Los padres nunca deben perder autoridad sobre los hijos porque es una autoridad sostenida en el amor, de gran preocupación por su futuro
Cuando dos amigos querían casarse, no falto un sabelotodo que les preguntó: ¿se aman?, la respuesta no fue rápida, dudaron por segundos en decir sí, pero un sí fuerte, imperativo convencidos de la decisión tomada. Luego les explicó, qué abarcaba esa decisión que de hecho es para toda la vida, aún con defectos o debilidades tan propios de nuestra naturaleza.
La anécdota me permite ahondar en una realidad humana grandiosa: la conciencia de ser padres y de ser familia. Y otra más, ya casados el médico ante una consulta de los esposos les pregunta ¿cuántos libros tienes en tu biblioteca sobre como formar a tus hijos? Respuesta, ninguno y ¿cuántos sobre tu profesión?, respuesta muchísimos. Estas realidades evidencian lo poco que leemos cómo padres.
La sabiduría de ser padres, como cualquier otra actividad humana no se improvisa, se aprehende y se aprende con los modelos propios de nuestros padres y con la preparación interesada que cada uno asuma desde que sabe que va a tener un hijo, y no busca pretextos para evitarlos, por el contrario cuando los hijos van creciendo, mantienen acciones que les compete como tales , desde jugar, enseñar a rezar, buscar alternativas, participar en el mundo de los hijos, hasta exigir, poner retos, sancionar o felicitar.
Los padres nunca deben perder autoridad sobre los hijos porque es una autoridad sostenida en el amor, de gran preocupación por su futuro. Por ello, podrían llamarse verdaderos héroes en un 90% para que los hijos imiten el 50% y no cansarse nunca de serlo. Está de por medio el futuro de quienes son parte de su ser, son la familia que un día planearon tener.
Familia, que sabe de pobreza, y bienestar, dolor y sufrimiento, éxitos y fracasos, situaciones que las afectan, pero juntos, unidos, en entrega mutua, luchando día a día para que sus valores se sientan y prevalezcan en una sociedad que considera que ya no existen, que ya no es necesaria la familia, que los hijos pueden hacer lo que se les da la gana, incluso te hablan de una reingeniería social con necesidad de reconstruir todo, sin bases cristianas sólidas.
Razonar sobre ser padres y tener una familia, es razonar sobre tus principios reguladores, las promesas realizadas y las acciones que llevas a cabo en el cotidiano de cada contexto familiar; tiene que haber coherencia entre ambas aun con equivocaciones, si no es así, comienza un resquebrajamiento en la familia, primero leve y luego más visible, afectando, especialmente las relaciones familiares entre padres e hijos, ya no existe interés sobre que pasarán en el colegio o la universidad, les da lo mismo que estén una hora o pasen todo el día en internet o no lleguen a dormir un día. Es necesario reaccionar, y volver sobre los propios compromisos para rectificar pronto.
Ser padres y tener una familia, es lo más grandioso que le puede suceder a una persona, pues nuestra familia tiene una historia, memoria, raíces, por ello, no la pueden destruir, aun en momento de crisis, cuando uno de los padres se queda sin empleo, o uno de los hijos padece una enfermedad terminal, o muere uno de los padres, o uno de ellos por equivocación o provocación deja la casa, todo es superable, si existe verdadero amor, sólo el amor y el compromiso une, arraiga, vincula; cuántas veces la percepción de una corporalidad sufriente a causa del vicio, no estaba presente ningún amigo, novia, compañero de estudio, pero si estaba presente la familia, la madre los hermanos que ayudaban de una manera u otra a superar las equivocaciones que un día te parecieron fascinantes y ahora sólo tienes el cariño y la compañía de quienes sí te quieren de verdad , tus padres y tu familia.
Dra. Mirtha Flor Cervera Vallejos Universidad Católica Santo Toribio de Mogrovejo. Perú