Los 90 años desde la fundación de San Josemaría Escrivá en palabras de su tercer sucesor al frente de la Obra: «Un camino que llama a todos»
Ofrecemos la entrevista realizada por Francesco Ognibene al Prelado del Opus Dei, publicada el pasado 27 de junio en avvenire.it.
Monseñor Fernando Ocáriz nació en París el 27 de octubre de 1944, último de 8 hijos, en una familia española expatriada en Francia para huir de la Guerra civil que, entre 1936 y 1939, asoló el País. Graduado en Física por Barcelona (1966), obtuvo la licenciatura en Teología en la Pontificia Universidad Lateranense en 1969 y el doctorado en la Universidad de Navarra en 1971, año de su ordenación sacerdotal.
Ha dedicado gran parte de su ministerio a la atención pastoral de jóvenes y universitarios. Es consultor de la Congregación para la Doctrina de la Fe, de la Congregación para el Clero y del Pontificio Consejo para la Promoción de la Nueva Evangelización. Tras la muerte de monseñor Javier Echevarría el 12 de diciembre de 2016, fue elegido el 23 de enero de 2017 por el Congreso general nuevo prelado del Opus Dei, tercer sucesor de Escrivá después del beato Álvaro del Portillo y del propio Echevarría.
La Prelatura del Opus Dei cuenta hoy con unas 92.900 personas en todo el mundo, el 70% casados, y con mayoría de mujeres (57%). Los sacerdotes son 2.095, a los que se añaden los 1.900 pertenecientes a la Sociedad sacerdotal de la Santa Cruz incardinados en diversas diócesis del mundo. En Italia los fieles de la Prelatura son unos 4.500. La mayor parte de los miembros del Opus Dei reside en Europa (52 mil) y en América (31 mil).
El Opus Dei realiza sus actividades apostólicas en 70 Países, donde sus miembros animan, junto a sus amigos, colegios, iniciativas sociales, centros para familias, obras caritativas. Se han difundido por todo el mundo en millones de copias los clásicos de espiritualidad de san Josemaría: desde «Camino» a «Surco» y «Forja» hasta las colecciones de homilías («Amigos de Dios», «Es Cristo que pasa») además de la más célebre, «Amar al mundo apasionadamente».
Noventa años son el tiempo de una vida larga y llena de acontecimientos. Pero si el metro es el tiempo de la Iglesia, entonces estamos hablando de plena juventud. El Opus Dei alcanza este año la meta de sus primeros noventa años, fundado en Madrid el 2 de octubre de 1928 por san Josemaría Escrivá, entonces sacerdote de 26 años con muchas esperanzas en el corazón y la predisposición de acoger una voluntad de Dios que presagiaba sin conocerla. Pedía verla. Y aquella mañana «vio» −como él mismo contó después− laicos de toda edad y condición social santificarse en la normalidad de su vida. Hoy parece obvio −aunque no lo es si el Papa debe escribir una Exhortación apostólica como la ‘Gaudete et exsultate’ para recordarlo−, pero entonces era una auténtica revolución. Tercer sucesor de aquel “cura revolucionario”, declarado santo en 2002, monseñor Fernando Ocáriz está al frente de la Prelatura personal desde el 23 de enero de 2017. Y mientras el calendario litúrgico recuerda a Escrivá −ayer, día de su muerte en 1975 en Roma−, reflexiona sobre esta ya “jovencísima” institución al servicio de la Iglesia.
¿Aquella “visión” de hace noventa años puede decirse hoy realizada?
La inspiración sobre la santificación de la vida ordinaria y sobre el papel de los laicos está hoy cada vez más en el corazón de la Iglesia, aunque no sea una “exclusiva” de nadie. La Obra se realiza en la respuesta generosa de cada persona en cada momento de la historia. Desde 1928 se ha difundido en todos los continentes, ha aumentado la variedad de fieles en edad, condición social, nacionalidad. Pero luego, hace falta que, concretamente, aquella visión se realice en la vida de cada uno, y se haga presente en las cambiantes circunstancias de cada época.
¿Qué significa hoy para un laico buscar la santidad en la sociedad digital, surcada por profundos cambios de mentalidad y costumbres?
Entre otras cosas, significa sembrar el mundo digital de amistad, superando así el riesgo de la despersonalización: cada persona es importante, porque Jesucristo murió y resucitó por cada uno de nosotros. Las relaciones auténticas empiezan cuando se ve a personas concretas en el centro de toda interacción, aunque a menudo, en las conversaciones digitales, no las tengamos delante. Luego, compartir contenidos de valor, sin sustituir la cultura por una mera información. Y para eso hay que estudiar, reflexionar, rezar, escuchar. Los cristianos deberíamos infundir, entre otras cosas, serenidad en el veloz flujo de lo digital. Finalmente, vivir coherentemente, con unidad de vida, sin dobleces: no se puede pretender ser ciudadano modelo y buen cristiano offline y luego actuar online sin frenos inhibidores, sin caridad ni prudencia en los modos.
