Guadalupe encarna el «genio femenino», ese “estilo femenino de santidad” al que se refiere el papa Francisco en la exhortación apostólica ‘Gaudete et Exsultate’, “indispensable para reflejar la santidad de Dios en el mundo”, poniendo a su disposición sus talentos…
Cuando el año pasado me dispuse a escribir La libertad de amar, una semblanza sobre Guadalupe Ortiz de Landázuri desde la mirada de la mujer contemporánea, me encontré con alguien que reúne todas las notas que iluminan el itinerario de una carrera académica, profesional y vital: Sana inquietud, amor por la verdad, capacidad de trabajo y compromiso con el bien común.
Descubrir a una chica risueña, aventurera y despierta del barrio de Malasaña de Madrid que a los diecisiete años se matricula en Ciencias Químicas en la Universidad Central. Hoy parece algo normal, pero en 1933 las mujeres votaron en España por primera vez, y solo el 8,8 por ciento se unió a las universidades universitarias. En su clase de 1º había cinco chicas entre sesenta alumnos.
Una estudiante corriente, una admiración y una apreciación de sus compañeros, y algo tan inusual para la mujer del momento: ser investigadora y docente. Una vida en la vida civil en el Liceo Francés y el Colegio de las Irlandesas, y se preguntaba qué hacer con tu vida.
Conocí una mujer que con veintisiete años descubrió su vocación en el Opus Dei y en marzo de 1943 respondió con una decisión y alegría que nunca dio las dificultades para arrebatar. Guadalupe emprendió un itinerario que la fórmula de una existencia lograda: búsqueda de la verdad, toma de conciencia, respuesta libre y compromiso responsable. A partir de ese momento, su vida consistió en ofrecer el mejor servicio de la misma misión: descubrir, tratar y amar a Dios en su trabajo y en su vida cotidiana.
Gracias a su condición de estudios universitarios, así como a su desarrollo profesional en el contexto de las mujeres, en un contexto social en el que solo un 12 por ciento de ellas se dedica a lo que había estudiado. Durante algunos años, la atención doméstica de dos colegios mayores: Abando en Bilbao y Moncloa en Madrid. En 1947, por indicación de san Josemaría Escrivá, pusimos en marcha y dirigimos en esa ciudad una de las primeras residencias universitarias femeninas de España, y la primera del Opus Dei, esta es la razón por la que han sido colegios mayores como el campus. Por cierto, en uno de ellos −Goimendi− estuvo en una ocasión. Aprovechó ese tiempo para iniciar los cursos de doctorado y sentar las bases de su tesis.
Zurbarán, hoy colegio mayor, fue un lugar de desarrollo de su espíritu universitario. Y sirvió como experiencia para abrir en 1950 otro alojamiento de estudiantes en México, la Residencia Universitaria Latinoamericana. Allí, en un ambiente cultural e intelectual, convivieron jóvenes mexicanas y exiliadas españolas. Guadalupe entabló una duradera amistad con la poetisa de la Generación del 27 Ernestina de Champourcín, esposa del también poeta Juan Domenchina, que había sido secretario personal del presidente de la Segunda República Manuel Azaña, quien había firmado la condena a muerte del padre de Guadalupe. Este detalle da cuenta de su grandeza de corazón y capacidad para perdonar.
A la vuelta de América, tras un fugaz paso por Roma para ayudar al fundador en el gobierno del Opus Dei, y ya muy enferma del corazón, defendió la tesis doctoral en Madrid. Con más de cuarenta años aprobó oposiciones y trabajó en el Instituto Ramiro de Maeztu y en la Escuela Femenina de Maestría Industrial, donde estuvo once años y llegó a ser subdirectora. Además, impulsó otras iniciativas como el Centro de Estudios e Investigación en Ciencias Domésticas, del que también fue profesora.
Hablar de Guadalupe Ortiz de Landázuri en la Universidad de Navarra es oportuno no solo porque falleció en la Clínica en 1975, ni porque su hermano Eduardo fuera médico y profesor, sino porque fue una verdadera universitaria, un ejemplo de pasión por la docencia, la investigación y el servicio a la sociedad para estudiantes de todos los tiempos.
Guadalupe encarna el «genio femenino», ese «estilo femenino de santidad» al que se refiere el papa Francisco en la exhortación apostólica Gaudete et Exsultate, «indispensable para reflejar la santidad de Dios en el mundo», poniendo a su disposición sus talentos −valentía, inteligencia, generosidad y alegría− para hacer de este mundo un lugar mejor. Todo un programa de vida universitaria.