El suicidio, aunque es una reacción al sufrimiento, es una consecuencia de la falta de sentido
Hay que desactivar, por supuesto, la reacción y, en la medida de lo posible, el sufrimiento; pero, sobre todo, hay que activar urgentemente el sentido de la vida.
Gabriel González Ortiz acaba de publicar Hablemos del suicidio. Estamos frente a la primera causa de muerte no natural en España desde hace once años. En el 2016, el doble que por accidente de tráfico, 12 veces más que por homicidio y 81 más que por violencia de género. Compárese lo que se habla, invierte y previenen las otras causas y se entenderá la inmensidad de este silencio. Un silencio estigmatizador que se contagia al que sufre una crisis, que calla, sin buscar ayuda.
Ese silencio está acabándose. Está previsto un Plan Nacional de Prevención del Suicidio con programas para familiares, educadores, sanitarios y agentes sociales. También se habla de crear asignaturas específicas en varias carreras.
Son signos esperanzadores, pero sería importante que contasen, junto a psicólogos, sociólogos, pedagogos y sanitarios, con los filósofos y los escritores. El suicidio, aunque es una reacción al sufrimiento, es una consecuencia de la falta de sentido. Hay que desactivar, por supuesto, la reacción y, en la medida de lo posible, el sufrimiento; pero, sobre todo, hay que activar urgentemente el sentido de la vida. Proponer la muerte como solución a los problemas, como hace el aborto o la eutanasia, no ayuda. Hay que enfrentar el nihilismo.
El modo del ser humano de hallar sentido es a través de las palabras. Las reflexivas de la filosofía, las catárticas de la tragedia, las sanadoras de la comedia, las vivificantes de las novelas ("vitaminas de vida biográfica", según Julián Marías) y las luminosas de la lírica nos muestran que, a pesar de retrocesos y recovecos, las cosas luego terminan encajando, y que la alegría, el amor y la belleza saben filtrarse siempre de nuevo por los resquicios. Hay una canción de Sabina que enumera "Más de cien mentiras" para no cortarse de un tajo las venas. Está bien, menos da una piedra, pero la literatura y el pensamiento encuentran más de mil verdades pequeñas e inconmensurables para celebrar la existencia.
La vida es el consuelo, el remedio y el premio de vivir, aunque vivir a veces muerda. Este artículo se queda muy corto porque eso −que merece la pena vivir− lo dicen juntos todos los artículos del mundo, todos los libros, las canciones, los paisajes, las gentes, todo. Estar aquí es la oportunidad del millón de oportunidades. Hay un adagio de Chesterton que resume la actitud: "A universo regalado no le mires el diente".