El Papa dedicó una mañana completa a 300 jóvenes de todo el mundo, con los que quiso preparar el sínodo de obispos sobre la fe y la búsqueda de la vocación, previsto para el próximo mes de octubre
Esta mañana, en el Pontificio Colegio internacional María “Mater Ecclesia”, comenzó en presencia del Santo Padre la Asamblea Plenaria de la Reunión pre-sinodal. Tras el saludo del Cardenal Baldisseri, Secretario General del Sínodo de Obispos, el Papa pronunció su discurso. Luego siguieron los testimonios de cinco jóvenes. Posteriormente, el Papa tuvo un diálogo con los jóvenes.
¡Queridos jóvenes, buenos días! ¡Saludo a todos los 15.340! Esperemos que mañana sean más en este nuestro diálogo para hacer salir lo que cada uno de vosotros y de nosotros tenemos en el corazón. Hablar con valentía. Sin vergüenza, no. Aquí la vergüenza se deja detrás de la puerta. Se habla con valentía: lo que siento lo digo y si alguno se siente ofendido, pido perdón y sigo adelante. Vosotros sabéis hablar así. Pero hay que escuchar con humildad. Si habla lo que no me gusta, debo escucharlo más, porque cada uno tiene el derecho de ser escuchado, como cada uno tiene el derecho de hablar.
Gracias por haber aceptado la invitación de venir aquí. Algunos de vosotros han tenido que hacer un largo viaje. Otros, en vez de ir a dormir −porque es hora de ir a dormir para ellos− están conectados con vosotros. Pasarán la noche escuchando. Venid de tantas partes del mundo y llevad con vosotros una gran variedad de pueblos, culturas y también religiones: no todos sois católicos y cristianos, ni siquiera todos creyentes, pero estáis ciertamente todos animados por el deseo de dar lo mejor de vosotros. Y yo no tengo dudas de esto. Saludo también a los que se conectarán, y que ya lo ha hecho: ¡gracias por vuestra contribución!
Quiero agradecer de modo especial a la Secretaría del Sínodo, al Cardenal Secretario, al Arzobispo Secretario y a todos, todos los que trabajan en la Secretaría del Sínodo. Han trabajado fuertemente para esto y han tenido una capacidad de inventar cosas y creatividad muy grandes. Muchas gracias, Cardenal Baldisseri, y a todos vuestros colaboradores.
Estáis invitados porque vuestra aportación es indispensable. Tenemos necesidad de vosotros para preparar el Sínodo que en octubre reunirá s los Obispos sobre el tema Los jóvenes, la fe y el discernimiento vocacional. En tantos momentos de la historia de la Iglesia, así como en numerosos episodios bíblicos, Dios ha querido hablar por medio de los más jóvenes: pienso, por ejemplo, en Samuel, David y Daniel. A mí me gusta mucho la historia de Samuel, cuando oye la voz de Dios. La Biblia dice: “En aquel tiempo no era habitual oír la voz de Dios. Era un pueblo desorientado”. Fue un joven quien abrió esa puerta. En los momentos difíciles, el Señor hace avanzar la historia con los jóvenes. Dicen la verdad, no tienen vergüenza. No digo que son “desvergonzados” sino que no tienen vergüenza y dicen la verdad. Y David desde joven comienza con esa valentía. También con sus pecados. Porque es interesante, todos esos no nacieron santos, no nacieron justos, modelos de los demás. Son todos hombres y mujeres pecadores y pecadoras, pero que han sentido el deseo de hacer algo bueno, Dios le empujó y fueron adelante. Y esto es bellísimo. Podemos pensar: “Estas cosas son para las personas justas, para los curas y las monjas”. No, es para todos. Y vosotros jóvenes más, porque tenéis tanta fuerza para decir las cosas, para sentir las cosas, para reír, también para llorar. Los adultos tantas veces, tantas veces, hemos olvidamos la capacidad de llorar, nos hemos acostumbrado: “El mundo es así… que se apañen”. Y seguimos adelante. Por esto os animo, por favor: sed valientes en estos días, decid todo lo que os venga; y si te equivocas, otro te corregirá. ¡Pero adelante, con valentía!
