Manifiesta gratitud por las miles de personas que, en los cinco continentes y gracias al camino propuesto por la prelatura, “desean enamorarse de Cristo y ser almas de oración en medio del mundo”.
Mons. Fernando Ocáriz, tercer sucesor de san Josemaría Escrivá de Balaguer, nacido en Francia de una familia española exiliada durante la Guerra Civil (1936-1939), conduce los destinos del Opus Dei desde el 23 de enero de 2017. En esta entrevista con el Vatican Insider y en el aniversario de fundación, repasa los desafíos de la prelatura, aborda asuntos de actualidad eclesial y, comentando el llamado del Papa a todos los fieles del mundo a rezar por la unidad de la Iglesia y contra los ataques del diablo, deja en claro: “Todo lo que es contrario a la unidad no viene de Dios, sino del enemigo”.
¿Cuál es el “estado de salud” del Opus Dei, al cumplirse estos 90 años?
Doy gracias a Dios por todos los católicos que, con la gracia de Dios, responden libremente, cada día, a la vocación cristiana. Y entre ellos, hombres y mujeres del Opus Dei, o que participan en los apostolados que la Obra realiza. Los viajes pastorales que hice este verano a Nigeria, Argentina, Bolivia y Paraguay me han llevado también a esta consideración agradecida, al ver a tantos jóvenes y mayores que desean enamorarse de Cristo y ser almas de oración en medio del mundo; al contemplar tantas realidades de servicio que han fructificado gracias al mensaje de san Josemaría: escuelas, dispensarios médicos, universidades, etc.
A lo anterior hay que añadir también las limitaciones de cada uno; los obstáculos objetivos o subjetivos que encontramos; la dificultad, por ejemplo, de desarrollar una labor de evangelización en climas y ambientes complejos, a veces de verdadera persecución para los cristianos. Un aniversario es buen momento para dar gracias a Dios y, a la vez, pedir perdón por nuestras faltas y pecados. Pienso, por ejemplo, en personas que hayan estado en contacto con las labores del Opus Dei y a las que no hayamos conseguido atender con la generosidad y el cariño que ellos necesitaban. El 90 aniversario nos lleva a decirle a Dios, como solía hacer el beato Álvaro del Portillo: “gracias, perdón, ayúdame más”.
¿Cómo es guiar al Opus Dei en tiempos del Papa Francisco?
San Josemaría solía repetir en latín: Omnes cum Petro ad Iesum per Mariam. Es decir, “todos, con Pedro, a Jesús por María”. La unión con Pedro, en cada tiempo, es camino necesario para los católicos. Ahora el Papa invita a todos a ponernos en salida, evitando conformismos que frenen el dinamismo evangelizador que necesita el mundo. El Santo Padre me dijo que deseaba que el Opus Dei difundiera el mensaje del evangelio en esa periferia que son actualmente las clases medias de la sociedad, en aquellos ambientes donde, a veces, Dios ya no tiene espacio y crece la pobreza de valores e ideales.
En este sentido, es urgente que llevemos más la alegría del Evangelio a la familia y a la juventud; ámbitos de evangelización que el pasado Congreso general del Opus Dei señaló como prioritarios. Siguiendo el deseo del Papa para la Iglesia, también desde la Prelatura nos empeñamos por ayudar a los novios y a los matrimonios para que manifiesten la belleza del amor auténtico, y acompañamos a los jóvenes para que descubran su misión en el mundo.
Han pasado cinco años desde la elección del Papa Francisco, ¿qué rescata especialmente de este tiempo?
Entre otras tantas cosas, su invitación al anuncio del evangelio a través de lo que alguna vez ha llamado la “santidad de la puerta de al lado”: realizar el propio deber −rezar, trabajar, sacar la casa adelante, atender a la familia, descansar− con la ilusión de que esas tareas, aún en medio de dificultades y sufrimientos, sean camino de encuentro con Dios y de servicio a los demás. La Iglesia es el conjunto de todos los bautizados, cada uno es protagonista de la evangelización. Subrayaría también su insistencia sobre el perdón y la misericordia de Dios, que tuvo un punto álgido en el Jubileo de la Misericordia. Supone un recordatorio constante del amor de Dios por todos los hombres, que percibimos de un modo evidente en el sacramento de la reconciliación. Ningún hombre o mujer, por muchas que hayan sido sus miserias, puede desesperar del perdón de Dios: siempre hay un camino de retorno a Él. Por otro lado, la cercanía del Papa Francisco hacia las personas más vulnerables, apela a todos los cristianos a fomentar esa “cultura del encuentro” tan evangélica.
Apenas unos días atrás el Papa invitó a todos los fieles del mundo a rezar contra los ataques del diablo, que busca siempre romper la unidad de la Iglesia, ¿cómo recibió este llamado?
La primera reacción que he tenido es de alegría, porque una invitación del Papa a rezar por una intención suya tan importante anima, nos da ímpetu y esperanza por la fe que tiene el Papa en la oración. Por otra parte, nos da pena porque responde a una situación difícil. Es coherente con el tema de la unidad. Todo lo que es contrario a la unidad no viene de Dios, sino del enemigo. También pide a rezar a San Miguel. La unidad es condición de vida, también porque para la Iglesia, no sólo por teología sino también por fe, el Papa es principio visible de unidad; sobre el Papa recae el peso de la unidad y por eso nos pide que le ayudemos con la oración, no sólo ahora sino desde siempre. Cada vez que termina una carta pide: “Reza por mí”. Se ve que no se trata de una frase bonita, piadosa, sino que cree en la oración y pide oración, por eso todos tenemos la obligación “gustosa” de apoyar al Papa con la oración, sobre todo en este momento difícil. Siempre hay que rezar por el Papa, pero cuanto más difícil sean las situaciones, cuanto más riesgo haya contra la unidad, más razón para estar con el Papa y con la unidad de la Iglesia.
