“Quien piense que se va a encontrar en esta reciente exhortación apostólica con un texto de generalidades, se equivoca. Y el Papa apela al joven, pero con él a todo ser humano; a todos, nos apela”
Anclada en los jóvenes del Antiguo y del Nuevo Testamento, en santos jóvenes, en hombres jóvenes, sobre todo en el documento elaborado en el Sínodo sobre “Jóvenes, la fe y el discernimiento vocacional”, reunido en el Vaticano en octubre, el Papa Francisco nos ha entregado su más reciente exhortación apostólica. Y en ella me voy a extender, aunque quizás nunca todo lo necesario.
Los 299 puntos parecieran no dejar materias de lado y el Papa señala a los jóvenes de hoy que sí, que vale la pena formar una familia, y les habla del sacramento del matrimonio y de la vocación matrimonial, al tiempo que enfatiza que la sexualidad tiene dos propósitos: “amarse y generar vida”.
Los temas son diversos pero tratados, cada uno, sin ambigüedades. Señala que “el verdadero amor es apasionado. El amor entre un hombre y una mujer, cuando es apasionado, te lleva a dar la vida para siempre. Siempre. Y a darla con cuerpo y alma”.
Si bien no deja de hablar de la juventud en un mundo en crisis, o de la guerra, de la droga o de las migraciones, sorprende por ejemplo el punto 79, en que advierte que “la cultura actual presenta un modelo de persona muy asociado a la imagen de lo joven. Se siente bello quien aparenta juventud, quien realiza tratamientos para hacer desaparecer las huellas del tiempo. Los cuerpos jóvenes son constantemente usados en la publicidad, para vender. El modelo de belleza es un modelo juvenil, pero estemos atentos, porque esto no es un elogio para los jóvenes. Solo significa que los adultos quieren robar la juventud para ellos, no que respeten, amen y cuiden a los jóvenes”.
Quien piense que se va a encontrar en esta reciente exhortación apostólica con un texto de generalidades, se equivoca. Y el Papa apela al joven, pero con él a todo ser humano; a todos, nos apela.
Por ejemplo, no hay casi nadie a quien no le lleguen sus reflexiones subtituladas “El ambiente digital”. Francisco advierte que “ya no se trata solamente de ‘usar’ instrumentos de comunicación, sino de vivir en una cultura ampliamente digitalizada, que afecta de modo muy profundo la noción de tiempo y de espacio, la percepción de uno mismo, de los demás y del mundo, el modo de comunicar, de aprender, de informarse, de entrar en relación con los demás. Una manera de acercarse a la realidad que suele privilegiar la imagen respecto a la escucha y a la lectura incide en el modo de aprender y en el desarrollo del sentido crítico”. Ya lo había advertido él mismo en su segunda encíclica Laudato si'.
Y al señalar que “la web y las redes sociales han creado una nueva manera de comunicarse y de vincularse” recurre a ella para advertir que esos instrumentos digitales “son una plaza en la que los jóvenes pasan mucho tiempo y se encuentran fácilmente, aunque el acceso no es igual para todos, en particular en algunas regiones del mundo. En cualquier caso, constituyen una extraordinaria oportunidad de diálogo, encuentro e intercambio entre personas, así como de acceso a la información y al conocimiento”.
Sin embargo observa que “para comprender este fenómeno en su totalidad hay que reconocer que, como toda realidad humana, está atravesado por límites y carencias. No es sano confundir la comunicación con el mero contacto virtual”. Cita nuevamente la encíclica que con su firma se refiere al “Cuidado de la casa común”, al advertir que “el ambiente digital también es un territorio de soledad, manipulación, explotación y violencia (…) Los medios de comunicación digitales pueden exponer al riesgo de dependencia, de aislamiento y de progresiva pérdida de contacto con la realidad concreta, obstaculizando el desarrollo de relaciones interpersonales auténticas. Nuevas formas de violencia se difunden mediante los social media, por ejemplo el ciberacoso; la web también es un canal de difusión de la pornografía y de explotación de las personas para fines sexuales o mediante el juego de azar”.
Recuerda con la Laudato si' que “en el mundo digital están en juego ingentes intereses económicos, capaces de realizar formas de control tan sutiles como invasivas, creando mecanismos de manipulación de las conciencias y del proceso democrático”. Y escribe que los “circuitos cerrados facilitan la difusión de informaciones y noticias falsas, fomentando prejuicios y odios. La proliferación de las fake news es expresión de una cultura que ha perdido el sentido de la verdad y somete los hechos a intereses particulares. La reputación de las personas está en peligro mediante juicios sumarios en línea. El fenómeno afecta también a la Iglesia y a sus pastores”.