1. Demasiado a menudo se habla de jóvenes sin dejarse interpelar por ellos. Cuando alguno quiere hacer una campaña o algo, eh, ¡alabanzas a los jóvenes! ¿No es así? Pero no permite que los jóvenes les interpelen. Alabar es un modo de contentar a la gente. Pero la gente no es tonta ni estúpida. No, no lo es. La gente entiende. Solo los tontos no entienden. En español hay un lema bellísimo que dice: “Alaba al tonto y lo verás trabajar”. Dale palmaditas en la espalda y estará contento, porque es tonto, no se da cuenta. ¡Pero vosotros no sois tontos! Ni los mejores análisis del mundo juvenil, aun siendo útiles −son útiles−, sustituyen la necesidad del encuentro cara a cara. Hablan de la juventud de hoy. Buscad por curiosidad en cuántos artículos y en cuántas conferencias se habla de la juventud de hoy. Querría deciros una cosa: ¡la juventud no existe! Existen los jóvenes: historias, rostros, miradas, ilusiones. Existen los jóvenes. Hablar de la juventud es fácil. Se hacen abstracciones, porcentajes… No. Tu cara, tu corazón, ¿qué dice? Dialogar, oír a los jóvenes. A veces, evidentemente, no sois, los jóvenes no son el premio Nobel por su prudencia. No. A veces hablan “con la bofetada”. La vida es así, pero hay que escucharlos.
Alguno piensa que sería más fácil teneros “a distancia de seguridad”, para no dejarse provocar por vosotros. Pero no basta intercambiar algún mensaje o compartir fotos simpáticas. ¡Los jóvenes deben ser tomados en serio! Me parece que estamos rodeados de una cultura que, si de una parte idolatra la juventud intentando que nunca se pase, por otra excluye a tantos jóvenes de ser protagonistas. Es la filosofía del maquillaje. Las personas crecen y procuran maquillarse para parecer más jóvenes, pero a los jóvenes no los dejan crecer. Esto es muy común. ¿Por qué? Porque no se deja que sean interpelados. Es importante. Frecuentemente sois marginados de la vida pública ordinaria y os encontráis mendigando ocupaciones que no os garantizan un mañana. No sé si esto sucede en todos vuestros países, pero en muchos… Si no me equivoco, la tasa de desempleo juvenil aquí en Italia de menores de 25 años es sobre el 35%. En otro país de Europa, confinante con Italia, 47%. En otro país de Europa cerca de Italia, más del 50%. ¿Qué hace un joven que no encuentra trabajo? Se enferma –la depresión–, cae en las dependencias, se suicida, hace pensar: las estadísticas de suicidio juvenil están todas amañadas, todas, hace el rebelde −y es un modo de suicidarse− o toma el avión y va a una ciudad que no quiero nombrar y se enrola en el Isis o en uno de esos movimientos guerrilleros. Al menos tiene un sentido para vivir y tendrá un sueldo mensual. ¡Y eso es un pecado social! La sociedad es responsable de esto. Pero yo querría que seáis vosotros los que digáis las causas, los porqués, y no decir: “Ni yo sé bien el por qué”. ¿Cómo vivís vosotros este drama? Nos ayudaréis mucho. Con mucha frecuencia os dejan solos. Pero la verdad es también el hecho de que sois constructores de cultura, con vuestro estilo y vuestra originalidad. Es un alejamiento relativo, porque sois capaces de construir una cultura que quizá no se ve, pero va adelante. Este es un espacio que queremos para oír vuestra cultura, la que vosotros estáis construyendo.
En la Iglesia −estoy convencido− no debe ser así: cerrar la puerta, no oír. El Evangelio nos lo pide: su mensaje de proximidad invita a encontrarnos y dialogar, a acogernos y amarnos en serio, a caminar juntos y compartir sin miedo. Y esta Reunión pre-sinodal quiere ser signo de algo grande: la voluntad de la Iglesia de ponerse en escucha de todos los jóvenes, ninguno excluido. Y esto no para hacer política. No por una artificial “joven-filia”, no, sino porque necesitamos entender mejor lo que Dios y la historia nos están pidiendo. Si faltáis vosotros, nos falta parte del acceso a Dios.
