En la Audiencia general de hoy, el Santo Padre continua su catequesis sobre los Mandamientos: el día de descanso, profecía de liberación
Queridos hermanos:
En el tercer mandamiento del Decálogo se pide observar el día de reposo. A diferencia del Éxodo, el libro del Deuteronomio establece este mandamiento para que el esclavo también pueda descansar y celebrar así el recuerdo de la Pascua de liberación; es decir, conmemora el final de la esclavitud ya que los esclavos por definición no podían descansar.
Hay muchos tipos de esclavitud, fruto de opresiones, violencias e injusticias; y también prisiones interiores, como los tormentos, los complejos o los obstáculos psicológicos. Pero hay una esclavitud que es más fuerte que cualquier otra: la esclavitud del propio yo. El “ego”, el yo, puede convertirse en un verdugo que tortura constantemente al hombre, procurándole la más profunda de las opresiones que es el “pecado”. No hay descanso para quien vive en la gula y en la lujuria; el ansia de poseer destruye al avaro, el fuego de la ira y la carcoma de la envidia corroen las relaciones; y el egocentrismo del soberbio lo aísla y aleja de los demás. La verdadera esclavitud es no saber amar.
El tercer mandamiento es una profecía de Nuestro Señor Jesucristo, que rompe las cadenas interiores del pecado y hace al hombre capaz de amar. En Cristo, el hombre encuentra el descanso de la misericordia y de la verdad que lo hace libre.
En la catequesis de hoy volvemos de nuevo al tercer mandamiento, el del día de descanso. El Decálogo, promulgado en el libro del Éxodo, se repite en el libro del Deuteronomio de modo casi idéntico, a excepción de esta Tercera Palabra, donde aparece una preciosa diferencia: mientras que en el Éxodo el motivo del descanso es la bendición de la Creación, en el Deuteronomio, en cambio, conmemora el fin de la esclavitud. Ese día el esclavo debe descansar como el amo, para celebrar la memoria de la Pascua de liberación.
Los esclavos por definición no pueden descansar. Y existen muchos tipos de esclavitud, exterior e interior. Están las constricciones externas, como las opresiones, las vidas secuestradas por la violencia y por otros tipos de injusticia. Existen luego las prisiones interiores, que son, por ejemplo, los bloqueos psicológicos, los complejos, los límites de carácter y otros. ¿Hay descanso en esas condiciones? ¿Un hombre recluso o agobiado puede seguir siendo libre? ¿Y una persona atormentada por dificultades interiores puede ser libre?
En efecto, hay personas que, incluso en la cárcel, viven una gran libertad de ánimo. Pensemos, por ejemplo, en San Maximiliano Kolbe o en el Cardenal Van Thuan, que transformaron las oscuras opresiones en lugares de luz. Igual que hay personas marcadas por grandes fragilidades interiores pero que conocen el descanso de la misericordia y lo saben trasmitir. La misericordia de Dios nos libera. Y cuando tú te encuentras con la misericordia de Dios, tienes una libertad interior grande y eres incluso capaz de trasmitirla. Por eso es tan importante abrirse a la misericordia de Dios para no ser esclavos de nosotros mismos.
¿Qué es pues la verdadera libertad? ¿Consiste quizá en la libertad de elección? Ciertamente esa es una parte de la libertad, y nos comprometemos para que se le asegure a todo hombre y mujer (cfr. Gaudium et spes, 73). Pero sabemos bien que poder hacer lo que se desea no basta para ser verdaderamente libres, y mucho menos felices. La verdadera libertad es mucho más.
Pues hay una esclavitud que encadena más que una prisión, más que una crisis de pánico, más que una imposición de cualquier género: es la esclavitud del proprio ego[1]. Esa gente que todo el día se mira al espejo para ver el ego. Y el propio ego tiene una estatura más alta que el propio cuerpo. Son esclavos del ego. El ego puede convertirse en un carcelero que tortura al hombre donde esté y le produce la más profunda opresión, la que se llama “pecado”, que no es banal violación de un código, sino fracaso de la existencia y condición de esclavos (cfr. Jn 8,34)[2]. El pecado es, al final, decir y hacer ego. “Yo quiero hacer eso y no me importa si hay un límite, si hay un mandamiento, ni siquiera me importa si hay amor”.
