios parece sufrir un revés, al desatarse «una violenta persecución contra la Iglesia de Jerusalén» (Hch 8,1). Como consecuencia, los Apóstoles se quedan en Jerusalén, mientras que muchos cristianos se dispersan por otros lugares de Judea y Samaría. En el Libro de los Hechos, la persecución parece ser el estado permanente de la vida de los discípulos, como había dicho Jesús: «Si me han perseguido a mí, también a vosotros os perseguirán» (Jn 15,20). Pero la persecución, en vez de apagar el fuego de la evangelización lo alimenta aún más.
Hemos escuchado lo que hizo el diácono Felipe que comienza a evangelizar las ciudades de Samaría, y numerosos son los signos de liberación y curación que acompañan el anuncio de la Palabra. En ese punto el Espíritu Santo marca una nueva etapa del viaje del Evangelio: empuja a Felipe a ir al encuentro de un extranjero que tiene su corazón abierto a Dios. Felipe se levanta y parte con brío y, por una carretera desierta y peligrosa, encuentra a un alto funcionario de la reina de Etiopía, administrador de sus tesoros. Ese hombre, un eunuco, después de estar en Jerusalén para el culto, regresa a su país. Era un prosélito judío de Etiopía. Sentado en la carroza, lee el libro del profeta Isaías, en concreto el cuarto canto del “siervo del Señor”. Felipe se acerca a la carroza y le pregunta: «¿Entiendes lo que lees?» (Hch 8,30). El etíope responde: «¿Cómo lo voy a entender si no me lo explica alguien?» (Hch 8,31). Aquel hombre poderoso reconoce que necesita ser guiado para comprender la Palabra de Dios. Era el gran banquero, el ministro de economía, tenía todo el poder del dinero, pero sabía que sin la explicación no podía entender: era humilde.
Y ese diálogo entre Felipe y el etíope nos ayuda a ver que no basta leer la Escritura, hay que comprender su sentido, hallar el “zumo” yendo más allá de la “corteza”, llegar al Espíritu que anima la letra. Como dijo el Papa Benedicto al inicio del Sínodo sobre la Palabra de Dios, «la exégesis, la verdadera lectura de la Sagrada Escritura, no es solamente un fenómeno literario […]. Es el movimiento de mi existencia» (Meditación, 6-X-2008). Entrar en la Palabra de Dios es estar dispuestos a salir de nuestros límites para encontrar a Dios y conformarnos con Cristo que es la Palabra viva del Padre.
¿Quién es, pues, el protagonista de lo que leía el etíope? Felipe ofrece a su interlocutor la clave de lectura: ese siervo manso que sufre, que no reacciona al mal con el mal y que, considerado fracasado y estéril y finalmente quitado del medio, libera al pueblo de la iniquidad y da fruto para Dios, ¡es precisamente el Cristo que Felipe y toda la Iglesia anuncian! Que con la Pascua nos redimió a todos. Finalmente el etíope reconoce a Cristo y pide el Bautismo y profesa la fe en el Señor Jesús. Es bonito este relato pero, ¿quién empujó a Felipe a ir al desierto a encontrar a ese hombre? ¿Quién empujó a Felipe a acercarse a la carroza? El Espíritu Santo. El Espíritu Santo es el protagonista de la evangelización. “Padre, yo voy a evangelizar” ─“Sí, ¿y qué haces?” ─“Pues anuncio el Evangelio y digo quién es Jesús, intento convencer a la gente de que Jesús es Dios”. Querido, eso no es evangelización; si no está el Espíritu Santo no hay evangelización. Eso puede ser proselitismo, publicidad… Pero la evangelización es dejarte guiar por el Espíritu Santo, que sea Él quien te empuje al anuncio, al anuncio con el testimonio, hasta con el martirio, y también con la palabra.
Después de haber hecho encontrar al etíope con el Resucitado ─el etíope encuentra a Jesús resucitado porque comprende aquella profecía─ Felipe desaparece, el Espíritu lo arrebató y lo envió a hacer otra cosa. He dicho que el protagonista de la evangelización es el Espíritu Santo, y ¿cuál es la señal de que tú cristiana, cristiano, eres un evangelizador? La alegría. Incluso en el martirio. Y Felipe lleno de alegría fue a otra parte a predicar el Evangelio.
Que el Espíritu haga de los bautizados hombres y mujeres que anuncien el Evangelio para atraer a los demás no a sí sino a Cristo, que sepan dejar sitio a la acción de Dios, que sepan hacer a los demás libres y responsables ante el Señor.
