La reciente Carta del Santo Padre a los sacerdotes tiene cuatro partes, señaladas por cuatro palabras que manifiestan las actitudes que el papa quiere transmitir a los presbíteros
La Carta del papa Francisco a los sacerdotes (4-VIII-2019), con motivo de los 160 años de la muerte del santo Cura de Ars, llega en un momento oportuno, cuando muchos necesitan el agradecimiento y el ánimo de un hermano mayor y padre.
La carta tiene cuatro partes, señaladas por cuatro palabras que manfiestan las actitudes que el papa quiere transmitir a los presbíteros: dolor, gratitud, ánimo y alabanza. Y todo ello sobre el trasfondo de la esperanza y de la confianza en la misericordia de Dios.
1. Primero, el dolor. Dolor, especialmente por las víctimas de los abusos cometidos por parte de sacerdotes: “Si en el pasado la omisión pudo transformarse en una forma de respuesta, hoy queremos que la conversión, la transparencia, la sinceridad y solidaridad con las víctimas se convierta en nuestro modo de hacer la historia y nos ayude a estar más atentos ante todo sufrimiento humano”.
Dolor también, por parte de los sacerdotes que se sienten rechazados o puestos bajo sospecha en algunos lugares. Lo cierto es que son innumerables los sacerdotes que llevan una vida de entrega y de servicio a Dios, a la Iglesia y a todas las personas.
“Estoy convencido −escribe Francisco− de que, en la medida en que seamos fieles a la voluntad de Dios, los tiempos de purificación eclesial que vivimos nos harán más alegres y sencillos y serán, en un futuro no lejano, muy fecundos”. Interpreta que con ocasión de estos luctuosos sucesos, Dios busca nuestra conversión, nos salva de las hipocresías y de las apariencias, pues el humilde arrepentimiento es siempre buen camino para el comienzo renovado de la santidad.
2. En segundo lugar, gratitud. Gratitud ante todo a Dios, que nos ha llamado a su servicio. Memoria agradecida que recuerda el impacto de la llamada del Señor y conduce a una alegría serena. Saberse y redescubrirse en las manos de Dios es garantía para de esa inmensa fecundidad espiritual, que se sigue habitualmente en la vida de los sacerdotes. Es aquí donde el papa Francisco cita a Lucio Gera como gran maestro de vida sacerdotal de su tierra: “Siempre, pero sobre todo en las pruebas, debemos volver a esos momentos luminosos en que experimentamos el llamado del Señor a consagrar toda nuestra vida a su servicio”[1].
Agradecimiento también del papa a los sacerdotes por la fidelidad a sus compromisos, a pesar de las dificultades del ambiente, de los propios límites y pecados. Gracias también por su lucha cotidiana para mantener un corazón alegre, que busca fortalecer los vínculos de fraternidad y amistad con los demás hermanos en el sacerdocio y de unidad en torno al obispo. Gracias por su perseverancia y aguante, fortaleza y valentía. Por la oración diaria y la celebración de los sacramentos, especialmente la Eucaristía y la reconciliación (la confesión de los pecados), donde derraman a manos llenas la misericordia de Dios. Misericordia que les hace “capaces de caldear el corazón de las personas, de caminar con ellas en la noche, de saber dialogar e incluso descender a su noche y su oscuridad sin perderse”, como decía el papa en su entrevista con A. Spadaro. Gracias por la cercanía a los que sufren. Gracias asimismo por el Pueblo fiel que nos acompaña y nos cuida, y al que tenemos que cuidar por nuestra parte.
3. Haciéndose eco de las palabras de san Pablo (“Mi deseo es que se sientan animados”: Col 2, 2), el papa anima a los sacerdotes a asumir las dificultades, las incomprensiones, los propios límites, como camino que permite actuar a Dios, y sobre todo a reconocer el dolor y las necesidades de quienes nos rodean: “Un buen ‘test’ para conocer como está nuestro corazón de pastor es preguntarnos cómo enfrentamos el dolor”. Acercarnos a los demás que nos necesitan y sufren, es un modo de asumir las heridas propias y las de los demás, es decir, “las llagas de Jesús”.
A los sacerdotes nos previene Francisco de ese desaliento y desilusión que los Padres del oriente cristiano llaman “la acedia”, y que también denuncian autores espirituales modernos como G. Bernanos y el cardenal Špidlík: la tristeza que otros llaman tibieza espiritual, que tiene que ver con el olvido de que es Dios el que lleva adelante la Iglesia, colmándonos de su ternura y de su misericordia.
Es sobre todo en la oración donde hemos de redescubrir nuestra debilidad y renunciar a poner por delante nuestras propias fuerzas. Y fortalecernos para nuestra tarea sabiéndonos llevados por la oración del Pueblo de Dios. “Esto nos libra a todos de buscar o querer respuestas fáciles, rápidas y prefabricadas, permitiéndole al Señor que sea Él (y no nuestras recetas y prioridades) quien muestre un camino de esperanza”.
Por eso el papa anima a los sacerdotes a fortalecer y no descuidar sus vínculos con Jesús por medio de su oración personal y del propio acompañamiento espiritual. Y buscar siempre su vinculación con el pueblo de Dios, abriéndose a todos en salida evangelizadora.
“Nuestro tiempo −observa Francisco−, marcado por viejas y nuevas heridas, necesita que seamos artesanos de relación y de comunión, abiertos, confiados y expectantes de la novedad que el Reino de Dios quiere suscitar hoy. Un Reino de pecadores perdonados invitados a testimoniar la siempre viva y actuante compasión del Señor”.
4. Finalmente, como broche de oro, Francisco nos impulsa a levantar el corazón en alabanza a Dios, junto con María.
En efecto, los sacerdotes somos, y hemos de serlo cada día más y mejor, testigos de la compasión y de la misericordia de Dios. Tenemos, como misión del sacerdote en la Iglesia y por gracia de Dios, el inmenso poder de ungir a nuestros hermanos con la esperanza. Y también la inmensa suerte de servirles fortaleciéndonos en su oración por nosotros, que mucho la necesitamos.
Ramiro Pellitero, en iglesiaynuevaevangelizacion.blogspot.com.
[1] A juicio de Guzmán Carriquiry −que ha jugado durante muchos años un papel importante en la Pontificia Comisión para América Latina−, Lucio Gera (1924-2012), además del mayor exponente de la “teología del pueblo”, ha sido “maestro con fuerte ascendencia teológica y espiritual de jóvenes generaciones sacerdotales sobre todo en Buenos Aires” (cf. G. Carriquiry, La “teología del pueblo” en la teología pastoral de Jorge M. Bergoglio. Para una mejor comprension del Pontificado, conferencia en el Simposio celebrado en Milwaukee (EEUU), en octubre de 2018: “Rediscovering Pope Francis”. El texto está disponible en la web de la citada Comisión).
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