Más que una idea, el nuevo ateísmo es “una llamada a la acción” contra la influencia social de la fe
Desde las primeras décadas del siglo XXI estamos asistiendo a la publicación de numerosas obras que proponen un ateísmo que se presenta en el panorama cultural con gran fuerza y cierto éxito. Se puede, por ello, hablar de un "retorno del ateísmo", en el sentido de que vuelven a presentarse las antiguas ideas y argumentos contra Dios, muchos de ellos elaborados en la época de la Ilustración pero con un ímpetu renovado.
Este "nuevo ateísmo" designa especialmente la propuesta de increencia desarrollada por algunos autores cientificistas ingleses y norteamericanos, entre los que destacan Richard Dawkins, Stephen Hawking, Sam Harris, Daniel Dennett, Steven Weinberg y Christopher Hitchens.
Un análisis de sus planteamientos y una refutación de los mismos es lo que ofrece Carlos Javier Alonso en El ateísmo científico (Digital Reasons).
Carlos Javier Alonso es doctor en Filosofía por Universidad de Navarra y licenciado en Filología Hispánica por la Universidad de León, ciudad donde es profesor de Filosofía en enseñanza secundaria. Es autora de varios libros, entre ellos La agonía del cientificismo (1999), Historia básica de la ciencia (2001) y El evolucionismo y otros mitos (2004).
Si le parece bien, empezamos por el título del libro. ¿Es que puede haber propiamente un "ateísmo científico"?
Evidentemente, no. La ciencia experimental, ni siquiera las ciencias en conjunto, puede avalar posturas ateas ni materialistas. El método científico solo puede investigar aquello que es susceptible de un análisis cuantitativo y experimental, pero es evidente que si hay realidades espirituales −como Dios o el alma humana− la ciencia no puede afirmar nada a favor ni en contra. Lo que pasa es que algunos científicos de cierto renombre pretenden sustentar su ateísmo en los datos científicos, pero esto es un craso error, una propuesta anticientífica.
Es lo que usted denomina en su libro el "peligro del cientificismo". ¿No estamos vacunados ya contra este prejuicio?
En ámbitos académicos, el cientificismo o positivismo −o como se quiera denominar− está en franca retirada. Todos los críticos coinciden en que sus argumentaciones no están bien construidas, de manera que, en el terreno de las ideas, suele ser fácil rebatirlas. Los nuevos ateos no logran refutar a Dios desde la ciencia simplemente porque la ciencia no trata de Dios. Sin embargo, a nivel de la opinión pública, en revistas y obras de divulgación científica −como son las que se están publicando a docenas en estos últimos años−, podemos afirmar que el cientificismo está de moda y, por tanto, resulta necesario denunciarlo y combatirlo públicamente.
Parece que la característica más llamativa de este nuevo ateísmo es que se trata de un fenómeno con una gran repercusión mediática.
En efecto. Los ateos han salido a la plaza pública para declarar que Dios no existe y que hay que deshacerse de la religión, contando con el apoyo, e incluso la complicidad, de los medios de comunicación social. Las librerías de muchas partes del mundo se llenan de libros de científicos e intelectuales y de otros no tanto, que han emprendido la batalla dialéctica a gran escala contra la religión. Estos libros gozan de un gran éxito de ventas y muchas veces son precedidos por cuidadas campañas de marketing.
¿Y en qué autores concentra su análisis?
Principalmente en Richard Dawkins, líder del grupo de ateos militantes conocido como "los cuatro jinetes del ateísmo", al que también pertenecen autores como Christopher Hitchens, Daniel Dennett y Sam Harris. También en Stephen Hawking, Peter Atkins y Paul Davies. Es significativo que estos autores procedan de disciplinas diversas. Varios se dedican a la ciencia experimental −física o biología−, pero otros son filósofos e incluso periodistas. Sus tesis tienen su base filosófica en el empirismo de Hume y encuentran una fuente de inspiración directa en Bertrand Russell, así como en el cientificismo popular divulgado por autores como Jacques Monod, Carl Sagan o Steven Weinberg.
¿Cuáles son, a su juicio, las tesis fundamentales que defienden los nuevos ateos?
Los principales promotores del nuevo ateísmo científico consideran que solo la ciencia experimental puede ofrecer una explicación completa y fiable de la realidad. Sobre esta base afirman que no existe nada más allá de la naturaleza. Por consiguiente, no existe Dios, ni alma, ni vida después de la muerte. La naturaleza se reproduce por sí y no por creación de Dios. Dado que Dios no existe, las explicaciones y causas de todo son puramente naturales y pueden ser comprendidas por la ciencia. De modo especial, las diversas características de los seres humanos, incluidas la inteligencia y el comportamiento, pueden ser explicadas en términos puramente naturalistas, es decir, desde el evolucionismo darwinista.
