El Triduo Pascual, que inicia mañana jueves, ha sido el tema de la catequesis del Santo Padre, durante la Audiencia general de este Miércoles Santo
Queridos hermanos y hermanas:
Los días del Triduo Pascual constituyen la memoria celebrativa del único y gran misterio de la muerte y resurrección de Cristo, y marcan las etapas fundamentales de nuestra fe y de nuestra vocación en el mundo. Estos tres días nos recuerdan los grandes eventos de la salvación realizados por Cristo y nos proyectan a nuestro destino futuro, reforzando nuestro compromiso y testimonio en la historia.
El anuncio de alegría y esperanza que culmina el triduo, nos recuerda que las cosas viejas han pasado y todo ha sido renovado en Cristo, muerto por nuestros pecados y resucitado para nuestra glorificación. Este anuncio es también una llamada a la responsabilidad en la misión, pues renueva en todos los bautizados el sentido de nuestra nueva condición, y nos invita a despojarnos del hombre viejo para vivir como hombres resucitados, que hacen del mundo un espacio nuevo donde ser, gracias a Cristo y con Él, instrumentos de consuelo y esperanza para aquellos que sufren todavía hoy la humillación y la soledad.
Hoy querría detenerme a meditar sobre el Triduo Pascual que empieza mañana, para profundizar un poco lo que los días más importantes del año litúrgico representan para los creyentes. Me gustaría haceros una pregunta: ¿qué fiesta es la más importante de nuestra fe, la Navidad o la Pascua? La Pascua porque es la fiesta de nuestra salvación, la fiesta del amor de Dios por nosotros, la fiesta, la celebración de su muerte y Resurrección. Y por eso quería reflexionar con vosotros sobre esa fiesta, sobre estos días, que son días pascuales, hasta la Resurrección del Señor. Estos días constituyen la memoria celebrativa de un único gran misterio: la muerte y la resurrección del Señor Jesús. El Triduo comienza mañana, con la Misa de la Cena del Señor y concluirá con las vísperas del Domingo de Resurrección. Luego viene la Pascueta1 para celebrar esta gran fiesta: un día más. Pero eso es post-litúrgico: es la fiesta familiar, es la fiesta de la sociedad. Marca las etapas fundamentales de nuestra fe y de nuestra vocación en el mundo, y todos los cristianos están llamados a vivir los tres días santos −jueves, viernes, sábado; y el domingo, claro, pero el sábado es la resurrección−, esos tres días santos como, por así decir, la “matriz” de su vida personal, de su vida comunitaria, como vivieron nuestros hermanos judíos el éxodo de Egipto.
Esos tres días recuerdan al pueblo cristiano los grandes acontecimientos de la salvación obrada por Cristo, y lo proyectan así en el horizonte de su destino futuro y lo refuerzan en su compromiso de testimonio en la historia.
La mañana de Pascua, recorriendo las etapas vividas en el Triduo, el Canto de la Secuencia, es decir, un himno o una especie de Salmo, hará oír solemnemente el anuncio de la resurrección; y dice así: «Cristo, nuestra esperanza, ha resucitado y nos precede en Galilea». Esa es la gran afirmación: Cristo ha resucitado. Y en muchos pueblos del mundo, sobre todo en el Este de Europa, la gente se saluda en esos días pascuales no con “buenos días” o “buenas tardes”, sino con “Cristo ha resucitado”, para afirmar el gran saludo pascual. “Cristo ha resucitado”. En esas palabras −“Cristo ha resucitado”− de sincera alegría culmina el Triduo. Contienen no solo un anuncio de alegría y de esperanza, sino también un llamamiento a la responsabilidad y a la misión. Y no acaba con la colomba2, los huevos de pascua, las fiestas −aunque eso es bonito, porque es la fiesta de familia−, pero no acaba ahí. Ahí comienza el camino a la misión, al anuncio: Cristo ha resucitado. Y ese anuncio, al que el Triduo conduce preparándonos para acogerlo, es el centro de nuestra fe y de nuestra esperanza, es el núcleo, es el anuncio, es −la palabra difícil, pero que lo dice todo− el kerygma, que continuamente evangeliza a la Iglesia y que ella a su vez es enviada a evangelizar.
