Prosiguen los Viernes de Misericordia, queridos por el Papa Francisco, signo de cercanía a realidades difíciles, que viven la exclusión y marginación
Continúan los Viernes de la Misericordia. Esta tarde (2 de marzo), a las 16:00, acompañado por Mons. Rino Fisichella, Presidente del Pontificio Consejo para la Nueva Evangelización, el Santo Padre salió del Vaticano para ir, sin previo aviso, al barrio del EUR de Roma, donde se encuentra la “Casa de Leda”, una residencia confiscada a la mafia que ahora alberga una casa protegida para mujeres detenidas con hijos menores. Este tipo de estructura es la primera en Italia, y hasta el momento única en su género. El Responsable del área, Dr. Lillo Di Mauro, contó al Papa los esfuerzos para preparar la estructura, la importancia de devolver a la sociedad un espacio recalificado y, al mismo tiempo, realizar un proyecto de civilización y de gran humanidad.
El Papa fue recibido con gran asombro por las madres, sus hijos y el personal que en aquel momento trabajaba en la casa. Ahora viven cinco jóvenes madres, entre 25 y 30 años, una egipcia, una italiana y tres gitanas. La casa, gestionada desde marzo de 2017 por la cooperativa social “Cecilia Onlus”, acoge a madres detenidas por delitos menores a las que se les reconoce el derecho a criar a sus hijos. Junto a las detenidas hay agentes, educadores y voluntarios, provenientes de la asociación de voluntariado “A Roma Insieme”[1]. También están implicados el “P.I.D. Pronto Intervento Disagio Società Cooperativa Sociale Onlus”[2] y la “Asociación Ain Karim”[3]. Además, prestan servicio los llamados “Puestos a prueba”, imputados culpables de delitos leves que no conllevan prisión, y pueden cumplir la pena realizando trabajos útiles a la colectividad.
La Sala de Prensa del Vaticano recoge las palabras de bienvenida del Dr. Di Mauro, en nombre de los niños:
“Santidad, querido Santo Padre: somos los invisibles. Somos algunos de los miles de niños y niñas hijos de padres reclusos en cárceles italianas que vivimos con ellos en la cárcel o vamos a verlos (...). Para defender la dignidad de nuestros padres detenidos nos cuentan mentiras, haciéndonos creer que van a un colegio o a un sitio de trabajo. Se nos registra, violentando nuestra intimidad por las manos de adultos desconocidos que nos quitan los peluches, los pobres juguetes que son nuestros amigos, para abrirlos, revisarlos; a veces nos quitan hasta la ropa interior para asegurarse de que nuestras madres no han escondido drogas. Somos flores frágiles en el desierto de la burocracia y de las medidas de seguridad, ante la indiferencia de adultos enajenados por su bruto y violento trabajo. Para muchos somos estadísticas: 4.500 niños que tienen una madre en la cárcel; unos 90 mil que tienen un padre detenido. Hasta nuestros padres a veces sospechan de nosotros. Para no ser señalados, decimos que nuestro padre trabaja en países fantásticos y lejanos y que nuestra madre es una reina. Para defendernos, nos volvemos agresivos e intratables, pero no somos malos, son los otros los que nos ven y nos quieren así: somos los hijos de los detenidos”.
El Santo Padre ha podido intercambiar algunas palabras con las madres y el personal de servicio; ha jugado con los niños, regalándoles grandes huevos de Pascua, que fueron recibidos con gran algarabía por los niños, y le han invitado a merendar con ellos. Las madres han querido dar al Papa un pequeño regalo hecho por ellas en la Casa, mientras le contaban la oportunidad que se les ha dado de crecer con sus propios hijos, a pesar de tantas dificultades. La permanencia en esta estructura permite a las madres llevar y recoger a sus niños a la escuela, y realizar actividades útiles para aprender un oficio, con vistas a su futura reinserción en el mundo laboral y en la sociedad.
El Santo Padre, después de haber dejado algunos regalos a las jóvenes madres, entre otros un pergamino firmado como recuerdo de su visita, a las 17:00 salió de regreso a Santa Marta, en el Vaticano.
[1] La Asociación “A Roma, Insieme–Leda Colombini” (En Roma Juntas) está trabajando desde hace más de 20 años en la cárcel femenina de Rebibbia. Los voluntarios realizan diversas actividades −laboratorios de arte y musicoterapia−, involucrando madres e hijos (ndt).
[2] PID, nacido como “Pronto Intervento Detenuti” (Rápida Intervención con Detenidos), es un servicio entre quien está en la cárcel y el mundo exterior (ndt).
[3] Ain Karim es una casa-familia que acoge madres e hijos que viven en condición de maltrato: víctimas de la violencia familiar, de la pobreza, de la exclusión, de la soledad, de la explotación (ndt).