Piensa en cómo vivimos hoy, en cómo alguna gente que va de “relativista” pretende imponernos sus dogmas, empezando por el del relativismo…
¿Sabes quién era Asch? ¡Sí, hombre, Solomon Asch!
Yo, hasta hace poco, no. Lo confieso. Pero me lo encontré. Es un decir: di con él en la web.
Te hablo de este prestigioso profesional cuando en realidad quiero hablarte de ti, del otro, de aquel, de mí: de la sociedad en que vivimos. De algo que tiene que ver con la “psicología social”.
La psicología social busca, entre otras cuestiones, conocer cómo influye la presencia de otras personas en nuestros actos. Y ahí voy.
Al niño de El traje nuevo del Emperador, esa presencia no le condicionó de ninguna manera: ante una multitud, ni corto ni perezoso, soltó por su linda boca lo que todos veían, pero todos callaban: el emperador se paseaba en cueros. Mientras, los demás asumían que lo hacía cubierto con hermosísimos ropajes. ¿Quién iba a osar ponerle el cascabel al gato? Se suele afirmar que solo los niños y los locos dicen las verdades…
Y allá por los años cincuenta del pasado siglo, llevó a cabo una serie de experimentos.
Experimentos que demostraron significativamente el poder de la conformidad en los colectivos.
Si hubiese vivido ahora, seguramente no le habría hecho falta ─por evidente─ llevar a cabo lo que te voy a relatar:
Uno de sus experimentos fue pedir a varios grupos de estudiantes (unas siete personas por equipo) que participaran en una supuesta “prueba de visión”.
Todos los seleccionados excepto uno de los participantes de cada grupo (el sujeto crítico) eran cómplices del experimentador, actores.
El experimento consistía en ver cómo el estudiante que ignoraba todo lo tramado reaccionaba frente al comportamiento de todos los demás.
Se trataba de comprobar las condiciones que inducen a una persona a mantener un criterio propio o a someterse a las presiones de grupo incluso cuando sus planteamientos (los del colectivo) son contrarios a la realidad.
A todos los participantes se les pidió que dijeran si, a su juicio, la longitud de varias líneas trazadas en un folio era idéntica o unas eran más largas que otras. Fácil.
A los seis “cómplices” de cada equipo se les había preparado en secreto para dar unas respuestas concretas: Al principio, debían contestar lo que era cierto, pero después habían de ir haciéndolo de forma errónea.
Esto provocaba que la persona sobre cuya conducta se estaba experimentando (sin que él lo supiera) y a la que se le hacía dar su opinión en último lugar fuera sintiendo un importante malestar o incomodidad al tener que discrepar; y acabara optando por dar la respuesta de todos los demás, la mayoritaria: la incorrecta.
Así ocurrió en más de una tercera parte de las veces… aunque curiosamente solo cuando los cómplices estaban presentes y se enteraban de lo que contestaba.
La prueba se llevó a cabo en distintos grupos para valorar la reacción del estudiante analizado. Se trataba, con todo ello, de responder a la siguiente cuestión: ¿qué contestaríamos si todos los otros participantes eligieran unánimemente otra opción?
El experimento de Asch aportó evidencia empírica a las teorías sobre el comportamiento de masas y el conformismo del grupo: este puede influenciar a sus miembros (ya sea porque los minoritarios se sienten presionados por el criterio de la mayoría, ya porque dudan del suyo propio) y hacerles cambiar su criterio personal.
Más de un tercio de individuos, ante un hecho objetivo, claro, evidente (la longitud de unas líneas) no se atrevió a discrepar. Discrepar: ¡qué tremendo! Sobre algo tan vital como si una línea era igual o más larga que la otra: ¡qué terrible!
En cómo alguna gente que va de “relativista” pretende imponernos sus dogmas ─empezando por el del relativismo…
Comienzan, a veces, de forma subliminal.
Intentan “hacerse hueco”, más de una vez de manera victimista.
Y siempre concluyen, si es preciso, de forma imperativa y dogmática: las “cosas” son como ellos las dicen o las escriben. Y punto. Y si te atreves a disentir, eres o un radical o un “…fobo” de lo que sea. Porque ellos son los que ponen las etiquetas. Y, en su caso, hasta las sanciones. Normalmente se creen provistos ─o incluso presumen─ de una superioridad moral de la que carecen.
Imagínate cómo “tragan” algunas personas en esta sociedad tan políticamente correcta cuando, en lugar de plantearles si las líneas trazadas son más o menos largas, lo que se les plantea desde una posición dominante es algo más complejo; más filosófico; o “más discutible”.
Se lo comen todo: indiscutiblemente. Y algunos incluso dan las gracias a quien les sirve el menú. Porque esas son “las lentejas”. Vaya especie de síndrome de Estocolmo…
Hoy quería escribirte por eso.
Y porque estoy convencido de que, día sí, día también, te ves ─como yo─ en esas tesituras.
Y te animo a que seas tú mismo. No yo: tú. Como señalaba Oscar Wilde: Sé tú mismo. Los demás puestos ya están ocupados.
Apuesto por el pensamiento crítico; por la libertad. También por la de discrepar. No me gustan los rebaños de ovejas mas que en el monte o en el corral. No podemos ni aborregarnos ni aburguesarnos.
No es la primera ocasión en que escribo sobre esto.
Quizás te sirva ojear estos posts de Dame tres minutos:
¿Te atreves a nadar a contracorriente?
La manipulación del lenguaje: cómo engañar a tu cerebro.
E incluso… Educación y posverdad.
Ya que he citado a Wilde, concluyo con otra frase célebre suya: Cada vez que se encuentre usted del lado de la mayoría, es tiempo de hacer una pausa y reflexionar.
Post Data.- Por cierto, tengo un amigo que me suele repetir: ─José, a estas alturas, yo no busco un partido político que piense como yo; busco uno que me deje pensar como me dé la gana.
¿Me ayudas a difundir?
¡Muchas gracias!
José Iribas, en dametresminutos.wordpress.com.
Introducción a la serie sobre “Perdón, la reconciliación y la Justicia Restaurativa” |
San Josemaría, maestro de perdón (1ª parte) |
Aprender a perdonar |
Verdad y libertad |
El Magisterio Pontificio sobre el Rosario y la Carta Apostólica Rosarium Virginis Mariae |
El marco moral y el sentido del amor humano |
¿Qué es la Justicia Restaurativa? |
“Combate, cercanía, misión” (6): «Más grande que tu corazón»: Contrición y reconciliación |
Combate, cercanía, misión (5): «No te soltaré hasta que me bendigas»: la oración contemplativa |
Combate, cercanía, misión (4) «No entristezcáis al Espíritu Santo» La tibieza |
Combate, cercanía, misión (3): Todo es nuestro y todo es de Dios |
Combate, cercanía, misión (2): «Se hace camino al andar» |
Combate, cercanía, misión I: «Elige la Vida» |
La intervención estatal, la regulación económica y el poder de policía II |
La intervención estatal, la regulación económica y el poder de policía I |