“Un viaje que pertenece a las sorpresas de Dios: tema de la catequesis del Santo Padre en la Audiencia General de este miércoles 6 de febrero de 2019
Queridos hermanos:
En estos días he viajado a los Emiratos Árabes Unidos. Un viaje breve pero muy significativo. Es la primera vez que un Papa viaja a la Península Arábiga. Durante este viaje he recordado a san Francisco de Asís y su encuentro con el Sultán Al Kamil, del que se cumplen ahora 800 años, me ha ayudado a tener presente el Evangelio y los pobres durante todos mis encuentros.
Agradezco a las autoridades de los Emiratos Árabes Unidos su acogida, los fructíferos diálogos entablados con cada uno de ellas. Ese país se ha desarrollado mucho en los últimos tiempos, siendo un cruce de caminos entre oriente y occidente, y dando lugar a una rica comunidad multicultural.
Hemos celebrado un encuentro interreligioso junto al Príncipe Heredero y a otras autoridades locales, con importantes intervenciones sobre el valor de la alteridad, el diálogo y la oración.
También he firmado junto al Gran Imán de Al-Azhar un documento sobre la fraternidad humana en el que juntos afirmamos la común vocación de todos los hombres a ser hermanos en cuanto hijos de Dios y condenamos cualquier forma de violencia, también aquella revestida de motivaciones religiosas, además nos comprometemos a difundir en el mundo los auténticos valores y la paz.
Finalmente quiero recordar a la comunidad cristiana en aquellas tierras y a su obispo Paul Hinder, Vicario Apostólico de Arabia del Sur. Con ellos he podido compartir la Eucaristía en la que hemos pedido especialmente por Oriente Medio y el Yemen.
En los días pasados he realizado un breve Viaje Apostólico a los Emiratos Árabes Unidos. Un viaje breve pero muy importante que, unido al encuentro del 2017 en Al-Azhar, Egipto, ha escrito una nueva página en la historia del diálogo entre Cristianismo e Islam y en el compromiso por promover la paz en el mundo basado en la fraternidad humana.
Por primera vez un Papa ha ido a la península arábiga. Y la Providencia ha querido que haya sido un Papa de nombre Francisco, 800 años después de la visita de san Francisco de Asís al sultán al-Malik al-Kamil. He pensado bastante en san Francisco durante este viaje: me ayudaba a tener en el corazón el Evangelio, el amor de Jesucristo, mientras vivía los diversos momentos de la visita; en mi corazón estaba el Evangelio de Cristo, la oración al Padre por todos sus hijos, especialmente por los más pobres, por las víctimas de las injusticias, de las guerras, de la miseria…; la oración para que el diálogo entre el Cristianismo y el Islam sea factor decisivo para la paz en el mundo de hoy.
Agradezco de corazón al Príncipe Heredero, al Presidente, al Vice Presidente y a todas las Autoridades de los Emiratos Árabes Unidos, que me han recibido con gran cortesía. Ese país ha crecido mucho en los últimos años: se ha convertido en una encrucijada entre Oriente y Occidente, un “oasis” multiétnico y multireligioso, y por eso un lugar adecuado para promover la cultura del encuentro. Vivo agradecimiento expreso al Obispo Paul Hinder, Vicario Apostólico de Arabia del Sur, que ha preparado y organizado el evento para la comunidad católica, y mi “gracias” se extiende con afecto a los sacerdotes, religiosos y laicos que animan la presencia cristiana en aquella tierra.
He tenido la oportunidad de saludar al primer sacerdote −90 años− que fue allí a fundar tantas comunidades. Está en silla de ruedas, ciego, pero la sonrisa no cae de sus labios, la sonrisa de haber servido al Señor y de haber hecho tanto bien. He saludado también a otro sacerdote de 90 años −pero este caminaba y sigue trabajando: ¡bravo!− y a tantos sacerdotes que están allí al servicio de las comunidades cristianas de rito latino, de rito siro-malabar, siro-malankar, de rito maronita que vienen del Líbano, de India, de Filipinas y de otros países.
Además de los discursos, en Abu Dhabi se ha dado un paso más: el Gran Imán de Al-Azhar y yo hemos firmado el Documento sobre la Hermandad Humana, en el que juntos afirmamos la común vocación de todos los hombres y mujeres a ser hermanos en cuanto hijos e hijas de Dios, condenamos toda forma de violencia, especialmente la disfrazada de motivos religiosos, y nos comprometemos en difundir en el mundo los valores auténticos y la paz. Ese documento se estudiará en las escuelas y universidades de varios países. Y yo espero que también vosotros lo leáis, lo conozcáis, porque da muchas ideas para seguir adelante en el diálogo sobre la hermandad humana.
En una época como la nuestra, donde es fuerte la tentación de ver un enfrentamiento entre la civilización cristiana y la islámica, y también considerar las religiones como fuentes de conflicto, hemos querido dar un ulterior signo, claro y decisivo, de que es posible encontrarse, es posible respetarse y dialogar, y que, aun siendo diferentes en culturas y tradiciones, el mundo cristiano y el islámico aprecian y defienden valores comunes: la vida, la familia, el sentido religioso, el honor por los ancianos, la educación de los jóvenes, y muchos otros.