Saludos
Saludo afectuosamente a los fieles francófonos, en particular a los peregrinos de la parroquia de Villeneuve; al Colegio Maîtrise de Massabielle de Pointe-à-Pitre; al Colegio Saint-Joseph de Oyonnax; y al grupo de peregrinos de la diócesis de Quebec. El encuentro de Felipe con el etíope revela la importancia de comprender la Palabra de Dios y los Sacramentos para una nueva vida en Dios. Y la alegría es la característica de todos los cristianos, discípulos de Cristo, muerto y resucitado. Que el Espíritu Santo os haga hombres y mujeres amantes de Cristo, y gozosos en el anuncio de su mensaje de esperanza. Dios os bendiga.
Saludo a los peregrinos de lengua inglesa presentes en esta Audiencia, especialmente a los grupos venidos de Inglaterra, Escocia, Irlanda, Dinamarca, Países Bajos, Noruega, Suecia, Botsuana, Australia, China, Indonesia, Filipinas, Canadá y Estados Unidos de América. En particular saludo a los seminaristas del Pontificio Colegio Americano del Norte y a sus familiares, reunidos para la ordenación diaconal que tendrá lugar mañana. Sobre vosotros y vuestras familias invoco la alegría y la paz del Señor Jesucristo. Dios os bendiga.
Dirijo un querido saludo a los peregrinos de lengua alemana, en particular a los alumnos del Cusanus-Gymnasium de Coblenza y a los Schützen dieWerl. Que el soplo del Espíritu Santo nos haga capaces de dejar sitio a la acción de Dios en nosotros, ayudando a los hermanos y hermanas más pequeños y necesitados. El Señor bendiga a vosotros y a vuestras familias.
Saludo cordialmente a los peregrinos de lengua española venidos de España y de Latinoamérica. Hoy, memoria litúrgica de los ángeles custodios, pidamos al Señor que nos conceda, por su intercesión, el don de su Espíritu Santo, para que haga de todos nosotros los bautizados anunciadores valientes del Evangelio, dando cabida en nuestra vida a la acción de Dios, que nos hace criaturas nuevas y criaturas libres. Que el Señor los bendiga.
Queridos peregrinos de Brasil y todos los demás de lengua portuguesa, ¡bienvenidos! Que esta peregrinación a Roma os llene de luz y fortaleza para anunciar a Jesucristo, único Salvador y Señor de la vida: fuera de Él, no hay vida, ni esperanza alguna de encontrarla. Con Cristo, en cambio, éxito eterno a la vida que Dios os ha confiado. Dios bendiga a vosotros y a vuestras familias. Rezad por las misiones.
Dirijo una cordial bienvenida a los peregrinos de lengua árabe, en particular a los provenientes de Irak, Jordania y Medio Oriente. Sin el Señor es imposible comprender a fondo la Sagrada Escritura, pero también es cierto lo contrario: sin la Sagrada Escritura quedan indescifrables los acontecimientos de la misión de Jesús y de su Iglesia en el mundo. Justamente San Jerónimo podía escribir: «La ignorancia de las Escrituras es ignorancia de Cristo». El Señor os bendiga y os proteja siempre del maligno.!
Saludo cordialmente a los peregrinos polacos. Queridos hermanos y hermanas, ayer inició el Mes Misionero Extraordinario. “Celebrar este mes nos ayudará en primer lugar a recuperar el sentido misionero de nuestra adhesión de fe a Jesucristo, fe gratuitamente recibida como don en el Bautismo”. Pues todos, como “Bautizados y enviados”, estamos llamados a ser testigos de Cristo y sostenedores de los misioneros que llevan el Evangelio a todos los pueblos del mundo. Que nuestra oración y los gestos concretos de solidaridad les acompañen siempre. Os bendigo de corazón.
Dirijo una cordial bienvenida a los peregrinos de lengua italiana. Me alegra saludar a los participantes en el Encuentro promovido por el Pontificio Consejo para el Diálogo Interreligioso sobre Mahatma Gandhi; y a los Sacerdotes del Pontificio Colegio Misionero Internacional San Pablo Apóstol, de Roma. Saludo a las parroquias de Copertino y de Livizzano; y al grupo de jóvenes católicos chinos, de Prato.
Un pensamiento particular para los jóvenes, ancianos, enfermos y recién casados. Hoy celebramos la memoria de los Santos Ángeles Custodios. Que su presencia refuerce en vosotros la certeza de que Dios acompaña el camino de la vida de cada uno. Que os sostengan al anunciar y vivir el Evangelio de Cristo por un mundo renovado en el amor de Dios.
Fuente: vatican.va / romereports.com
Traducción de Luis Montoya.
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