Durante el Jueves Santo el Papa visitó la cárcel de Velletri, a unos 50 kilómetros de Roma. Conmemoró la institución de la Eucaristía y la Última Cena allí y habló ante los prisioneros sobre la importancia del servicio
Homilía del Santo Padre
Os saludo a todos y agradezco el recibimiento. Hace unos días recibí una bonita carta de un grupo de vosotros que hoy no está aquí, pero que han dicho cosas muy bonitas. Agradezco esta carta por todo lo que han escrito y, en esta oración, estoy muy unido a todos, los que están aquí y los que no están.
Hemos escuchado lo que hizo Jesús, que es muy interesante, porque dice el Evangelio: «sabiendo que el Padre había puesto todo en sus manos», es decir, que Jesús tenía todo el poder −¡todo!−, y luego empieza a hacer ese gesto de lavar los pies. Es un gesto que hacían los esclavos de aquel tiempo, porque no había asfalto en las calles, y la gente, cuando llegaba, tenía polvo en los pies, cuando llegaba a una casa una visita o a comer, estaban los esclavos que lavaban los pies. Y Jesús hace ese gesto: lavar los pies. Hace un gesto de esclavo. Él, que tenía todo el poder, Él que era el Señor, hace el gesto de esclavo.
Y luego aconseja a todos: “haced este gesto entre vosotros”, es decir, “servid el uno al otro”. Sed hermanos en el servicio, no en la ambición de quién domina al otro, o quién pisotea al otro, o quién… No, no: ¡servicio, servicio! “¿Necesitas algo, algún servicio? −Yo te lo hago”. Esa es la fraternidad. La fraternidad es humilde siempre, está al servicio.
Y yo haré ese gesto −la Iglesia quiere que el obispo lo haga todos los años, al menos una vez al año, el Jueves Santo− para imitar el gesto de Jesús. Y también para hacer bien, con el ejemplo, a él mismo, porque el obispo no es el más importante, el obispo debe ser el más servidor. Y cada uno de nosotros debe ser servidor de los demás. Esa es la regla de Jesús, la regla del Evangelio: la regla del servicio, no de dominar, ni de hacer daño, ni humillar a los demás: ¡servicio!
Una vez, cuando los Apóstoles peleaban entre sí, y discutían: “¿quién es el más importante de nosotros?”. Entonces Jesús tomó a un niño y dijo: “si vuestro corazón no es un corazón de niño no seréis mis discípulos”. ¡Corazón de niño, sencillo, humilde, pero servidor! Y ahí añade una cosa interesante que podemos unir a este gesto de hoy. Dice: “Estad atentos. Los jefes de las naciones dominan, dominan. Entre vosotros no debe ser así. El más grande debe servir al más pequeño. Quien se siente más grande debe ser el servidor”. Y todos nosotros debemos ser servidores. Es cierto que en la vida hay problemas, peleamos entre nosotros…, pero eso debe ser algo que pasa, algo pasajero, porque en nuestro corazón debe estar siempre ese amor de servir al otro, de estar al servicio del otro.
Que este gesto que hoy haré sea para todos nosotros un gesto que ayude a ser más servidores el uno del otro, más amigos, más hermanos, ¡más hermanos en el servicio! Con estos sentimientos continuamos la celebración con el lavatorio de los pies.