Durante la Audiencia general el Papa ha recordado que “la vida cristiana no es simplemente un obedecer normas ni cumplir deberes”, sino que es “una respuesta agradecida a un Padre generoso que nos ama y nos libera”
A los peregrinos de la Organización ‘Deaf Catholic Youth Initiative of the Americas’
Queridos amigos, doy una calurosa bienvenida al grupo “Deaf Catholic Youth Initiative of the Americas”. Rezo para que vuestra peregrinación, que habéis llamado “Un tiempo para caminar con Jesús”, pueda ayudaros a crecer en el amor a Cristo y de los unos por los otros. ¡El Señor reserva un puesto especial en su corazón para cualquiera que presente alguna discapacidad, y lo mismo hace el Sucesor de San Pedro! Espero que el tiempo que paséis en Roma os enriquezca espiritualmente y refuerce vuestro testimonio de amor de Dios por todos sus hijos. Al continuar vuestro viaje, os pido, por favor, que os acordéis de rezar por mí. Que Dios Omnipotente os bendiga a todos con abundancia.
A la delegación de la Organización ‘Special Olympics’
Dirijo una especial bienvenida a la delegación de la organización “Special Olympics” con motivo del 50° aniversario de su fundación. El mundo del deporte ofrece una particular oportunidad a las personas para crecer en la mutua comprensión y amistad, y yo rezo para que esta Llama Olímpica pueda ser una señal de alegría y de esperanza en el Señor, que concede los dones de la unidad y de la paz a sus hijos. Para todos los que apoyan los fines de “Special Olympics”, invoco con gusto las bendiciones de alegría y de paz de Dios Omnipotente.
Queridos hermanos y hermanas:
El texto de los diez mandamientos está precedido por una frase que pone de manifiesto la generosidad de Dios, recordando que Dios liberó a su pueblo y lo sacó de la esclavitud. Es una muestra más de que Nuestro Dios primero salva y después nos pide confianza.
Desde esta perspectiva, la vida cristiana no es simplemente un obedecer normas ni cumplir deberes, ni tampoco depende solo de nuestra fuerza de voluntad, sino que es una respuesta agradecida a un Padre generoso que nos ama y nos libera. Un corazón que ha sido tocado por el Espíritu Santo es agradecido y recuerda la bondad de Dios y los muchos beneficios que ha recibido de él.
Si alguien no ha hecho todavía experiencia de la acción liberadora de Dios en su vida, necesita elevar su grito al Padre como hizo el pueblo de Israel, él siempre escucha el lamento de sus hijos y los libera. Nosotros no podemos salvarnos únicamente con nuestras propias fuerzas, pero podemos gritar pidiendo ayuda. Esto es ya una forma de oración, que brota de lo que en nosotros existe de oprimido y necesitado de libertad. Dios escucha siempre nuestro grito, pues él nos ha llamado a vivir como hijos libres y agradecidos, obedeciendo con alegría a aquel que nos ha dado mucho más de lo que nosotros podremos darle.
Hoy, esta Audiencia será como el miércoles pasado. En el Aula Pablo VI hay muchos enfermos para protegerlos del calor y para que estén más cómodos. Pero seguirán la Audiencia con la pantalla gigante y, también nosotros con ellos, es decir, no hay dos audiencias. Solo hay una. Saludemos a los enfermos del Aula Pablo VI. Y seguimos hablando de los mandamientos que, como ya dijimos, más que mandamientos son las palabras de Dios a su pueblo para que camine bien; palabras amorosas de un Padre. Las diez Palabras empiezan así: «Yo soy el Señor tu Dios, que te saqué de la tierra de Egipto, de la condición servil» (Ex 20,2). Ese inicio parecería extraño a las auténticas leyes que siguen. Pero no es así.
¿Por qué esa proclamación que Dios hace de sí y de la liberación? Porque llegan al Monte Sinaí tras haber atravesado el Mar Rojo: el Dios de Israel primero salva, y luego pide confianza[1]. O sea: el Decálogo comienza por la generosidad de Dios. Dios nunca pide sin dar antes. Nunca. Primero salva, primero da, luego pide. Así es nuestro Padre, Dios bueno.
Y comprendemos la importancia de la primera declaración: «Yo soy el Señor tu Dios». Hay un posesivo, hay una relación, les pertenece. Dios no es un extraño: es tu Dios[2]. Esto ilumina todo el Decálogo y desvela también el secreto del obrar cristiano, porque es la misma actitud de Jesús que dice: «Como el Padre me amó, así os he amado yo» (Jn 15,9). Cristo es el amado del Padre y nos ama con ese amor. Él no parte de sí sino del Padre. A menudo nuestras obras fracasan porque partimos de nosotros mismos y no de la gratitud. Y quién parte de sí mismo, ¿adónde llega? ¡Llega a sí mismo! Es incapaz de caminar, vuelve a sí. Es precisamente esa actitud egoísta que, bromeando, la gente dice: “Esa persona es yo, mí, me, conmigo y para mí”. Sale de sí mismo y vuelve a sí.