El ego, por ejemplo, pensemos en las pasiones humanas: el goloso, el lujurioso, el avaro, el iracundo, el envidioso, el perezoso, el soberbio, etc., son esclavos de sus vicios, que los tiranizan y atormentan. No hay tregua para el goloso, porque la gula es la hipocresía del estómago, que está lleno, pero nos hace creer que está vacío. El estómago hipócrita nos hace golosos. Somos esclavos de un estómago hipócrita. No hay tregua para el goloso y el lujurioso que deben vivir de placer; el ansia de poseer destruye al avaro, siempre amasando dinero, haciendo daño a los demás; el fuego de la ira y la carcoma de la envidia arruinan las relaciones. Los escritores dicen que la envidia hace que el cuerpo y el alma se vuelvan amarillos, como cuando una persona tiene hepatitis: se pone amarilla. Los envidiosos tienen el alma amarilla, porque nunca pueden tener la frescura de la salud del alma. La envidia destruye. La pereza que evita toda fatiga hace incapaces de vivir; el egocentrismo −ese ego del que hablo−soberbio escava una fosa entre él y los demás.
Queridos hermanos y hermanas, ¿quién es entonces el verdadero esclavo? ¿Quién es el que no conoce reposo? ¡Quien no es capaz de amar! Y todos esos vicios, esos pecados, ese egoísmo nos alejan del amor y nos vuelven incapaces de amar. Somos esclavos de nosotros mismos y no podemos amar, porque el amor es siempre a los demás.
El tercer mandamiento, que invita a celebrar en el descaso la liberación, para los cristianos es profecía del Señor Jesús, que rompe la esclavitud interior del pecado para hacer al hombre capaz de amar. El amor verdadero es la verdadera libertad: se aparta de la posesión, reconstruye las relaciones, sabe cómo acoger y valorar a los demás, transforma todos los esfuerzos en alegre don y nos capacita para la comunión. El amor hace libres hasta en la cárcel, aunque seamos débiles y limitados. Esa es la libertad que recibimos de nuestro Redentor, nuestro Señor Jesucristo.
Saludo cordialmente a los peregrinos francófonos provenientes de Francia, Bélgica y de otros países, en particular a los jóvenes belgas rurales. Queridos amigos, pedid con fe al Señor que os ayude a liberaros de todas las esclavitudes de la vida, haciéndoos capaces de amar cada vez más. ¡Dios os bendiga!
Saludo a los peregrinos de lengua inglesa presentes en la Audiencia de hoy, especialmente a los provenientes de Inglaterra, Irlanda, Dinamarca, Noruega, Suecia, Nigeria, Australia, Malasia, Canadá y Estados Unidos de América. Dirijo un saludo particular al grupo internacional de jóvenes estudiantes católicos, venidos a Roma para un encuentro de estudio con vistas al próximo Sínodo sobre los Jóvenes. Saludo también a los periodistas y profesores que participan en el seminario organizado por la Pontificia Universidad de la Santa Cruz. Mi saludo va además a los miembros del proyecto Green Affordable Housing[3], provenientes de los Estados Unidos. Sobre todos, y sobre vuestras familias, invoco la alegría y la paz del Señor. ¡Dios os bendiga!
Saludo con afecto a los peregrinos de lengua alemana, en particular a los abundantes jóvenes. Espero que vuestra estancia en Roma os dé un poco de descanso interior, para que, de vuelta a casa, podáis cumplir, cada vez con más entrega, vuestras tareas diarias en la familia, en la escuela y en el trabajo. ¡El Señor os bendiga a vosotros y a vuestros seres queridos!
