“La Palabra de Dios es una realidad dinámica, siempre viva, que progresa y crece porque tiende a un cumplimiento que los hombres no pueden detener”
El Papa Francisco ha pronunciado un discurso para conmemorar el XXV aniversario del Catecismo de la Iglesia Católica diciendo que ha nacido para iluminar con la luz de la fe las nuevas situaciones del mundo, enseñando las verdades de la fe y de la vida cristiana con la novedad en la continuidad como afirmaba Benedicto XVI.
Sin naftalina
La novedad en la continuidad es la clave para entenderlo y encontrar luces nuevas para impartir unas clases, una catequesis, o tener claridad sobre temas candentes: naturaleza del matrimonio, la defensa de la vida, la resurrección futura, los ángeles, o la murmuración. En este sentido Francisco ha subrayado que el «depósito de la fe» no puede entenderse como algo estático, pues «la Palabra de Dios no puede ser conservada en naftalina como si se tratara de una vieja manta que hay que proteger contra los parásitos». Por el contrario, «la Palabra de Dios es una realidad dinámica, siempre viva, que progresa y crece porque tiende a un cumplimiento que los hombres no pueden detener».
Hoy día una persona de veinticinco años está ya situada en la sociedad con un poco de suerte. La vida es identidad y crecimiento con frutos pues si falta alguna de estas notas se ha petrificado o ha cambiado del todo dando origen a otra cosa, algo que por cierto no se da en el mundo natural porque lo engendrado es de la misma naturaleza que el generante, si nos atenemos al ser mismo y no a las adherencias ajenas que pueden incluso arruinarle. Y esto se puede aplicar al Catecismo en este aniversario pues sigue siendo joven a sus 25 años.
Recordemos que se tardaron más de treinta años en su redacción consultando a expertos de todo el mundo, tanto en la teología y catequesis como en la pastoral. Y esta obra salió completa y práctica. Está presente la buena tensión entre novedad y continuidad que proclamaba el Vaticano II al afirmar que bajo la superficie de lo cambiante hay muchas cosas permanentes, que tienen su último fundamento en Cristo, quien existe ayer, hoy y para siempre.
Anclajes para nuestro tiempo
En el tiempo desconcertado de la post verdad, que es la nueva máscara de la mentira, hay que agradecer al Catecismo que ofrezca asideros firmes para que los católicos sepamos orientar la vida, el trabajo y nuestro papel en la sociedad. No es sólo una defensa de las verdades de la fe hacia dentro sino una ayuda a la cultura actual que ha perdido en varios aspectos el lenguaje común para poder dialogar con las otras personas y culturas. En efecto, el Catecismo utiliza el lenguaje natural que llama a las cosas sencillamente por su nombre: naturaleza humana, alma, ley natural, amor humano, matrimonio, virtud, fidelidad, oración, etcétera.
Responde de este modo a los interrogantes de todas las personas, incluso las que todavía no conocen a Jesucristo. Por ejemplo: ¿Dios es todopoderoso también contra el mal?; ¿dónde está el origen del hombre?, ¿Qué hay más allá de la muerte?, ¿es posible la resurrección?, ¿para qué sirve la Iglesia?, ¿la democracia admite cualquier ideología?, ¿el matrimonio puede ser para siempre?, ¿el embrión es un ser humano?, o también ¿escucha Dios nuestras peticiones? Y tantas otras.
La estructura del Catecismo y del Compendio muestran la unidad de la fe en sus principales facetas como compartida, celebra, vivida y orante, todo bien armonizado. Se reconoce la unidad del pensamiento sobre el hombre en el mundo, para superar la fragmentación actual del saber, que desorienta a muchos científicos y aún más a la gente común. Por ello es como un remedio para el agnosticismo, esa enfermedad del pensamiento moderno, que lo mantiene en la desconfianza de nuestra capacidad para hallar la verdad y vivir conforme a sus exigencias.
Curarse del animismo moderno
Todas esas verdades tienen una profunda relación con Jesucristo puesto que es el centro del Catecismo y de la vida cristiana: creemos en Cristo y en lo que nos ha enseñado; le "tocamos" en los Sacramentos recibidos dignamente; con el impulso de la gracia somos capaces de vivir en cristiano, aunque nos cueste; y mediante la oración dialogamos con Jesucristo, y el Padre y el Espíritu Santo. Así aprendemos que la vida cristiana no es autocomplacencia del hombre, sino fiel acogida de la salvación que Dios ofrece haciéndonos hijos suyos en Cristo.
Sin embargo, algunos confunden hoy la auténtica espiritualidad con un sentimiento ecológico convirtiendo la naturaleza en algo animista sin trascendencia que sustituye al Dios real. Entonces esa ‘religión’ carece de contenidos de fe concretos, apenas incluye obligaciones morales y se apoya en las solas fuerzas humanas: es una elaboración de los hombres para los hombres. En cambio, el cristianismo es religión revelada por Dios personal, Uno y Trino, en la persona divina de Jesucristo, que enseña verdades bien determinadas contenidas en el Credo, concede la gracia eficazmente mediante los sacramentos como prolongación de la Humanidad santísima de Señor, y solicita nuestra libertad para cumplir fielmente los mandamientos de Dios.
Es una buena ocasión para comprobar que lo tenemos en casa y reconocer si lo consultamos para tener claridad sobre Dios y sus misterios, sobre la persona humana y su misión en el mundo actual, y sobre la rectitud moral con una conciencia bien formada.