Publicada la Constitución Apostólica “Veritatis gaudium” sobre las Universidades y Facultades eclesiásticas que promulga la nueva normativa sobre los Institutos de estudio eclesiásticos
“La alegría de la verdad −Veritatis gaudium− manifiesta el deseo vehemente que deja inquieto el corazón del hombre hasta que encuentre, habite y comparta con todos la Luz de Dios”: con estas palabras de San Agustín el Papa Francisco inicia la Proemio de su nueva Constitución Apostólica sobre las Universidades y las Facultades eclesiásticas, hecha pública hoy. “La verdad, de hecho, no es una idea abstracta, sino que es Jesús, el Verbo de Dios en quien está la Vida que es la Luz de los hombres” afirma el Papa y añade: “Jesús impulsa a la Iglesia para que en su misión testimonie y anuncie siempre esta alegría con renovado entusiasmo”.
Renovación de los institutos eclesiásticos
En el “nuevo contexto socio-cultural a escala global”, caracterizado por una crisis antropológica y socia-ambiental, el Santo Padre define “urgente” una “renovación sabia y valiente” de los estudios eclesiásticos, “en vistas de una misión más incisiva en esta nueva época de la historia” como propuesto en la Evangelii gaudium.
Universidades católicas para una Iglesia en salida
Partiendo de la exigencia prioritaria de la transformación misionera de una Iglesia “en salida” que debe involucrar a todo el Pueblo de Dios, el Papa afirma que también hoy los estudios eclesiásticos “están llamados a dotarse de centros especializados que profundicen en el diálogo con los diversos ámbitos científicos. La investigación compartida y convergente entre especialistas de diversas disciplinas constituye un servicio cualificado al Pueblo de Dios y, en particular, al Magisterio, así como un apoyo a la misión de la Iglesia que está llamada a anunciar la Buena Nueva de Cristo a todos, dialogando con las diferentes ciencias al servicio de una cada vez más profunda penetración y aplicación de la verdad en la vida personal y social.
Revolución cultural a la luz de la tradición
Se trata de una “enorme e impostergable tarea” que requiere, señala Francisco, “en el ámbito cultural de la formación académica y de la investigación científica, el compromiso generoso y convergente que lleve hacia un cambio radical de paradigma”, más aún ─agrega─ hacia ‘una valiente revolución cultural’. En este empeño, la red mundial de las Universidades y Facultades eclesiásticas está llamada a llevar la aportación decisiva de la levadura, de la sal y de la luz del Evangelio de Jesucristo y de la Tradición viva de la Iglesia, que está siempre abierta a nuevos escenarios y a nuevas propuestas.
Necesaria hermenéutica evangélica
El Obispo de Roma indica asimismo la necesidad siempre más evidente de “una auténtica hermenéutica evangélica para comprender mejor la vida, el mundo, los hombres, no de una síntesis sino de una atmósfera espiritual de búsqueda y certeza basada en las verdades de razón y de fe”. “La filosofía y la teología permiten adquirir las convicciones que estructuran y fortalecen la inteligencia e iluminan la voluntad ─agrega el Papa─ pero todo esto es fecundo sólo si se hace con la mente abierta y de rodillas. El teólogo que se complace en su pensamiento completo y acabado es un mediocre. El buen teólogo y filósofo tiene un pensamiento abierto, es decir, incompleto, siempre abierto al maius de Dios y de la verdad, siempre en desarrollo”.
Dios está presente en cada hombre
Francisco menciona los 4 criterios fundamentales para una renovación de la contribución de los estudios eclesiásticos, e indica, en primer lugar que “el criterio prioritario y permanente es la contemplación y la introducción espiritual, intelectual y existencial en el corazón del kerygma, es decir, la siempre nueva y fascinante buena noticia del Evangelio de Jesús, ‘que se va haciendo carne cada vez más y mejor’ en la vida de la Iglesia y de la humanidad”.
De aquí nace aquella fraternidad universal que “sabe mirar la grandeza sagrada del prójimo, que sabe descubrir a Dios en cada ser humano, que sabe tolerar las molestias de la convivencia aferrándose al amor de Dios, que sabe abrir el corazón al amor divino para buscar la felicidad de los demás como la busca su Padre bueno”. Y señala el imperativo de "escuchar en el corazón y de hacer resonar en la mente el grito de los pobres y de la tierra” porque “Dios, en Cristo, no redime solamente la persona individual, sino también las relaciones sociales entre los hombres”.
Diálogo a todos los niveles
El segundo punto indicado por el Santo Padre es aquel del “diálogo a todos los niveles, con creyentes y no creyentes, “no como una mera actitud táctica”, sino como una “verdadera cultura del encuentro entre todas las culturas auténticas y vitales, gracias al intercambio recíproco de sus propios dones en el espacio de luz que ha sido abierto por el amor de Dios para todas sus criaturas”.
Unidad del saber de frente a panorama fragmentado
El tercer criterio fundamental que recuerda el Papa es "la inter y la transdisciplinariedad ejercidas con sabiduría y creatividad a la luz de la Revelación. El principio vital e intelectual de la unidad del saber en la diversidad y en el respeto de sus expresiones múltiples, conexas y convergentes es lo que califica la propuesta académica, formativa y de investigación del sistema de los estudios eclesiásticos, ya sea en cuanto al contenido como en el método".
"Este principio teológico y antropológico, existencial y epistémico ─ señala─ tiene un significado especial y está llamado a mostrar toda su eficacia no sólo dentro del sistema de los estudios eclesiásticos, garantizándole cohesión y flexibilidad, organicidad y dinamismo, sino también en relación con el panorama actual, fragmentado y no pocas veces desintegrado, de los estudios universitarios y con el pluralismo ambiguo, conflictivo o relativista de las convicciones y de las opciones culturales".
Necesidad urgente de crear redes
“Un cuarto y último criterio se refiere a la necesidad urgente de 'crear redes' entre las distintas instituciones que, en cualquier parte del mundo, cultiven y promuevan los estudios eclesiásticos, y activar con decisión las oportunas sinergias también con las instituciones académicas de los distintos países y con las que se inspiran en las diferentes tradiciones culturales y religiosas; al mismo tiempo, establecer centros especializados de investigación que promuevan el estudio de los problemas de alcance histórico que repercuten en la humanidad de hoy, y propongan pistas de resolución apropiadas y objetivas”.
Nuevo impulso a la investigación
El Pontífice señala además “la viva necesidad de dar un nuevo impulso a la investigación científica llevada a cabo en nuestras Universidades y Facultades eclesiásticas”. "Los estudios eclesiásticos no pueden limitarse a transmitir a los hombres y mujeres de nuestro tiempo, deseosos de crecer en su conciencia cristiana, conocimientos, competencias, experiencias ─insiste Francisco─ sino que deben adquirir la tarea urgente de elaborar herramientas intelectuales que puedan proponerse como paradigmas de acción y de pensamiento, y que sean útiles para el anuncio en un mundo marcado por el pluralismo ético-religioso”.