La vida cristiana es sobre todo la respuesta agradecida a un Padre generoso. Los cristianos que siguen solo los “deberes” demuestran que no tienen experiencia personal de ese Dios que es “nuestro”. “Tengo que hacer esto, esto, esto…”. Solo deberes. ¡Pero te falta algo! ¿Cuál es el fundamento del deber? El fundamento del deber es el amor de Dios Padre, que primero da y luego manda. Poner la ley antes de la relación no ayuda al camino de fe. ¿Cómo puede un joven desear ser cristiano, si partimos de obligaciones, compromisos, coherencias y no de la liberación? ¡Ser cristiano es un camino de liberación! Los mandamientos te liberan de tu egoísmo y te liberan porque es el amor de Dios el que te saca adelante. La formación cristiana no se basa en la fuerza de voluntad, sino en la acogida de la salvación, en dejarse amar: primero el Mar Rojo, luego el Monte Sinaí. Primero la salvación: Dios salva a su pueblo en el Mar Rojo; luego en el Sinaí les dice qué debe hacer. Pero ese pueblo sabe que esas cosas las hace porque fue salvado por un Padre que le ama.
La gratitud es un rasgo característico del corazón visitado por el Espíritu Santo; para obedecer a Dios primero hay que recordar sus beneficios. Dice San Basilio: «Quien no deja caer en el olvido esos beneficios, se orienta hacia la buena virtud y a toda obra de justicia» (Reglas breves, 56). ¿Adónde nos lleva todo esto? A hacer ejercicio de memoria[3]: ¡cuántas cosas bonitas ha hecho Dios por cada uno de nosotros! ¡Qué generoso es nuestro Padre celestial! Ahora me gustaría proponeros un pequeño ejercicio, en silencio, que cada uno responda en su corazón. ¿Cuántas cosas buenas ha hecho Dios por mí? Esta es la pregunta. En silencio, cada uno que responda. ¿Cuántas cosas bonitas ha hecho Dios por mí? Y esa es la liberación de Dios. Dios hace tantas cosas bonitas y nos libera.
Pero alguno puede sentir que aún no ha tenido una verdadera experiencia de la liberación de Dios. Eso puede pasar. Podría ser que nos miremos dentro y solo se vea el sentido del deber, una espiritualidad de siervos y no de hijos. ¿Qué hacer en ese caso? Lo que hizo el pueblo elegido. Dice el libro del Éxodo: «Aconteció que después de muchos días murió el rey de Egipto, y los hijos de Israel gemían a causa de la servidumbre, y clamaron; y subió a Dios el clamor de ellos con motivo de su servidumbre. Y oyó Dios el gemido de ellos, y se acordó de su pacto con Abraham, Isaac y Jacob. Y miró Dios a los hijos de Israel, y los reconoció Dios» (Ex 2,23-25). Dios piensa en mí.
La acción liberadora de Dios puesta al inicio del Decálogo −o sea de los mandamientos− es la respuesta a ese lamento. No nos hemos salvado solos, pero de nosotros puede salir un grito de ayuda: “Señor sálvame, Señor enséñame el camino, Señor acaríciame, Señor dame un poco de alegría”. Es un grito que pide ayuda. Eso nos toca a nosotros: pedir ser liberados del egoísmo, del pecado, de las cadenas de la esclavitud. Ese grito es importante, es oración, es conciencia de lo que aún queda de opreso y no liberado en nosotros. Hay tantas cosas no liberadas en nuestra alma. “Sálvame, ayúdame, libérame”. Esta es una bonita oración al Señor. Dios espera ese grito, porque puede y quiere romper nuestras cadenas; Dios no nos ha llamado a la vida para seguir oprimidos, sino para ser libres y vivir son gratitud, obedeciendo con alegría a Aquel que nos ha dado tanto, infinitamente más que cuanto jamás podríamos darle a Él. Es bonito esto. ¡Que Dios sea siempre bendito por todo lo que ha hecho, hace y hará en nosotros!
Me alegra saludar a los peregrinos provenientes de Francia y de otros países francófonos. Espero que este periodo estivo que empieza, sea una oportunidad para todos de profundizar la propia relación personal con Dios, para seguirle más libremente en la senda de sus mandamientos. Dios os bendiga.
Saludo a los peregrinos de lengua inglesa presentes en la Audiencia de hoy, especialmente a los provenientes de Escocia, Irlanda, Suecia, Grecia, Australia, China, Vietnam y Estados Unidos de América. Saludo además a la delegación de NATO Defense College, con grandes deseos por su servicio a favor de la paz. Sobre vosotros y vuestras familias invoco la alegría y la paz de nuestro Señor Jesucristo. Dios os bendiga.
Me alegra recibir a los hermanos y hermanas de lengua alemana. Saludo en particular a los varios grupos de estudiantes presentes en esta Audiencia. El inicio del Decálogo nos recuerda que Dios nos amó primero. Nuestra vida según los mandamientos es respuesta a la iniciativa de amor de Dios y expresión de nuestra gratitud. Que el Espíritu Santo nos dé siempre su gracia.