Usted asumió la guía del Opus Dei hace más de un año, un tiempo que ha pasado viajando mucho. ¿En qué dirección está orientando la Prelatura?
Quisiera vivir la paternidad espiritual y la cercanía a las personas, sobre todo a las del Opus Dei, porque son las que la Iglesia me ha confiado de modo particular. Llevarles el cariño y el empuje evangelizador que nos trasmitieron san Josemaría y sus sucesores. La prioridad es ayudar a cada laico y sacerdote de la Prelatura a recomenzar siempre desde la contemplación de Jesucristo. Animarles a servir a la Iglesia en las circunstancias ordinarias de su vida: en el trabajo, en la familia, en las relaciones sociales, para que, como testigos de la alegría del Evangelio, ayuden a descubrir el amor de Cristo en esos ambientes. El último Congreso general del Opus Dei ha identificado como direcciones prioritarias, entre otras, la labor de evangelización en el campo de la familia, de los jóvenes y de los más necesitados, tanto en el cuerpo como en el espíritu. En el Opus Dei queremos continuar promoviendo iniciativas que ayuden a aliviar las necesidades concretas de este mundo nuestro herido y, a través de ellas, trasmitir el consuelo de Dios.
¿Y en el mundo?
En Países de minoría cristiana, como Indonesia o Sri Lanka, es importante mantener la confianza en el Señor y tener mucha fe: el compromiso cristiano de los fieles del Opus Dei es una pequeña semilla, cuyos frutos crecen poco a poco, con la gracia de Dios. En otros Países donde la tradición cristiana es más viva quizá el reto principal es vivir con alegría y autenticidad el Evangelio, en un mundo que suele estar gobernado por criterios principalmente económicos y materiales.
¿El magisterio y el ejemplo del Papa Francisco qué están enseñando al Opus Dei?
El Papa enseña a todos lo mismo: vivir el Evangelio, intentar salir hacia esas periferias humanas que a veces pueden asustar, pero donde el Señor nos pide estar presentes. Su ejemplo está llevando a tantos católicos, y entre ellos a muchos fieles del Opus Dei, a realizar por ejemplo iniciativas de acogida a los inmigrantes y refugiados, o muchas otras actividades de apostolado en sectores difíciles, para acercar el Evangelio a los no creyentes.
¿Qué “periferias” esperan a los miembros de la Prelatura?
Hace un tiempo, el Papa Francisco me pidió que nos dedicáramos a las periferias de las clases medias. En nuestra sociedad de bienestar a veces tendemos a reducir el concepto de periferia a algunas zonas pobres de África, Asia o América, o a las grandes barriadas populares fuera de los centros de nuestras ciudades. Ciertamente es necesario ocuparse de aliviar las penurias y necesidades en esos lugares; doy gracias a Dios por la generosidad de muchas personas del Opus Dei y de sus amigos que, como tantos otros católicos, llevan adelante iniciativas de tipo educativo o asistencial en esas periferias, como el «Eastlands College of Technology», escuela de formación profesional recién inaugurada en uno de los barrios más pobres de Nairobi. En el Centro Elis de Roma ha terminado el primer año de la escuela vespertina, con 80 chicos del barrio Tiburtino y de familias de barriadas más difíciles, muchos de los cuales llevan a sus espaldas un fuerte trastorno familiar y social, o son menores no acompañados llegados a Italia con los flujos migratorios del Mediterráneo. Pero pienso que con aquella petición, el Papa quería recordar que la periferia está también en el amigo o colega de trabajo que está todos los días junto a nosotros, en cualquier ciudad italiana, pero está alejado de Dios, o está pasando una crisis familiar, o no halla respuesta a la pregunta sobre “cuál es el sentido de esta vida”.
La recientísima ‘Gaudete et exsultate’ sobre la «llamada a la santidad en el mundo contemporáneo» en muchos puntos recuerda de cerca las enseñanzas de Escrivá. ¿Qué sintió al leerla?