El Papa Francisco refuerza sus ideas al denunciar que “la inmersión en el mundo virtual ha propiciado una especie de ‘migración digital’, es decir, un distanciamiento de la familia, de los valores culturales y religiosos, que lleva a muchas personas a un mundo de soledad y de autoinvención, hasta experimentar así una falta de raíces aunque permanezcan físicamente en el mismo lugar”.
Decidores son los párrafos sobre jóvenes de otros tiempos, que denomina “algunos tesoros de las Sagradas Escrituras”, y muestra “cómo el Señor sale a su encuentro”. Enumera a José, Gedeón, Samuel, el rey David, Salomón, Rut y tantos otros que empalman con jóvenes del Nuevo Testamento donde por supuesto encontramos a otro joven: Jesús, “el eternamente joven, quiere regalarnos un corazón siempre joven”.
Para el Papa “ser joven, más que una edad es un estado del corazón. De ahí que una institución tan antigua como la Iglesia pueda renovarse y volver a ser joven en diversas etapas de su larguísima historia. En realidad, en sus momentos más trágicos siente el llamado a volver a lo esencial del primer amor”.
Y bajo el subtítulo “Una Iglesia que se deja renovar” pide al Señor “que libere a la Iglesia de los que quieren avejentarla, esclerotizarla en el pasado, detenerla, volverla inmóvil. También pidamos que la libere de otra tentación: creer que es joven porque cede a todo lo que el mundo le ofrece, creer que se renueva porque esconde su mensaje y se mimetiza con los demás. No. Es joven cuando es ella misma, cuando recibe la fuerza siempre nueva de la Palabra de Dios, de la Eucaristía, de la presencia de Cristo y de la fuerza de su Espíritu cada día. Es joven cuando es capaz de volver una y otra vez a su fuente”.
Puntualiza que “los jóvenes reconocen que el cuerpo y la sexualidad tienen una importancia esencial para su vida y en el camino de crecimiento de su identidad. Sin embargo, en un mundo que enfatiza excesivamente la sexualidad, es difícil mantener una buena relación con el propio cuerpo y vivir serenamente las relaciones afectivas. Por esta y por otras razones, la moral sexual suele ser muchas veces ‘causa de incomprensión y de alejamiento de la Iglesia, ya que se percibe como un espacio de juicio y de condena’. Al mismo tiempo, los jóvenes expresan ‘un explícito deseo de confrontarse sobre las cuestiones relativas a la diferencia entre identidad masculina y femenina, a la reciprocidad entre hombres y mujeres, y a la homosexualidad’”.
Y se detiene extensamente en “el grito de las víctimas de los distintos tipos de abuso que han llevado a cabo algunos obispos, sacerdotes, religiosos y laicos”.
Expresa sobre los abusos sexuales a menores que “la universalidad de esta plaga, a la vez que confirma su gravedad en nuestras sociedades, no disminuye su monstruosidad dentro de la Iglesia” y “en la justificada rabia de la gente, la Iglesia ve el reflejo de la ira de Dios, traicionado y abofeteado (…) No es este el único pecado de los miembros de la Iglesia, cuya historia tiene muchas sombras. Nuestros pecados están a la vista de todos; se reflejan sin piedad en las arrugas del rostro milenario de nuestra Madre y Maestra. Porque ella camina desde hace dos mil años, compartiendo ‘los gozos y las esperanzas, las tristezas y las angustias de los hombres. Y camina como es, sin hacerse cirugías estéticas. No teme mostrar los pecados de sus miembros, que a veces algunos de ellos intentan disimular, ante la luz ardiente de la Palabra del Evangelio que limpia y purifica (…) Pero recordemos que no se abandona a la Madre cuando está herida, sino que se la acompaña para que saque de ella toda su fortaleza y su capacidad de comenzar siempre de nuevo”.
Y para terminar, el número 299: “Queridos jóvenes, seré feliz viéndolos correr más rápido que los lentos y temerosos. Corran «atraídos por ese Rostro tan amado, que adoramos en la Sagrada Eucaristía y reconocemos en la carne del hermano sufriente. El Espíritu Santo los empuje en esta carrera hacia adelante. La Iglesia necesita su entusiasmo, sus intuiciones, su fe. ¡Nos hacen falta! Y cuando lleguen donde nosotros todavía no hemos llegado, tengan paciencia para esperarnos”.
La exhortación apostólica está firmada por el Papa en la fiesta de la Anunciación. No es casual que lo haya hecho en el Santuario de la Santa Casa de Loreto, la de Jesús, María y José.
Lillian Calm
Periodista
Fuente: temas.cl.
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