En los Emiratos Árabes Unidos vive un poco más de un millón de cristianos: trabajadores originarios de varios países de Asia. Ayer por la mañana encontré una representación de la comunidad católica en la Catedral de San José en Abu Dhabi −un templo muy sencillo− y luego, tras ese encuentro, celebré para todos. ¡Eran muchísimos! Dicen que entre los que estaban en el estadio, que tiene capacidad para 40 mil, y los que estaban ante las pantallas fuera del estadio, ¡llegaban a 150 mil! Celebré la Eucaristía en el estadio de la ciudad, anunciando el Evangelio de las Bienaventuranzas. En la Misa, concelebrada con los Patriarcas, los Arzobispos Mayores y los Obispos presentes, rezamos de modo particular por la paz y la justicia, con especial intención por el Medio Oriente y Yemen.
Queridos hermanos y hermanas, este viaje pertenece a las “sorpresas” de Dios. Alabemos pues a Él y a su providencia, y recemos para que las semillas esparcidas den frutos según su santa voluntad.
Me alegra saludar a los peregrinos provenientes de Francia y países francófonos, en particular a los seminaristas y docentes del Seminario de Nantes, así como a los jóvenes de Marsella y de Paris. Pidamos al Espíritu Santo que nos ayude a promover una verdadera cultura del encuentro y, en cuanto hijos e hijas de Dios, a hacer crecer la fraternidad entre los hombres, gracias al respeto, al diálogo y a la oración.
Saludo a los peregrinos de lengua inglesa presentes en la Audiencia de hoy, especialmente a los provenientes de Inglaterra y Estados Unidos de América. Sobre todos vosotros y vuestras familias invoco la alegría y la paz del Señor. Dios os bendiga.
Saludo cordialmente a los peregrinos de lengua alemana. Pidamos al Padre de la humanidad que conceda paz al mundo y nos haga crecer a todos en la conciencia de la hermandad entre los hombres.
Saludo cordialmente a los peregrinos de lengua portuguesa, en particular a los fieles de São José dos Campos. Espero que llevéis siempre en el corazón el amor de Jesús, como Francisco de Asís, y la oración al Padre celeste por todos sus hijos, especialmente por cuantos no tienen paz. Sobre vosotros y vuestras familias descienda la bendición de Dios.
Saludo cordialmente a los peregrinos de lengua española, en modo particular a los grupos provenientes de España y América Latina. Cuando entraba vi que había muchos andaluces, que saben hacer ruido. Agradezcamos al Señor este momento de gracia que ha sido el viaje a los Emiratos Árabes Unidos y recemos para que crezca la fraternidad entre todos los creyentes en Dios, incluso entre estos y los no creyentes, y todas las personas de buena voluntad. Muchas gracias.
Dirijo una cordial bienvenida a los peregrinos de lengua árabe, en particular a los que vienen del Medio Oriente. En el buen terreno de los Emiratos Árabes Unidos se ha sembrado la semilla de la hermandad humana. Pidamos a Dios que los haga crecer, fructificar y convertirse en árbol que abrace a todos. El Señor bendiga a todas las personas que han hecho posible esa visita apostólica.
Saludo cordialmente a los peregrinos polacos. Hermanos y hermanas, los encuentros con la gente de diferentes continentes, culturas y religiones, como la de los Emiratos Árabes Unidos, nos hacen conscientes de lo importantes que son para el mundo la paz, el diálogo y la fraternidad entre los hombres. La medida de esos aspectos en la vida de cada uno son: la paz consigo mismo, con el prójimo, con el mundo creado. Con el espíritu del lema de la visita recién concluida, pidamos a Dios, en nuestra oración diaria: “¡Haz de mí un instrumento de paz!”. Sea alabado Jesucristo.
Dirijo una cordial bienvenida a los fieles de lengua italiana. Me alegra recibir a los Obispos de la Conferencia Episcopal de Basilicata, acompañados por el Metropolita, Monseñor Salvatore Ligorio y a los Sacerdotes y Religiosos chinos que está en Roma para un curso de actualización. Saludo al grupo de la Unión de periodistas italianos científicos y a los Institutos de enseñanza media, en particular a la Escuela San Juan Bautista de Roma y a la clase de estudiantes del Liceo Científico “Pier Paolo Pasolini” de Potenza. Saludo a la delegación de la Fundación Banco Farmacéutico que el sábado 9 de febrero, en las farmacias italianas, recogerá fármacos para las personas económicamente desfavorecidas.
Dirijo un pensamiento especial a los jóvenes, enfermos, recién casados y ancianos. A todos deseo que la visita a la Ciudad Eterna estimule a profundizar la Palabra de Dios para poder anunciar que Jesús es nuestro Salvador y nuestra verdadera paz.
Llamamiento
El pasado sábado, cerca del archipiélago de las Bahamas, se hundió una barcaza con decenas de inmigrantes a bordo provenientes de Haití y en busca de esperanza y de un futuro de paz. Mi pensamiento afectuoso va a las familias afligidas por el dolor, así como al pueblo haitiano afectado por esta nueva tragedia. Os invito a uniros a mi oración por cuantos han dramáticamente desaparecido y por los heridos.
Fuente: vatican.va / romereports.com
Traducción de Luis Montoya
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