La llamada universal a la santidad es la esencia de la enseñanza del fundador del Opus Dei. Insistía siempre «que la santidad no es cosa para privilegiados: que a todos nos llama el Señor −decía, desde el principio−, que de todos espera Amor: de todos, estén donde estén; de todos, cualquiera que sea su estado, su profesión o su oficio» (Es Cristo que pasa, 122). Dios llama a la santidad al profesor del colegio, al artista, al empresario, al que hace pizza, al campesino, a quien se ocupa de las labores domésticas, al periodista, al deportista, a quien sufre el drama del paro... Ya en vida, el fundador tuvo la gran alegría de ver cómo el Concilio Vaticano II confirmaba y proclamaba esta realidad: que la santidad es para todos. Por eso, podrá entender que cuando leí Gaudete et exsultate en seguida pensé en la alegría que habría sentido san Josemaría, viendo esta nueva expresión del mensaje de la llamada universal a la santidad en palabras del Papa Francisco.
¿Qué le ha llamado más la atención?
El Papa nos presenta las bienaventuranzas como el carné de identidad de quien busca la santidad en la vida ordinaria. Es un camino que a veces requiere ir contracorriente pero que al final, precisamente, es bienaventuranza, o sea felicidad. Es muy importante hacer ver, con el ejemplo, que vivir como cristianos es también humanamente algo que ya tiene su recompensa en esta tierra, a pesar de las dificultades que todos debemos pasar. El camino de las bienaventuranzas es también una vía de felicidad para nosotros y para los demás. He encontrado muy bonita la insistencia del Papa, a lo largo de toda la exhortación, en fundar la santidad a partir de pequeños gestos, algo también muy característico de san Josemaría, que en su libro Camino escribió: «¿No has visto en qué "pequeñeces" está el amor humano? −Pues también en "pequeñeces" está el Amor divino» (n. 824).
Los 90 años del Opus Dei coinciden con el año que la Iglesia está dedicando a los jóvenes con vistas al Sínodo de octubre. ¿Cuál es la propuesta de vida que el Opus Dei presenta hoy a un joven?
Recuerdo la respuesta que dio san Josemaría a un joven: «Vuestros deberes de cristianos se pueden reducir a ser leales. No es leal el que no tiene consigo mismo, contra sí mismo, una lucha. Esté donde esté (…). Los estudiantes a estudiar. Los que trabajan a trabajar. Y a trabajar sin quitar el hombro, con empeño (…). Te miro y hacen falta gentes como tú en el mundo. Que en tu ambiente, en tu trabajo, en tu familia, en el lugar donde haces tu vida, en el sitio donde te diviertes, seas recio, agradable y cristiano» (ver vídeo). Se trata de proponer a los jóvenes el ideal de la santidad −seguir a Jesús− en la vida ordinaria, hecha de estudio, de amistades, de trabajo, de servicio, haciéndoles conscientes de que el mundo, y con él la Iglesia, estará pronto en sus manos. Por eso deben recibir formación humana y cristiana y, al mismo tiempo, sentirse mirados con esperanza y confianza. El punto central es ayudarles a conocer a Cristo, a tratar a Cristo, a amar a Cristo, en sus circunstancias ordinarias.
Otro ámbito neurálgico de la sociedad y de la Iglesia es la familia. ¿Qué pide a los miembros y amigos del Opus Dei en este campo?
Que den un testimonio positivo, principalmente con su perseverancia en el amor. Ser fieles a Dios o a una persona es algo que hay que renovar todos los días. A veces lo haremos fácilmente, otras con esfuerzo. Hay que desear y buscar el bien de los demás. En la familia, ese “bien” exige aceptar al otro como es, saber renunciar a las propias opiniones, notar las señales de cansancio, encontrar tiempo y temas para hablar, dejarse de quejas, etc. Estos hechos, sencillos pero que en ciertos periodos pueden ser heroicos, mostrarán que nos importan las personas, a las que nunca queremos considerar como objetos caducados o defectuosos que se puedan “sustituir” cuando ya no nos sirven. Una familia que no se rinde ante las dificultades, y donde tanto los padres como los hijos buscan el consejo de Dios para conocer y querer el bien de los demás, es un gran apoyo para la Iglesia y para la sociedad.
¿Qué espera el prelado de la Obra en Italia?
Que, fieles al carisma de san Josemaría, todos en el Opus Dei nos dejemos guiar por el Espíritu Santo para un renovado impulso evangelizador. No solo vale para Italia, sino para todas las naciones. Se trata de llevar el calor de Jesucristo a muchos amigos, familiares, colegas, vecinos, conocidos. Lo esencial de ese impulso evangelizador en Italia no consiste en poner en marcha nuevas actividades o instituciones como las ya existentes, que son per sé algo muy bueno y positivo, sino de favorecer la amistad personal, la apertura a todos y el espíritu de servicio, actitudes profundamente evangélicas que son fundamentales para el apostolado cristiano y que son compatibles con los defectos y debilidades que todos tenemos.
Traducción de Luis Montoya.
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