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La Conciencia "voz de Dios" no aplasta ni ahoga la libertad; al contrario, le da alas para amar a los demás, para perdonar, y para rehacer la vida, amando y perdonando…
El gesto es sencillo y, como siempre, no llenará la primera página de los periódicos. Ciertamente, ese lugar de la prensa no suele recoger ni lo más importante que ocurre en el mundo, ni lo que de verdad vale la pena que haya ocurrido.
"Un pequeño grupo de policías colombianos viajaron hasta el Vaticano para dar las gracias al Papa por sus oraciones; y para rogar que siga rezando para que ellos aprendan a perdonar, encuentren la paz interior y para que no guarden rencor a los guerrilleros de las FARC, que les retuvieron en prisión durante más de diez años".
Esta es la noticia. El Papa les saludó después de la Audiencia general, y se alegró de verlos libres de sus cadenas. En estos diez años estuvieron encadenados de pies y manos.
En medio de las noticias que recibimos casi a diario sobre corrupciones de todos los tipos y a cualquier nivel de la sociedad; sobre hombres y mujeres que venden su libertad y su personalidad y se someten al dictado del poder político, económico, etc.; sobre hombres y mujeres que ceden ante cualquier situación porque "vende más", etc., etc.; sobre mujeres y hombres que venden su persona en el miserable mundo de las clínicas abortivas; etc. etc.; estos policías colombianos nos hacen recordar a "hombres con conciencia".
Y, ¿por qué "hombres con conciencia"? Porque solo hombres con "conciencia" —con esa "conciencia"— quieren y se esfuerzan en aprender a perdonar.
Porque esa "conciencia" les ayuda a oír la voz de Dios en el interior de su espíritu, en el núcleo más íntimo de su personalidad, y a la vez, les anima a seguir esa "Voz" que les indica claramente el bien y el mal.
«Esta visión de la conciencia, lo sé, —dice Newman—, es muy diferente de la que ordinariamente se tiene, tanto en la ciencia como en la literatura y la opinión pública hoy día. Esta visión se funda en la doctrina de que la Conciencia es la Voz de Dios, mientras que hoy día está muy de modo considerarla, de un modo u otro, como la creación del hombre».
Tengo la impresión de que hoy en día el hombre que rechaza "la conciencia voz de Dios", no suele tomarse el trabajo de inventarse su propia "conciencia". No le compensa. No le sirve para nada, porque piensa que no tiene que pedir perdón a nadie, y antes que perdonar, desprecia. Si acaso se acuerda de la existencia de un "bien y mal", cuando él es el despreciado, el engañado, el "abortado". Para él su "conciencia" es hacer lo que le da la gana —caiga quien caiga—, hasta que se encuentre en su camino otro hombre que tenga las mismas pretensiones, y lo domine. No le preocupa hacer "el bien o el mal"; lo que le interesa es "no equivocarse", para que nadie le descubra y le ponga delante de su mirada la verdadera "Conciencia".
¿Puede el hombre conseguir anular del todo la huella de Dios en él?
La "huella" es indeleble; pero el hombre puede quitarse los ojos para no verla; y arrancarse los oídos para no oírla.
Y entonces, se presentan estos policías colombianos queriendo aprender a perdonar, porque anhelan ser "hombres con conciencia".
Han podido tratar de vengarse de sus enemigos; han podido madurar, en estos largos diez años de estar encadenados, planes de destrucción y de muerte. "Conectados al mundo a través de una radio supieron que el Papa rezaba por ellos, y eso le reforzó su esperanza".
Sólo quien ama a Dios tiene la fuerza de perdonar, y de pedir perdón. La Conciencia "voz de Dios" no aplasta ni ahoga la libertad; al contrario, le da alas para amar a los demás, para perdonar, y para rehacer la vida, amando y perdonando, como estos policías colombianos.
Ernesto Juliá Díaz
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