San Pablo resume el evento pascual con esta expresión: «Cristo, nuestra Pascua, ha sido inmolado» (1Cor 5,7), como el cordero. Ha sido inmolado. Por tanto −continúa− «lo viejo pasó, ya ha llegado lo nuevo» (2Cor 5,15). Renacer. Y por eso, en el día de Pascua desde el comienzo se bautizaba la gente. También la noche de este sábado yo bautizará aquí, en San Pedro, a ocho personas adultas que comienzan la vida cristiana. Y comienza todo porque habrán nacido de nuevo. Y con otra fórmula sintética explica San Pablo que Cristo «fue entregado por nuestros pecados y resucitado para nuestra justificación, fundamento de nuestra esperanza» (Rm 4,25). El único, el único que nos justifica; el único que nos hace renacer de nuevo es Jesucristo. Ningún otro. Y para eso no hay que pagar nada, porque la justificación −el hacerse justos− es gratuita. Y esa es la grandeza del amor de Jesús: da la vida gratuitamente para hacernos santos, para renovarnos, para perdonarnos. Y este es el núcleo precisamente de este Triduo Pascual. En el Triduo Pascual la memoria de este acontecimiento fundamental se hace celebración plena de reconocimiento y, al mismo tiempo, renueva en los bautizados el sentido de su nueva condición, que también el Apóstol Pablo expresa así: «Si habéis resucitado con Cristo, buscad las cosas de arriba, […] no las de la tierra» (Col 3,1-2). Mirar arriba, mirar al horizonte, agrandar horizontes: ¡esa es nuestra fe, esa es nuestra justificación, ese es el estado de gracia! Pues por el Bautismo hemos resucitado con Jesús y hemos muerto a las cosas y a la lógica del mundo; hemos renacido como criaturas nuevas: una realidad que debe convertirse en existencia concreta día a día.
Un cristiano, si de verdad se deja lavar por Cristo, si verdaderamente se deja despojarse por Él del hombre viejo para caminar en una vida nueva, aunque siga siendo pecador −porque todos lo somos−, ya no puede ser corrupto, la justificación de Jesús nos salva de la corrupción, somos pecadores, pero no corruptos; ya no puede vivir con la muerte en el alma, y ni siquiera ser causa de muerte. Y aquí debo decir algo triste y doloroso… Hay cristianos falsos: esos que dicen “Jesús ha resucitado”, “yo he sido justificado por Jesús”, estoy en la vida nueva, pero vivo una vida corrupta. Y esos cristianos postizos acabarán mal. El cristiano, repito, es pecador −todos lo somos, yo lo soy−, pero tenemos la seguridad de que cuando pedimos perdón el Señor nos perdona. El corrupto aparenta ser una persona honorable, pero, al final en su corazón hay podredumbre. Una vida nueva nos da Jesús. El cristiano no puede vivir con la muerte en el alma, ni ser causa de muerte. Pensemos −por no ir muy lejos− pensemos en casa, pensemos en los llamados “cristianos mafiosos”. Pues esos de cristiano no tienen nada: se llaman cristianos, pero llevan la muerte en el alma y a los demás. Recemos por ellos, para que el Señor toque su alma. El prójimo, sobre todo el más pequeño y el que más sufre, se convierte en el rostro concreto al que dar el amor que Jesús nos ha dado a nosotros. Y el mundo se convierte en el espacio de nuestra nueva vida de resucitados. Hemos resucitado con Jesús: de pie, con la frente alta, y podemos compartir la humillación de los que aún hoy, como Jesús, están sufriendo, desnudos, pasando necesidad, solos, muriendo, para ser, gracias a Él y con Él, instrumentos de rescate y de esperanza, signos de vida y de resurrección. En muchos países −aquí en Italia y también en mi patria− existe la costumbre de que cuando el día de Pascua se oyen, se escuchan las campanas, las madres, las abuelas, llevan a los niños a lavarse los ojos con agua, con el agua de la vida, como signo para poder ver las cosas de Jesús, las cosas nuevas. En esta Pascua dejémonos lavar el alma, lavar los ojos del alma, para ver las cosas bonitas, y hacer cosas bonitas. ¡Y eso es maravilloso! Esa es precisamente la Resurrección de Jesús después de su muerte, que fue el precio para salvarnos a todos.
Queridos hermanos y hermanas, dispongámonos a vivir bien este Triduo Santo ya inminente −comienza mañana−, para estar cada vez más profundamente metidos en el misterio de Cristo, muerto y resucitado por nosotros. Que nos acompañe en este itinerario espiritual la Virgen Santísima, que siguió a Jesús en su pasión −Ella estaba allí, miraba, sufría…−, estuvo presente y unida a Él bajo su cruz, pero no se avergonzaba del hijo. ¡Una madre nunca se avergüenza del hijo! Estaba allí, y recibió en su corazón de Madre la inmensa alegría de la resurrección. Que Ella nos obtenga la gracia de estar interiormente implicados en las celebraciones de los próximos días, para que nuestro corazón y nuestra vida sean realmente transformados.
Y al dejaros estos pensamientos, formulo a todos vosotros los más cordiales deseos de una alegre y santa Pascua, junto a vuestras comunidades y seres queridos.
