Las actitudes de superación no son innatas y debemos aprenderlas en la familia y en la escuela
Hace unos meses el papa Francisco puso en la puerta de su habitación en el Vaticano un cartel con una frase del psicólogo Silvio Noé que decía: "¡Prohibido quejarse! Los transgresores son sujetos a un síndrome de victimismo con la consecuente disminución del tono del humor y de la capacidad para resolver problemas. La sanción es doble si la violación es cometida en presencia de niños. Para volverse el mejor de uno mismo hay que concentrarse en las propias potencialidades y no en los propios límites. Por lo tanto: deja de quejarte y actúa para hacer mejor tu vida".
Esas sabias palabras me recuerdan las del cubano José Martí: "Quien quiere hacer encuentra medio. Quien no quiere hacer encuentra justificación".
¡Cuánto tiempo y cuánta energía perdemos buscando fuera de nosotros pretextos para nuestra falta de decisión, en vez de enfrentarnos a nosotros mismos y atrevernos a dar un paso adelante! Nos falta el coraje de Mandela cuando, en sus momentos más difíciles en prisión, repetía: "Soy el amo de mi destino, soy el capitán de mi alma".
Debemos aprender a conocernos mejor y no conformarnos con lo que somos. Decía san Agustín: "Somos caminantes, peregrinos en ruta. Debemos sentirnos insatisfechos con lo que somos si queremos llegar a lo que aspiramos. Si nos complace lo que somos, dejaremos de avanzar. Si nos convencemos de que es suficiente, no volveremos a dar un paso. No tratemos de parar en el camino, o de volvernos atrás".
Actitudes tales de superación no son innatas y debemos aprenderlas en la familia y en la escuela. No consintiéndonos excusas infantiles (a cualquier edad), sino invitándonos a la responsabilidad y al esfuerzo. Como decía Epicteto hace miles de años: "Acusar a los demás de los infortunios propios es un signo de falta de educación. Acusarse a uno mismo demuestra que la educación ha comenzado".
El pájaro posado en un árbol nunca tiene miedo de que la rama se rompa porque su confianza no está en la rama, sino en sus propias alas.