Entrevista al prefecto de la Congregación para el Culto Divino y la Disciplina de los Sacramentos
El Cardenal Robert Sarah (Guinea Conakri, 1945) es prefecto de la Congregación para el Culto Divino y la Disciplina de los Sacramentos, y anteriormente presidió el Pontificio Consejo Cor Unum. Autor de dos bestsellers religiosos −Dios o nada y La fuerza del silencio−, ha pasado por Sevilla, donde ha tenido ocasión de conocer varias realidades de la Archidiócesis, entre ellas la Casa Madre de la Compañía de la Cruz.
¿Es esta su primera visita a Sevilla?
Creo que es la primera vez, pero no he tenido mucho tiempo para visitar esta bella ciudad. Si Dios quiere, podré volver para conocer mejor la ciudad, su historia, arte y belleza.
Al menos le ha dado tiempo de encontrarse con las Hermanas de la Cruz.
Esta mañana me ha tocado ver esta comunidad de Hermanas de la Cruz que viven realmente la santidad de la Iglesia, en la pobreza, la penitencia y la obediencia. Y me parece que la Iglesia necesita a estas religiosas. El Señor dijo que había algunos demonios que sólo se podían apartar con la oración y la penitencia, y hoy el mundo está siendo atacado por el demonio. La Iglesia está siendo atacada por el demonio, y solo la oración y la penitencia pueden distanciarnos de Satanás.
¿Realmente ellas son todo un testimonio en medio del mundo?
Estas religiosas viven en un ámbito muy pobre, para imitar a Cristo pobre, y viven descubriendo a Jesús en la pobreza de la gente, para servir a la gente. El papa Benedicto dice que si a la gente no le hemos dado a Dios, no le hemos dado nada. Es fácil encontrar el pan o una habitación, pero no es fácil encontrar a Dios en este mundo. Y estas religiosas son, realmente, una providencia hoy, no solo para Sevilla sino para la Iglesia entera.
¿No cree que la radicalidad de estas religiosas, su autenticidad, las hace más creíbles y, por tanto, valoradas?
Si, es verdad. Hoy creemos que debemos hacer un Evangelio fácil, sin compromiso. Y es muy falso. En sus últimos días, Cristo dijo si te escandaliza tu brazo, córtatelo, si el ojo te lleva a escándalo, arráncalo. El Evangelio es radical, y estas religiosas viven la radicalidad. Ninguna quiere un Evangelio fácil. Los sacerdotes, los obispos, debemos vivir la radicalidad del Evangelio, porque Cristo fue radical al amarnos a nosotros hasta morir en la cruz. Se puede morir por una persona buena, pero morir por pecadores significa radicalidad. Él dijo que el que quiera seguirme que coja su cruz cada día. Y ellas viven este seguimiento a Cristo cada día en la pobreza, en la radicalidad del Evangelio, sirviendo a la gente, con la participación en la santa misa, etc.
Y a mí no me sorprende que la gente ame a estas religiosas, porque ven en ellas a Cristo. Como sucede con Madre Teresa, es un caso similar, radical en el Evangelio. Los sacerdotes debemos creer que el Evangelio hay que llevarlo al mundo moderno, a un mundo secularizado, sin Dios, violento, materialista… Cristo fue pobre, dijo ‘bienaventurados los pobres’, y pienso que lo que toca a la gente es ver a estas religiosas, que viven de un modo radical, auténtico. La Iglesia debe ser esto, y creo que lo que es verdadero, auténtico, la gente lo acepta enseguida.
El obispo de Doba (Chad), monseñor Martin Waïngue, manifestó en una reciente entrevista publicada en la revista ‘Mundo Negro’ que la Iglesia misionera será la Iglesia del futuro ¿Qué matices, qué mirada aporta la Iglesia en África a nuestra cosmovisión occidental?
La Iglesia es un cuerpo. La Iglesia europea, asiática y africana formamos un cuerpo, y yo insistiré mucho en trabajar juntos, testimoniar juntos, vivir la santidad juntos. Es cierto que la Iglesia misionera trae algo específico, y no soy yo quien digo esto, son los últimos papas. Por ejemplo Pablo VI, que dijo que la nueva patria de Cristo era África, porque África esta abierta al Evangelio. En un siglo, la Iglesia africana ha pasado de dos millones a doscientos millones de católicos. Tantas vocaciones, tantas conversiones… Jesús encuentra hoy su patria en África. Aquí, en Europa, es casi ignorado. En cambio, en las misiones están abiertos.
En segundo lugar, Juan Pablo II dijo que el nombre de cada cristiano africano está escrito en las palmas de las manos de Cristo, y que África participa en el sufrimiento para la salvación del mundo. Sin embargo, no cuenta políticamente, financieramente, culturalmente, es ignorada. En tercer lugar, el papa Benedicto XVI dijo que el pulmón espiritual de la humanidad está en África. La vida de relación con Dios, de la trascendencia, está en África.
El valor de la familia, del matrimonio y de la vida se encuentra en África. Si destruimos la familia destruimos la Iglesia, y en África podemos salvar la familia. La Iglesia es santidad, sufrir con Cristo. Hay tantos casos de sufrimiento… Mire en Egipto, en Nigeria, en tantos sitios. No es motivo de orgullo, pero la misión de la Iglesia en África, de la Iglesia misionera, es traer el Evangelio a Occidente. Hemos recibido de vosotros el Evangelio, de los misioneros, y ahora debemos traer el Evangelio a España, Italia, Francia, Bélgica, con más autenticidad.
Usted, que reivindica la necesidad del silencio, ¿qué lectura hace de la repercusión mediática de tantos acontecimientos recientes en los que la Iglesia ha ocupado una protagonismo importante?
El Señor dijo ‘no juzguéis’… Hablar demasiado, ¿para qué sirve? Cristo sabía que Judas lo traicionaría, pero no lo publicó. Sabía que Pedro lo negaría, que diría que no lo conoce, pero no hizo rumor de ello. Pienso que lanzar demasiados rumores es dañino. No puedo juzgar si es oportuno o inoportuno hacerlo, pero no podemos dar la impresión de que la Iglesia hoy es solo pedofilia u homosexualidad. No es verdad. Hay miles de sacerdotes fieles, no sé cuántos pedófilos, pero son 400.000 sacerdotes en el mundo y no son todos así. Son fieles, humildemente son santos.
Y esta es la Iglesia. Como las religiosas con las que he estado hoy, que son santas. Cristo se encontró con la adultera, no lo publicó y le ‘dijo vete y no peques’. ¿Por qué debemos insistir sobre esto? La verdad, dicen que este es un problema mucho más amplio en la sociedad, y nadie habla de ello, solo en la Iglesia… ¿Por qué? O sea, lo que vemos, el pecado más grande está en la sociedad, pero nadie habla de ello. ¿Por qué? Para destruir la Iglesia, porque la Iglesia es pecadora, no vale nada, no debe callarse, tiene que cambiar su moral, su enseñanza… Yo pienso así. En mi último libro aliento a los sacerdotes (todos serán tildados como pedófilos) a que se queden tranquilos, que se queden confiados, que trabajen en el silencio, en la santidad sirviendo a Dios y al pueblo de Dios, y que no se preocupen de lo que los medios de comunicación digan de ellos.
Fuente: archisevilla.org.
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