Saludo cordialmente a los peregrinos de lengua española, en particular a los grupos provenientes de España y Latinoamérica. Los invito a que, recordando todo lo bueno que Dios ha hecho en ustedes, respondan con libertad y alegría a la llamada de Dios, que nos ama y nos libra de nuestras esclavitudes para que podamos vivir como sus hijos amados. Que Dios los bendiga. Muchas gracias.
Dirijo un cordial saludo a los grupos venidos de Portugal y Brasil y a los demás peregrinos de lengua portuguesa, esperando que esta visita, con ocasión de la Solemnidad de los Santos Apóstoles Pedro y Pablo, pueda confirmar a todos en la fe, esperanza y caridad. Que la Virgen os acompañe y os proteja.
Saludo cordialmente a los peregrinos de lengua árabe, en particular al coro “La Perfecta Alegría” de Egipto, “Nousroto” de Líbano, a los fieles de la parroquia “San Salvador” de Jerusalén. Dios dio los mandamientos a su pueblo después de haberlo liberado de la esclavitud, mostrando así la generosidad de su amor paterno. Dios desea desatar todas nuestras cadenas para vivir la vida y los mandamientos, no con el espíritu de esclavos, sino con la libertad de los hijos. El Señor os bendiga y os proteja del maligno.
Saludo cordialmente a los polacos venidos de Polonia y del extranjero, en peregrinación a las Tumbas de los Apóstoles. Saludo a los peregrinos provenientes de Łódź que acompañan a su Arzobispo, que recibirá el palio como metropolitano. Doy mi bienvenida a los Diáconos recién ordenados de la Archidiócesis de Cracovia y de la Diócesis de Bielsko-Żywiec. Deseo a todos que el periodo de vacaciones, que inicia, sea un tiempo de reposo y una buena ocasión para contemplar Dios en la obra maestra de su creación. Con valor, proteged la fe, profesándoos siempre de Jesús. Os bendigo de corazón.
Dirijo una cordial bienvenida a los peregrinos de lengua italiana. Me alegra recibir a los participantes en el Capítulo General de las Monjas Franciscanas de la Inmaculada; a las Religiosas Carmelitas de Trivandrum; a las Hermanas Escolásticas de Nuestra Señora y a los Confirmandos de la Ciudad de Módena. Saludo a la Casa familia San Antonio Abad de Sassari; a la Comunidad Cima de Milán; a la Asociación Emaús de Lodi; a la Asociación sociocultural de música de Orosei y a la Caracciolo Academy musical school de Roma.
Un pensamiento especial para los jóvenes, ancianos, enfermos y recién casados. Pasado mañana es la Solemnidad de los Santos Pedro y Pablo, Patronos de Roma. Aprendamos de estos Apóstoles del Señor la capacidad de manifestar con valentía el Evangelio de Jesús, más allá de las diferencias, conservando la concordia y la amistad que fundan la credibilidad de cualquier anuncio de fe.
Fuente: vatican.va / romereports.com.
Traducción de Luis Montoya.
[1] En la tradición rabínica hay un texto ilustrativo al respecto: «¿Por qué las 10 palabras no fueron proclamadas al inicio de la Torá? […] ¿A qué se puede comparar? A uno que asumiendo el gobierno de una ciudad preguntó a sus habitantes: “¿Puedo reinar sobre vosotros?” Pero ellos respondieron: “¿Y qué has hecho para que pretendas reinar sobre nosotros?” ¿Qué hizo entonces? Les construyó los muros de defensa y una canalización para abastecer de agua a la ciudad; luego combatió guerras por ellos. Y cuando preguntó nuevamente: “¿Puedo reinar sobre vosotros?”, le respondieron: “Sí, sí”. Pues así Dios sacó a Israel de Egipto, dividió para ellos el mar, hizo bajar para ellos el maná y brotar agua del pozo, les trajo las codornices y finalmente combatió por ellos la guerra contra Amalec. Y cuando les preguntó: “¿Puedo reinar sobre vosotros?”, le respondieron: “Sí, sí”» (El don de la Torá. Comentario al Decálogo de Ex 20 en la Mekilta de R. Ishamael, Roma 1982, p. 49).
[2] Cfr. Benedicto XVI, Deus caritas est, 17: «La historia de amor de Dios con Israel consiste, en el fondo, en que Él le da la Torá, es decir, abre los ojos de Israel sobre la verdadera naturaleza del hombre y le indica el camino del verdadero humanismo. Esta historia consiste en que el hombre, viviendo en fidelidad al único Dios, se experimenta a sí mismo como quien es amado por Dios y descubre la alegría en la verdad y en la justicia; la alegría en Dios que se convierte en su felicidad esencial».
[3] Cfr. Homilía en Santa Marta, 7-X-2014: «¿Qué significa rezar? Es hacer memoria ante Dios de nuestra historia. Porque nuestra historia es la historia de su amor por nosotros». Cfr. Dichos y hechos de los Padres del desierto, Milán 1975, p. 71: «El olvido es la raíz de todos los males».
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