Harouna salió de Togo cuando solo tenía doce años. A tan corta edad ya era consciente de que allí no iba a poder labrarse un futuro
Catorce años después, este joven se siente plenamente integrado en Valencia, gracias a Xabec, un centro educativo que ha recibido el Premio por la Excelencia en la Formación Profesional que otorga la Comisión Europea.
Harouna Garba salió de Togo cuando solo tenía doce años. A tan corta edad ya era consciente de que allí no iba a poder labrarse un futuro. Con la idea de llegar a Europa, pero sin saber concretamente a dónde, en el año 2000 emprendió un viaje que terminó en Valencia en mayo de 2004.
Catorce años, una boda y tres hijos después, este joven se siente plenamente integrado en la ciudad. A ello ha contribuido Xabec, un centro educativo que acaba de recibir el Premio por la Excelencia en la Formación Profesional que otorga la Comisión Europea.
La institución comunitaria ha premiado a Xabec en la categoría de innovadores de la formación profesional principalmente por tres factores: su alto grado de inserción laboral, superior al 90%; su sistema pedagógico, con un aprendizaje muy práctico; y su función inclusiva con colectivos vulnerables.
“Harouna refleja nuestro espíritu. Tenemos un centro modélico, proveedor de trabajadores por todo el mundo, pero no queríamos dar solo esa imagen. Tenemos más de un 25% de estudiantes que son inmigrantes y queríamos mostrar esa realidad. Por eso, cuando nos propusieron venir a hablar del galardón, pensamos en que nos acompañase”, explica Antonio Mir, director de esta institución creada en 2006 y centrado exclusivamente en especialidades de mantenimiento industrial e instalaciones de edificios.
Así fue como los dos, junto a Elena Escuder, abogada experta en inmigración que colabora como asesora legal, pasaron este jueves el día en Madrid con el objetivo de dar a conocer su trayectoria.
Este togolés de 31 años tuvo su primer contacto con la escuela a las dos semanas de llegar a Valencia, a donde fue trasladado por la Policía desde Fuerteventura tras cuarenta días detenido. Recaló en ella derivado por una institución de menores para que aprendiera español. Con él iban otros chicos africanos pero al día siguiente fue el único en regresar. En aquellas clases le enseñaron un idioma que desconocía completamente y que hoy habla con fluidez.
Atrás quedaban todos los países que había cruzado desde que dejó Soutoubou, su localidad natal: Togo, Burkina, Mali, Senegal, Mauritania, Argelia, Marruecos... Hasta llegar a El Aaiún, donde embarcó camino de Canarias. Veinticuatro horas de trayecto en una patera para diez personas en la que viajaban diecisiete y de las que murieron cinco. En paralelo a ellos, otra embarcación en las mismas circunstancias corrió peor suerte: solo sobrevivieron dos.
“Estás viendo morir a gente a tu lado”, recuerda Harouna Garba, quien relata su historia sabiéndose afortunado y con un gran agradecimiento a Toni, a quien dice querer como a un padre. El biológico falleció cuando tenía ocho años, sin apenas oportunidad de jugar con él. “Toni me decía que estudiara pero después de aprender español y obtener los papeles me puse a trabajar. No podía estudiar, tenía que ganar dinero para enviarlo a Togo y ayudar a mi madre y a mi abuela. Él respetó mi decisión. El respeto es lo más importante”, manifiesta. Un respeto que asegura haber encontrado también entre la sociedad española.
Después de trabajar en varias empresas regresó a Xabec, en esta ocasión como empleado. “Sabía que no tenía formación pero no hay ordenador que se le resista”, cuenta Antonio Mir. Ahora es técnico de mantenimiento informático en un centro por el que cada año pasan 350 alumnos de enseñanza reglada, 200 de formación para el empleo y unos 500 de reciclaje profesional. A ellos se suma un centenar de extranjeros que llegan para desarrollar un programa concreto durante algunas semanas.
Este joven sigue enviando dinero a casa pero ahora sí se ha puesto a estudiar un ciclo formativo de Instalaciones Informáticas. Es precisamente la formación educativa, pero en origen, lo que en su opinión contribuiría a frenar la inmigración: “Yo salí de mi país porque no tenía oportunidades. En la patera en la que vine a España nadie sabía escribir su nombre. Si hay formación educativa, y en mi país es muy urgente, nadie vendrá. Si no hay colegios, siempre va a haber inmigrantes aquí. ¿Cuántos universitarios vienen en patera? Es solo el 1%”, resalta. “Pueden cerrar la valla o poner un muro como el que quiere Trump pero van a entrar igual. La gente está desesperada. En África no necesitamos garbanzos, sino formación”, continúa.
Harouna espera regresar a su pueblo cuando pueda “trabajar para cambiar las cosas” y le encantaría que “un día Xabec abriese una sucursal en un país de origen”. Sus responsables, que ya colaboran con un centro de Nairobi, no lo descartan. Ayudar a los niños de su tierra a tener un futuro mejor y que no tengan que seguir sus pasos. Es el sueño de alguien que sabe bien lo duro que es tener que emigrar por necesidad.
Araceli Guede, en 20minutos.es.
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