2. El próximo Sínodo se propone en concreto desarrollar las condiciones para que los jóvenes sean acompañados con pasión y competencia en el discernimiento vocacional, es decir, en «reconocer y acoger la llamada al amor y a la vida en plenitud» (Documento preparatorio, Introducción). Todos tenemos esa llamada. Vosotros, en la fase inicial, sois jóvenes. Esa es la certeza de fondo: Dios ama a cada uno y a cada uno dirige personalmente una llamada. Es un don que, cuando se descubre, llena de alegría (cfr. Mt 13,44-46). Estad seguros: Dios confía en vosotros, os ama y os llama. Y por su parte no faltará, porque es fiel y cree de verdad en vosotros. Dios es fiel. Para los creyentes digo: “Dios es fiel”. Os dirige la pregunta que un día hizo a los primeros discípulos: «¿Qué buscáis?» (Jn 1,38). Yo también, en este momento, os dirijo la pregunta a cada uno: “¿Qué buscas? Tú, ¿qué buscas en la vida?”. Dilo, nos vendrá bien escucharlo. Dilo. De eso tenemos necesidad: de oír vuestro camino en la vida. ¿Qué buscas? Os invita a compartir la búsqueda de la vida con Él, a caminar juntos. Y nosotros, deseamos hacer lo mismo, porque no podemos sino compartir con entusiasmo la búsqueda de la verdadera alegría de cada uno; y no podemos quedarnos solo para nosotros a Quien nos ha cambiado la vida: Jesús. Vuestros compañeros y vuestros amigos, aun sin saberlo, esperan también su llamada de salvación.
3. El próximo Sínodo será también una llamada dirigida a la Iglesia, para que vuelva a descubrir un renovado dinamismo juvenil. He podido leer algunos e-mails del cuestionario colgado en la red por la Secretaría del Sínodo y me ha llamado la atención la llamada lanzada por varios jóvenes, que piden a los adultos que estén cerca de ellos y les ayuden en las decisiones importantes. Una chica ha observado que a los jóvenes les faltan puntos de referencia y que nadie les empuja a activar los recursos que tienen. Luego, junto a los aspectos positivos del mundo juvenil, subraya los peligros, entre otros el alcohol, la droga, una sexualidad vivida de manera consumista. Son dependencias, ¿no? Y concluye casi con un grito: «Ayudad a nuestro mundo juvenil que va dando tumbos». No sé si el mundo juvenil va dando tumbos, no sé. Pero siento que el grito de esta chica es sincero y requiere atención. A vosotros os toca responder a esta chica, dialoga con esa joven. Es una de vosotros y necesita ver a dónde nos lleva esa “bofetada” que nos da. También en la Iglesia debemos aprender nuevos modos de presencia y de cercanía. Es muy importante. Me viene a la cabeza cuando Moisés quiso decir al Pueblo de Dios cuál es el núcleo del amor de Dios. Y dice: “Pensad: ¿qué pueblo ha tenido un Dios tan cercano?” El amor es cercanía. Y ellos, los jóvenes de hoy piden a la Iglesia cercanía. Vosotros cristianos, vosotros que creéis en la cercanía de Cristo, vosotros católicos, sed cercanos, no lejanos. Y sabéis bien que hay muchos, muchos modos de alejarse, tantos. Educad a todos, con guante blanco, pero tomad distancia para no ensuciarse las manos. Los jóvenes, hoy, nos piden cercanía: a los católicos, a los cristianos, a los creyentes y a los no creyentes. A todos. Y a este propósito, un joven ha contado con entusiasmo su participación en algunos encuentros con estas palabras. Dice así: «Lo más importante fue la presencia de religiosos entre nosotros jóvenes, como amigos que nos escuchan, nos conocen y nos aconsejan». Hombres y mujeres consagrados que son cercanos. Escuchan, conocen y, a quien pide consejo, le aconsejan. Yo conozco a algunos de vosotros que hacen esto.
Me viene a la mente el espléndido Mensaje a los jóvenes del Concilio Vaticano II. Es también hoy un estímulo para luchar contra todo egoísmo y para construir con valentía un mundo mejor. Es una invitación a buscar nuevos caminos y a recorrerlos con audacia y confianza, teniendo fija la mirada en Jesús y abriéndose al Espíritu Santo, para rejuvenecer el rostro mismo de la Iglesia. Porque es en Jesús y en el Espíritu donde la Iglesia encuentra la fuerza de renovarse siempre, haciendo una revisión de vida sobre su modo de ser, pidiendo perdón por sus fragilidades y deficiencias, no ahorrando energías para ponerse al servicio de todos, con el único intento de ser fiel a la misión que el Señor le ha confiado: vivir y anunciar el Evangelio.