¿Con este gesto, el Papa pide que antes de angustiarse o indignarse por los problemas es necesario volver a la esencia?
Vincular la figura del Papa con la unidad no sólo es bueno, es esencial. El Papa es principio visible de unidad, de fe y de comunión. Insisto, es motivo de alegría, pero también de pena, por las dificultades actuales.
Desde hace muchos años el Opus Dei tiene presencia en países como China y Rusia, los mismos que el Papa ha colocado entre sus prioridades. ¿Son todavía países “tabú” para la Iglesia?
En el caso de Rusia, la presencia de la Iglesia Católica es estimada y conocida por la jerarquía Ortodoxa, y existe un deseo de colaboración fraterna, que se ha acentuado tras el encuentro del Papa con el Patriarca de Moscú en 2016. Hay muchos desafíos espirituales y culturales comunes a católicos y ortodoxos, y en los que los fieles del Opus Dei que viven en Rusia trabajan unidos a los demás cristianos: la promoción de la familia, el respeto de la vida, la ayuda a los necesitados, el impulso a los jóvenes para que no tengan miedo de ir contracorriente, el apoyo a los cristianos perseguidos en varias partes del mundo, etc.
Y en el caso de China, ¿qué derroteros podrían los cristianos transitar en esos lugares?
Por cuanto se refiere a China, los nuevos acuerdos implican necesariamente nuevos retos, como explicaba el Papa. La Iglesia en China desea vivir su fe y proseguir la obra de evangelización y los pocos fieles de la Obra que trabajan en ese gran país desean contribuir como uno más, aprendiendo de los demás católicos, y aportando el mensaje de la santificación de la vida ordinaria.
Luego de las crisis mediáticas que debió afrontar el Opus Dei años atrás, como la del “Código Da Vinci”, ¿siente que ya se ha explicado suficientemente la naturaleza de la Prelatura?
Me parece que, en buena medida, se trata de percepciones del pasado, bastante comunes cuando surge una nueva realidad en la Iglesia. En el caso del Opus Dei, por ejemplo, ha costado explicar la autonomía de sus miembros que, por ser laicos como la mayoría de fieles de la Iglesia, gozan de la misma libertad en sus decisiones vitales, profesionales, intelectuales, políticas, sin que sus puntos de vista o actuaciones representen a la Prelatura, como sucede con los fieles de cualquier otra circunscripción eclesial: diócesis, ordinariatos, etc. A medida que se acerca a sus cien años de vida, hay muchísima gente que ha conocido el Opus Dei de modo directo, no solo por habladurías, y que ha podido hacerse un juicio verdadero de la realidad.
¿Aún existe gente que la considere un grupo cerrado y sectario?
Por otro lado, no hay que extrañarse si, de vez en cuando, surgen fenómenos pseudo-literarios o de ficción como el que usted menciona. Creo que a veces no hay otro remedio que responder a esos sucesos con una sonrisa y trabajando pacientemente para que emerja la verdad. La caricatura del Opus Dei estaba tan lejos de la realidad, que era casi cómica. Considerando todo esto con perspectiva de años, puedo decir que tal vez sirvió para acumular experiencia sobre cómo darse a conocer mejor, con una audiencia mucho más amplia de lo habitual. Y en este sentido, doy gracias a Dios por los miles de personas que se han acercado a la Iglesia a través de esta aparente contradicción. Desde la perspectiva de la fe, la crítica y la oposición siempre han estimulado a los cristianos a un mayor espíritu de oración, de humildad y al deseo de compartir con los demás la alegría de una vida según el evangelio.
¿Cómo ve el futuro del Opus Dei?
Mi deseo para el futuro es que, fieles al carisma de san Josemaría, todos en el Opus Dei nos dejemos guiar por el Espíritu Santo para un renovado impulso evangelizador. Se trata de llevar el calor de Jesucristo a muchos amigos, familiares, colegas, vecinos, conocidos. Lo esencial de ese impulso evangelizador no es poner en marcha nuevas actividades o instituciones como las ya existentes, y que son en sí mismas algo muy bueno y positivo, sino fomentar la amistad personal, la apertura a todos y el espíritu de servicio, actitudes profundamente evangélicas que resultan fundamentales para el apostolado cristiano y que, al mismo tiempo, son compatibles con los defectos y debilidades que todos tenemos.
¿Qué desafíos advierte en el horizonte?
Los desafíos son muy variados. En los países de minoría cristiana, como Indonesia o Sri Lanka (por mencionar dos de los últimos en que se ha iniciado el trabajo estable de la Prelatura), es importante mantener la confianza en el Señor y tener mucha fe: el compromiso cristiano de los fieles del Opus Dei y en general de los católicos es una pequeña semilla, cuyos frutos crecen poco a poco, con la gracia de Dios. En otros países de tradición cristiana, quizás el principal reto sea vivir el Evangelio con alegría y autenticidad, sin mimetizarse con una sociedad que a menudo pone en primer lugar los factores materiales o económicos. Otro desafío evidente, común a toda la Iglesia, es el relevo generacional. Cada año fallecen unos mil fieles de la Prelatura, personas que por decirlo de algún modo han culminado su camino: junto al dolor que se vive ante cada una de estas separaciones humanas, son una gran fuerza espiritual y un apoyo para la labor de evangelización de la Iglesia en el mundo.
Entrevista de Andrés Beltramo, en lastampa.it/vaticaninsider/ita.
Traducción de Luis Montoya.
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