Saludo cordialmente a los peregrinos de lengua española provenientes de España y América Latina, y en particular al grupo de sacerdotes venezolanos, acompañados por el Cardenal Baltazar Porras. Y aprovecho para agradecer a quienes, en Venezuela, sean sacerdotes, religiosos o laicos, se dedican al trabajo de la educación, a los educadores venezolanos. Hoy celebramos la fiesta del Santísimo Nombre de María. Pidámosle a nuestra Madre del Cielo que nos ayude a vivir el descanso dominical como un tiempo privilegiado de encuentro con el Señor y con los demás, dejando que el amor de Jesús nos libere de todas nuestras esclavitudes. Que el Señor los bendiga a todos. Muchas gracias.
Queridos peregrinos venidos de Portugal, Brasil y de otros países de lengua portuguesa, dirijo una cordial bienvenida, en particular a los fieles de Tomar, Pernes y al grupo de Magistrados brasileños. Vivamos la Eucaristía dominical con espíritu de fe y de oración, sabiendo que la carne de Jesús nos fortalece en la verdadera libertad de los hijos de Dios. Sobre vosotros y vuestras comunidades descienda la bendición del Señor. Gracias.
Dirijo una cordial bienvenida a los peregrinos de lengua árabe, en particular a los que vienen del Medio Oriente. Queridos hermanos y hermanas, “Cristo nos ha liberado para que permanezcamos libres” (Gal 5,1). Estamos llamados a encontrar siempre en Él el descanso de la misericordia y de la verdad que nos hacen libres. ¡El Señor os bendiga!
Saludo cordialmente a los peregrinos polacos. Hoy en la liturgia celebramos la memoria del Santísimo Nombre de María. En la historia del mundo las suertes, las esperanzas y las lágrimas de tantísimas personas se han cruzado con su nombre. También hoy Ella une en la oración a millones de corazones que le rinden homenaje, imploran su intercesión, su ayuda y su socorro. La Virgen defiende la fe y la Iglesia en los peligros. Venerando el nombre de María, damos gracias por su presencia en la vida de la Iglesia y de cada uno de nosotros. Encomendándoos a la Madre de Dios os bendigo de corazón.
Dirijo una cordial bienvenida a los peregrinos de lengua italiana. En particular saludo a las Franciscanas de la Inmaculada Concepción; a las Esclavas del Sagrado Corazón de Jesús y a los grupos parroquiales, especialmente los de San Siro en Sanremo, con su Obispo Mons. Antonio Suetta, de Santa Lucia en Uzzano y de los Santos Santiago y Felipe en Merone. Saludo a los participantes en el Meeting nacional de periodistas acompañados por el Obispo Mons. Carlo Bresciani; a la Federación italiana de deportes caninos; al grupo Acli[4] de la Provincia de Brescia, a la Federación de las asociaciones de la tercera edad y a la Asociación de oncología médica.
Un pensamiento particular dirijo a los jóvenes, ancianos, enfermos y recién casados. A los recién casados digo que son valientes, porque en este tiempo hace falta valor para casarse. Y son valientes por eso. Hoy se celebra la memoria litúrgica del Santísimo Nombre de María. Todos los cristianos estamos invitados a ver en el nombre de María el gran proyecto que Dios tuvo con esa criatura excelsa y, al mismo tiempo, la respuesta de amor que, como Madre, dio a su Hijo Jesús, colaborando incansablemente en su obra de salvación.
Fuente: vatican.va / romereports.com.
Traducción de Luis Montoya.
[1] Cfr. Catecismo de la Iglesia Católica, 1733: «La elección de la desobediencia y del mal es un abuso de la libertad y conduce a la esclavitud del pecado».
[2] Cfr. Catecismo de la Iglesia Católica, 1739: «La libertad del hombre es finita y falible. De hecho, el hombre erró. Libremente pecó. Al rechazar el proyecto del amor de Dios, se engañó a sí mismo y se hizo esclavo del pecado. Esta primera alienación engendró una multitud de alienaciones. La historia de la humanidad, desde sus orígenes, atestigua desgracias y opresiones nacidas del corazón del hombre a consecuencia de un mal uso de la libertad».
[3] Vivienda “verde” accesible (ndt).
[4] Associazioni Cristiane Lavoratori Italiani – Asociaciones cristianas de trabajadores italianos (ndt).
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