Ben Stein, periodista judío, conservador y provida, dirigió un documental sobre
la teoría del Diseño Inteligente para el que recabó la opinión de Richard
Dawkins, biólogo y profesor y, además, filósofo ateo que se ha convertido en
uno de los autores de referencia contra la existencia de Dios. Lo pasó
realmente mal en algunos momentos ante las comprometidas
preguntas de su entrevistador.
Los autores de estas obras se dirigen principalmente a criticar las religiones y, solo de una manera secundaria, a considerar la existencia de Dios. Se trata, si no lo he entendido mal, de un ateísmo polémico frente a todas las religiones y explícitamente anticristiano.
Para estos nuevos ateos la religión es la peor cosa que ha acontecido a la humanidad, por lo que necesita ser combatida. Todos coinciden en que la religión no solo es falsa, sino que es causa de maldades, abusos e infelicidad. Particularmente el cristianismo es «una religión para cretinos», indigna de la racionalidad e inteligencia del hombre.
¿Qué pretende este ensañamiento contra la religión que usted ha detectado?
La retórica del nuevo ateísmo y su fuerte polémica contra las religiones tiene un objetivo preciso: provocar un cambio en la política que conduzca a la exclusión total de la religión en la vida social. El nuevo ateísmo es más un movimiento social que una posición intelectual. Sus libros no están pensados para las aulas universitarias o para quedarse en las bibliotecas: son una llamada a la acción urgente. En este sentido, los destinatarios principales de su discurso no son los creyentes, sino las personas agnósticas e indiferentes, a las que pretenden movilizar con la finalidad de hacer retroceder la influencia en la vida pública de las iglesias cristianas y minorías religiosas. En definitiva, el nuevo ateísmo tiene como objetivo promover un laicismo excluyente, es decir, eliminar todas las formas de creencia religiosa, incluso aquellas que se presentan como más moderadas.
¿Qué críticas dirigen expresamente contra la religión?
Partiendo de una confianza absoluta en la ciencia experimental como única fuente de verdad fiable, la fe religiosa es presentada como una superstición carente de pruebas. Siguiendo las posiciones del positivismo de Comte, sostienen que la religión pertenece a una etapa infantil de la humanidad. Los ateos científicos inciden de manera particular en la oposición de la ciencia a la fe. Se trata de un conflicto inevitable, dada la irracionalidad del hecho religioso. La creencia en Dios, en milagros o en un alma inmortal son precientíficas, cosa que ignoran culpablemente las grandes religiones. Según Hitchens la actitud de la religión hacia la ciencia es "necesariamente hostil": "Todos los intentos de reconciliar la fe con la ciencia y la razón están llamados a fracasar y a quedar en ridículo precisamente por tales razones".
¿Y no tienen razón en esta crítica?
La rivalidad entre ciencia y religión es completamente ficticia. Las posiciones de los ateos científicos se fundamentan en una concepción errónea de la naturaleza de la fe. Se piensa que "creer" equivale a sostener hipótesis sin que existan pruebas empíricas suficientes. Sam Harris es particularmente explícito en este tema. Como la fe contiene creencias que se refieren al mundo y que guían nuestra conducta, pero no se somete a ningún tipo de evidencia, "es sencillamente una creencia injustificada en asuntos de gran importancia". Por tanto, la fe es irracional, una impostura, una sinrazón, porque no se debe creer aquello que no cuenta con argumentos suficientes. "La fe −llega a escribir− es un mal precisamente porque no requiere justificación ni tolera los argumentos". Lo más terrible −dice Dennett− es "su irracional certeza de tener todas las respuestas". Por ello, las creencias religiosas resultan inmunes a la crítica, al progreso, al diálogo.
Sin embargo, esta caracterización de la fe es extraña y no responde a los análisis que la tradición filosófica y teológica ha venido realizando de la misma. La fe no es aceptar unas proposiciones sin pruebas suficientes. Ni tampoco consiste principalmente en suscribir la proposición de que existe un Ser Supremo, sino en la adhesión de corazón a Dios, en la entrega total y libre a Dios. Solo en una época como la nuestra de gran ignorancia religiosa pueden asumirse y difundirse estos argumentos de forma tan acrítica y generalizada.
Entrevista de Enrique Chuvieco, en religionenlibertad.com.
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