Y os aconsejo: la mañana de Pascua llevad a los niños al grifo y lavadles los ojos. Será una señal de cómo ver a Jesús Resucitado.
Saludo cordialmente a los peregrinos provenientes de Francia y de varios países francófonos. Hermanos y hermanas, vivamos este Triduo que empieza mañana para estar cada vez más profundamente unidos al misterio de Cristo que ha muerto y resucitado por nosotros. Que la Virgen María pueda acompañarnos en este camino espiritual. Que Ella pueda darnos la gracia de entrar de verdad en estas celebraciones de modo que nuestros corazones y nuestras vidas sean realmente transformados. Dios os bendiga.
Saludo a los peregrinos de lengua inglesa presentes en la Audiencia de hoy, especialmente a los provenientes de Inglaterra, Irlanda, Finlandia, Países Bajos, Ghana, Sudáfrica, Australia, Japón, Indonesia, Filipinas y Estados Unidos de América. Saludo en particular a los delegados del Seminario organizado por el Observatorio Vaticano en preparación a la Conferencia UNISPACE+50. A todos deseo que esta Semana Santa nos lleve a celebrar la resurrección del Señor Jesús con corazón purificado y renovado por la gracia del Espíritu Santo. Dios os bendiga.
De corazón saludo a los peregrinos de lengua alemana presente en esta Audiencia. Queridos hermanos y hermanas, dispongámonos a vivir bien los misterios de nuestra redención en el Triduo Pascual, recibiendo la misericordia divina en el sacramento de la penitencia y llevando el amor de Cristo al prójimo. A todos os deseo una feliz y santa Pascua.
Saludo cordialmente a los peregrinos de lengua española, en particular a los grupos provenientes de España y Latinoamérica. Pero estos de habla española son barulleros. Dispongámonos a vivir bien este Triduo Santo para que, con la ayuda de la Virgen María, entremos de lleno en el misterio de Cristo muerto y resucitado por nosotros y así dejemos que él trasforme nuestra vida. Antes de terminar quiero desearles a todos los presentes, a sus familias y comunidades una profunda vivencia del Triduo Pascual, y a todos una feliz y Santa Pascua. Y también un pedido. Les quiero pedir una cosa: que cada uno de ustedes, así como hacen tanto barullo lindo, tengan el coraje de ir a confesarse en estos días. Hagan una buena confesión. Gracias.
De corazón doy la bienvenida a los peregrinos de lengua portuguesa. Al iniciar mañana las celebraciones del Triduo Pascual, dejaos transformar por el amor de Cristo, manifestado en la Cruz, para que en vuestras palabras y en vuestras obras brille la luz de la resurrección. Santa Pascua a todos.
Dirijo una cordial bienvenida a los peregrinos de lengua árabe, en particular a los provenientes del Medio Oriente. Queridos hermanos y hermanas, en estos días de amor, dejémonos envolver por el misterio de Jesús que, muriendo en la cruz, nos da la vida, transformando nuestro pecado en perdón, nuestra muerte en resurrección, nuestro miedo en confianza. Os deseo una feliz Pascua, y que el Señor os bendiga.
Saludo a los peregrinos polacos. Queridos hermanos y hermanas, preparémonos a entrar en los misterios de la pasión, muerte y resurrección del Señor que reviviremos en este Triduo Pascual. Que nos acompañe en este itinerario espiritual la Virgen Santísima. Que nos obtenga la gracia de estar interiormente implicados en las celebraciones de los próximos días, para que nuestro corazón y nuestra vida sean realmente transformados. Os deseo una feliz y santa Pascua y os bendigo de corazón.
Doy una cordial bienvenida a los fieles de lengua italiana. Me alegra recibir a los participantes del encuentro internacional UNIV, a los 50 años del inicio de tan significativo evento. Os animo a todos a vivir los años de la formación universitaria como preparación integral al servicio del hombre, manifestando la alegría y los valores de la fe. Saludo a las Hijas de María Auxiliadora; a las parroquias; a los chicos-alcaldes de la provincia de Catania; a los Scouts de Bronte y de Trani y a los grupos de estudiantes, particularmente a los de Civitavecchia, Teramo y Marzana.
Un pensamiento especial para los jóvenes, los ancianos, los enfermos y los recién casados. Mañana empieza el Triduo Pascual, fulcro del año litúrgico. Pensad en el precio de sangre pagado por el Señor para la salvación. Que el Viernes Santo os enseñe la paciencia en los momentos de la cruz y el Domingo de Resurrección os llene de la gozosa victoria de Cristo a todo lo que está contra la vida y el bien en el mundo.
Fuente: vatican.va / romereports.com.
Traducción de Luis Montoya.
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