Se enfadó mucho, cogió un rebote cuando le hablé de la subida de los impuestos y de las cuotas de los autónomos, porque tiene dos hijos autónomos, y dijo que esto se arreglaba si dejaran mandar al de Arriba
Menos mal que el cielo está cumpliendo como Dios manda. Menos mal que la parte de arriba de este mundo está portándose de lujo. Estamos en la cintura de noviembre y han caído más de doscientos litros por metro cuadrado, a ver si saben ustedes de un político, ya sea concejal, alcalde, presidente de comunidad y siga usted subiendo, que a los dos meses de entrar en el cargo −el otoño entró el 21 de septiembre− tenga hecho el trabajo que han hecho las nubes.
Frasco, que es más de campo que un surco, me decía ayer, contento y seguro de lo que decía: «Por eso me fío del tiempo, de los vientos, de la luz, de las nubes, y creo en lo que hay que creer, en el Dios que promete con vientos y cumple con lluvias; en el Dios que se hace cargo de la situación del hombre que depende de la intemperie y sale a su encuentro, hace por él, se entrega a él. Mira cómo está la tierra, devolviéndonos en monedas de oro el favor de la lluvia que le ha hecho el cielo».
Se han venido los níscalos, se vienen a las manos. El pinar no tiene sitios donde esconderlos y asoman, anaranjados, su menuda gracia de diminuta sombrilla. Esto sí que es un gobierno en condiciones, el del tiempo. Es verdad que a veces sestea en sus caprichos y consiente que nos castigue una sequía, pero, tarde más o tarde menos, Dios es como el cornetín del Séptimo de Caballería, que acude cuando parece que los indios no van a dejar a nadie de la caravana vivo. Yo estoy ya como Frasco, que quizá por él, por sus convencimientos, por sus razonamientos, su saber empírico y su confianza en el piso alto de este mundo −él incluye al cielo en este mundo−, me tiene convencido de su fe, y creo con él. Me dice: «¿Tú has visto que para que esos suelten algo tienen antes que coger mucho? El cielo no es así; el cielo da porque sabe que lo necesitamos.»
Se enfadó mucho, cogió un rebote cuando le hablé de la subida de los impuestos y de las cuotas de los autónomos, porque tiene dos hijos autónomos, y dijo que esto se arreglaba si dejaran mandar al de Arriba. «Dime a quién le doy mi confianza, de todos estos que se presentan, si no me fío de ninguno.» Ni yo, Frasco, ni yo. Creo en ti, y como creo en los que creen, creo mucho en lo que creen ellos. Defiendo contigo un gobierno de vientos, de luces, de nubes, de tormentas, de chaparrones, de luces totales, de olores, de vida. Y si eso es cosa del cielo, creo contigo en ese cielo que nos da, que nos derrama su gloria o nos llama la atención con su mano reprensora, que a veces necesitamos que nos reprendan. El cielo está cumpliendo con su promesa de otoño rico. Y digo lo que tú, Frasco: «Dios es bueno…»