4. Queridos jóvenes, el corazón de la Iglesia es joven precisamente porque el Evangelio es como una linfa vital que la regenera continuamente. A nosotros nos corresponde ser dóciles y cooperar a esa fecundidad. Y todos vosotros podéis colaborar a esa fecundidad: ya seáis cristianos católicos, o de otras religiones, o no creyentes. Os pedimos colaborar en nuestra fecundidad, en dar vida. Lo hacemos también en este camino sinodal, pensando en la realidad de los jóvenes de todo el mundo. Necesitamos volver a apropiarnos del entusiasmo de la fe y del gusto de la búsqueda. Necesitamos volver a encontrar en el Señor la fuerza para levantarnos de los fracasos, de seguir adelante, de reforzar la confianza en el futuro. Y necesitamos atrevernos por senderos nuevos. No os asustéis: atreverse con nuevos caminos, aunque eso comporte riesgos. Un hombre, una mujer que no se arriesga, no madura. Una institución que toma decisiones para no arriesgarse se queda pequeña, no crece. Arriesgaos, acompañados por la prudencia, por el consejo, pero seguid adelante. Sin arriesgarse, ¿sabéis qué le pasa a un joven? ¡Envejece! ¡Se jubila a los 20 años! Un joven envejece y también la Iglesia envejece. Lo digo con dolor. Cuántas veces encuentro comunidades cristianas, incluso de jóvenes, pero viejas. Han envejecido porque tenían miedo. ¿Miedo de qué? De salir, de salir a las periferias existenciales de la vida, de ir a donde se juega el futuro. Una cosa es la prudencia, que es una virtud, y otra es el miedo. Os necesitamos jóvenes, piedras vivas de una Iglesia de rostro joven, pero no maquillado, como he dicho: no rejuvenecido artificialmente, sino reavivado por dentro. Y vosotros nos provocáis a salir de la lógica del “siempre se ha hecho así”. Y esa lógica, por favor, es un veneno. Es un veneno dulce, porque te tranquiliza el alma y te deja como anestesiado y no te deja caminar. Salir de la lógica del “siempre se ha hecho así”, para estar en modo creativo en el surco de la auténtica Tradición cristiana, pero creativo. Yo, a los cristianos, recomiendo que lean el Libro de los Hechos de los Apóstoles: la creatividad de aquellos hombres. Esos hombres sabían ir adelante con una creatividad que si hacemos la traducción a lo que significa hoy, ¡nos asusta! Vosotros cread una cultura nueva, pero estad atentos: esa cultura no puede ser “desarraigada”. Un paso adelante, ¡pero mira las raíces! No volver a las raíces, porque acabarás enterrado: da un paso adelante, pero siempre con las raíces. Y las raíces −esto, perdonadme, lo llevo en el corazón− son los viejos, son los buenos viejos. Las raíces son los abuelos. Las raíces son los que han vivido la vida y que esta cultura del descarte los descarta, no sirven, los manda fuera. Los viejos tienen ese carisma de llevar las raíces. Hablad con los viejos. “¿Y qué les digo?” ¡Intenta! Recuerdo en Buenos Aires, una vez, hablando con los jóvenes, dije: “¿Por qué no vais a una casa de reposo a tocar la guitarra a los ancianos que están allí?” −“Pero, Padre…” −“Id, una hora solo”. ¡Se quedaron más de dos horas! No querían salir, porque los viejos que estaban así, un poco adormilados, oyeron la guitarra y se despertaron y empezaron a hablar, y los jóvenes escucharon cosas que le tocaban por dentro. Tomaron esa sabiduría y siguieron adelante. Esto el Profeta Joel lo dice tan bien, tan bien. En el capítulo tercero. Para mí esa es la profecía de hoy: “Los viejos soñarán, y los jóvenes profetizarán”. Necesitamos jóvenes profetas, pero estad atentos: nunca seréis profetas si no tomáis los sueños de los viejos. Más aún: si no vais a hacer soñar a un viejo que está ahí aburrido, porque nadie le escucha. Haced soñar a los viejos y esos sueños os ayudarán a ir adelante. Joel 3,1. Léelo, te hará bien. Dejaos interpelar por ellos.
Para sintonizarnos en la longitud de onda de las jóvenes generaciones es de gran ayuda un diálogo sincero. Os invito entonces, en esta semana, a expresaros con franqueza y con total libertad, lo he dicho y lo repito. Con “cara dura”. Sois los protagonistas y es importante que habléis abiertamente. “Pero me da vergüenza, me oirá el cardenal…”. Que te oiga, está acostumbrado. Os aseguro que vuestra contribución será tomada en serio. Ya desde ahora os digo gracias; y os pido, por favor, que no os olvidéis de rezar por mí. Y los que no pueden rezar, porque no saben rezar, al menos que piensen bien de mí. Gracias.
Fuente: vatican.va / romereports.com.
Traducción de Luis Montoya.
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